11

No resulta fácil salir a hurtadillas de tu cabaña cuando una de tus compañeras de habitación ha experimentado recientemente su primera transformación y sus sentidos se han agudizado.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Kayla, somnolienta, mientras se incorporaba en la cama.

No había encendido la luz, pero las luces exteriores que iluminaban la zona se filtraban entre las cortinas de la ventana mientras yo preparaba mis cosas.

—Nada. Vuelve a dormir.

—Es obvio que algo está pasando.

Durante el año pasado, Kayla se había convertido en mi mejor amiga mientras que mi relación con Brittany había comenzado a deteriorarse, al igual que mi relación con Connor. Era necesario que alguien supiera adónde iba, y sabía que podía confiar en ella.

—Voy con Rafe a buscar el laboratorio.

La lámpara de la habitación se encendió de repente. Kayla estaba mirándome con los ojos entrecerrados.

—Se supone que mañana tenemos que guiar a otro grupo.

—Son observadores de aves. Solo van a pasar el día. Te las arreglarás sin mí.

Se pasó los dedos por su cabello pelirrojo y rizado y se lo sacudió.

—Rafe probablemente vaya más rápido sin ti, ¿no crees?

Tenía razón, así era. ¿Sería un obstáculo para él? ¿Realmente deseaba tanto ayudar que me había ofrecido voluntaria para ir con él? ¿O había algo más egoísta detrás?

—Me siento culpable por lo que le ha pasado a Dallas. No confiaba en él, pero quizá haya muerto porque nos estaba dando información.

—Soy yo, Lindsey. Dime la verdad.

—Es la verdad. Solo que no toda. —Suspiré y miré mi reloj. Solo tenía unos minutos, pero necesitaba compartir todas las dudas que tenía sobre mi futura pareja. Me senté en el borde de la cama e intenté calmar los latidos de mi corazón. Nunca antes lo había dicho en voz alta, a nadie, ni siquiera a mí misma. Afrontar mis verdaderos sentimientos me resultaba aterrador.

—Kayla, últimamente no puedo dejar de pensar en Rafe. Tengo sueños muy intensos con él. Y anoche me besó.

—¿En tus sueños?

Negué con la cabeza.

—No. De verdad. Fue… increíble. Intenso. Salvaje. No quiero hacer daño a Connor, pero necesito averiguar qué es lo que siento por Rafe. No se parece a nada de lo que he sentido antes. Me deja extasiada, pero a la vez aterrorizada.

—¿Quieres a Connor?

Eché la cabeza hacia atrás y contemplé las tablas del techo, imaginándome el rostro de Connor en uno de los nudos de la madera.

—Sí, pero…

—¿Pero…?

Bajé la mirada para encontrarme con la suya.

—¿Cómo es querer a Lucas?

Arqueó las cejas.

—Intenso. Me consume. No tengo duda alguna de que es mi pareja.

—Ese es mi problema. Me importa Connor, pero tengo dudas. Él lo sabe. Estábamos discutiendo por eso antes de encontrar a Dallas. Quiere que afronte lo que quiera que sea esto que siento por Rafe, pero no puedo hacerlo sin pasar algo de tiempo con él. Y la luna llena… no va a esperar a que me decida. Va a tener lugar pronto, y tengo que saberlo. Quizá algunos días con Rafe me ayuden a descubrir lo que siento por los dos. Y al mismo tiempo estaremos haciendo algo bueno.

—Lindsey, es una imprudencia. Es demasiado peligroso.

Lo era, en muchos aspectos.

—Lo sé, pero tengo que correr el riesgo. —No solo para encontrar el laboratorio, sino también para descubrir qué sentía mi corazón.

—¿Qué pasa si te decides… y no es Connor?

Sentí una dolorosa tensión en el pecho. No quería hacerle daño.

—¿Sería justo para él si lo aceptara como mi pareja pero no lo amara como tú amas a Lucas?

Kayla se levantó de la cama, se acercó a mí y me dio un fuerte abrazo.

—No sería justo para ninguno de los dos. Si no puedes decidirte, yo estaré contigo para el cambio.

—Pero tú estás unida a Lucas.

—¿Y qué? —Se inclinó hacia mí y me miró—. ¿Solo podemos estar unidos a una persona? Eres mi mejor amiga, Lindsey. No voy a dejar que pases por ello sola.

Los ojos se me llenaron de lágrimas.

—Gracias, Kayla. Pero tengo que solucionarlo yo. Si no puedo, no merezco ser una guardiana oculta. Deseo ser una guardiana casi tanto como deseo averiguar quién es realmente el que me esté destinado.

Antes de marcharme, le pedí a Kayla que le dijera a Connor dónde estaba y que sabía lo que hacía, por lo que no tenía que preocuparse o ir tras de mí. Conociendo a Connor, eso no impediría que hiciera ambas cosas, pero supuse que merecía la pena intentarlo.

Cuando salí, Rafe estaba apoyado contra una de las columnas del porche. Fue entonces cuando fui plenamente consciente de la magnitud de lo que estaba haciendo. Me estaba yendo con él. Iba a estar a solas con él. Me sorprendía lo mucho que lo deseaba. Sentí su mirada escrutadora sobre mí, pero también percibí que su expresión impenetrable se había transformado en una de obvio placer. A pesar de los peligros con los que nos pudiéramos topar (tanto en la naturaleza como para nuestros corazones), estaba contento de que lo acompañara. Sentí una increíble calidez cuando me cogió de la mano y entrelazó sus dedos con los míos. Me sorprendió lo a gusto que me sentía. Lo seguí en silencio mientras nos alejábamos de la pequeña aldea hasta la zona donde había aparcado su moto, lo suficientemente alejada como para que nadie la oyera.

Subí detrás de Rafe, me ajusté la mochila para que me quedara más cómoda y lo rodeé con mis brazos, recibiendo la calidez y la fuerza que emanaban de él.

—¿Estás segura de esto, Lindsey? —me preguntó. Yo sabía que él era consciente de que estaba haciendo ese viaje por varios motivos, no solo para dar con el laboratorio.

—Absolutamente.

—Sabes que cuando Connor regrese y se entere de que te has marchado, va a ir a buscarte.

—Pero no puede enfadarse conmigo, Rafe. Lo cierto es que… estoy siguiendo su sugerencia.

Soltó una oscura risotada.

—Oh, se pondrá furioso. Cuenta con ello.

La moto rugió y cobró vida. Me agarré con más fuerza a Rafe cuando nos pusimos en marcha. Una extraña sensación me recorrió el cuerpo. Miré hacia atrás. Aunque no vi nada, no pude librarme de la sensación de que nos estaban observando.

Recorrimos durante todo el día el parque, frondoso y verde. Paramos solo una vez para comer rápidamente unos sándwiches que Rafe había preparado. No hablamos. Quizá fuera la sensación de estar haciendo algo que se suponía que no debíamos hacer lo que nos mantenía en silencio, o quizá se debiera a que temíamos que alguien nos oyera. Quizá no tuviésemos nada que decirnos porque la magnitud de lo que estábamos haciendo comenzaba a pesar sobre nosotros. Sin duda, aquella situación conllevaba riesgos y peligros, y puede que no hubiese sido muy inteligente por parte de Rafe llevarme con él. Pero, por otro lado, yo tampoco creía demasiado inteligente que hubiese ido él solo.

La oscuridad total había descendido sobre nosotros antes de que nos detuviésemos a pasar la noche. Rafe me sujetó hasta que mis piernas se acostumbraron de nuevo a pisar terreno firme.

—¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que mis piernas se adapten a montar en moto durante tantas horas? —pregunté.

—Espero que nunca. Me gusta sostenerte.

Estaba totalmente relajada y me agradaba sentir sus brazos rodeándome. Hundí la nariz en su torso e inhalé ese aroma que era único en él. No importa cómo termine este viaje, pensé, jamás olvidaré su olor.

—No creo que debamos hacer una hoguera —dijo Rafe y el torso se le movió al hablar—. No sabemos si hay alguien cerca.

—¿Crees que nos están siguiendo?

—No lo sé, pero no me extrañaría que lo hicieran esos mercenarios de los que Dallas nos habló.

—¿Crees que lo mataron?

—Eso creo. Puede que se quedaran merodeando para ver cómo reaccionábamos.

—Cabrones. —Me aparté a regañadientes de Rafe, saqué una linterna de bolsillo y reconocí la zona. Encontré un tronco, me senté sobre él y apagué la luz. Me quité la mochila y me pregunté cómo era posible que estuviera tan cansada cuando lo único que había hecho había sido montar en moto todo el día. Me dolían todos y cada uno de los huesos y músculos de mi cuerpo.

Había más luz esa noche, y observé que la silueta de Rafe se acercaba y se sentaba junto a mí. Encontré por fin el bolsillo delantero de mi mochila y abrí la cremallera.

—Tengo algunas barritas de proteínas y un par de manzanas.

—Creo que con eso bastará. Puedo llevarte de vuelta esta noche si has cambiado de opinión, pero una vez que tengamos dos días a nuestras espaldas…

—No quiero volver. —Le pasé una barrita de proteínas y la cogió. Yo cogí una botella de agua del bolsillo lateral.

—Mañana estaremos lo suficientemente cerca de una de nuestras guaridas. Podremos reabastecernos, dormir en una zona protegida —dijo Rafe.

Nosotros, los cambiaformas, teníamos guaridas escondidas por todo el parque nacional. Allí guardábamos comida, ropa y demás artículos de primera necesidad por si alguien se separaba de su grupo, resultaba herido o tenía problemas. El gobierno podía ser (técnicamente hablando) el propietario del parque, pero nosotros lo considerábamos nuestro. Uno de nuestros ancestros había llegado a bordo del Mayflower. Nos mudamos al bosque cuando comenzaron a quemarnos bajo acusaciones de brujería en Salem. Lo habían declarado parque nacional tan solo hacía cien años, pero llevaba siendo nuestro hogar muchísimo más tiempo.

Incluso en la oscuridad me sentía a gusto y tranquila.

—¿Se supone que tienes que hacer algo si encuentras el laboratorio? —pregunté—. Ya sabes, ¿destrozarlo, matar a todos los que estén dentro?

—Tan solo informar de su emplazamiento a Lucas. Y después decidiremos cómo proceder.

—Espero haber tenido mi primera transformación para entonces. Seré más eficaz como lobo.

—No sé si podemos esperar tanto.

Se me escapó la risa.

—Cualquiera que te oiga pensará que queda muchísimo, mientras que yo estoy aquí sentada pensando que se acerca con demasiada rapidez.

—La mayoría de nosotros esperamos con entusiasmo nuestra primera transformación. —Recorrió con su dedo mi brazo desnudo y sentí escalofríos—. ¿Por qué tú no?

¿Acaso estaba empujándome a admitir lo que sentía?

—¿Puedes leerme la mente? —pregunté.

—Solo cuando me transformo en lobo.

—¿Y cuando no?

—De vez en cuando capto algo.

¿Era importante el hecho de que pudiera leer mis pensamientos cuando no era lobo y Connor no?

Me puse de pie.

—No lo entiendo. Pensaba que se suponía que había una persona para cada uno de nosotros, que nuestros instintos reconocerían a aquel que está destinado a ser nuestra pareja. Me siento como si fuera una aberración. No pensaba que esto fuera a ser tan confuso.

—¿Qué te hace sentir así?

Me volví.

—Por Dios, Rafe, si realmente puedes leerme la mente, ya tendrías que saberlo.

—Intento no entrometerme en tus pensamientos. ¿Me estás dando permiso…?

—¡No! —Necesitaba que mis pensamientos siguieran siendo míos hasta que me aclarara.

—¿Qué sentiste cuando te besé? —preguntó Rafe. Observé que su sombra se alargaba mientras se ponía de pie.

—Fue más intenso que nada que haya experimentado antes. Pero pudo haberse debido a las emociones del día… a que ambos reaccionáramos a ellas.

—Entonces deja que te bese de nuevo. Así veremos qué pasa. —Su voz era calmada, tranquilizadora, casi hipnótica.

—No sería justo para Connor.

—¿Y tus dudas lo son? Las cosas son diferentes para nosotros, los machos. Durante tu primera transformación, si tu pareja está contigo, si lo has escogido para ese momento, estará unido a ti. Será permanente. Nos emparejamos de por vida. Si tú cambias de opinión, puedes marcharte sin más. Nosotros no. Y si vienes a mí después, siempre sabré que él estuvo allí durante tu primera transformación, y yo nunca tendré esa experiencia contigo.

—Pero tendré otras transfor…

—Nunca es como la primera, cuando todo lo que está en nosotros, todo lo que somos, todo lo que seremos… alcanza la madurez. Una mariposa que sale de su capullo siempre será una mariposa, pero ese increíble momento en el que extiende por primera vez sus alas… eso solo ocurrirá una vez. Ese es el motivo por el que el vínculo es tan fuerte tras la primera transformación de una hembra. Nunca más experimentará ese momento asombroso, y el macho, su macho, quiere experimentarlo con ella.

Siempre había sabido que la primera transformación era algo profundo, pero nunca nadie me lo había explicado así.

No sabía qué decir. Pensé: Todo esto no debería sorprenderme. Siempre había sabido lo que yo era, lo que sería mi primera transformación. Pero, al igual que pasaba con el sexo, no era algo de lo que mi madre me hubiera hablado. Era una parte muy importante de mi viaje a la madurez, y nadie me había dado el mapa de esa carretera.

De repente noté que Rafe estaba más cerca de mí. Sentí la calidez irradiar de su cuerpo. Quería pegarme más a él.

—¿Por qué viniste conmigo si no querías experimentar cómo era estar los dos juntos? —me preguntó.

No respondí con palabras. Al contrario, me acerqué a él y le cogí el rostro entre mis manos. Noté que se le tensaba la mandíbula. Noté que la brisa ligera jugaba con sus largos y oscuros cabellos que en ese momento se entrelazaban con mis dedos. Noté su mirada en mí. Era totalmente consciente de lo tenso que estaba mientras esperaba a que yo tomara mi decisión.

Perdóname, Connor.

Me puse de puntillas para transmitirle mi invitación con una voz cálida (y esperaba que también sexi).

—Bésame.

Su gruñido victorioso retumbó entre los dos y entonces comenzó a besarme apasionadamente. Y, al igual que el primer beso, me dejó sin respiración. Esa noche no había subidón de adrenalina por haber estado cerca de la muerte ni emoción por el hecho de que me hubiera salvado la vida. Pero el fuego seguía allí, consumiéndolo todo, como en mis sueños. Y, al igual que el primer beso, fue apabullante. Casi demasiado.

Me aparté primero. Ya no me preguntaba si solo se trataba de deseo. Había sentido esa conexión profunda de nuestras almas de la que tanto había oído hablar. Estaba metida en un lío. En un lío bien gordo.

Apoyé la planta de los pies en el suelo y mi mejilla en la parte interior de su codo. Dejé que me abrazara.

—¿Estás bien? —preguntó.

—He decidido que esa es la pregunta más estúpida del mundo.

—Entonces no estás bien.

—No lo sé, Rafe. Todo se ha complicado mucho.

—No voy a decir que me alegre, pero ni mucho menos estoy contrariado. Al menos hay una posibilidad de que puedas elegirme.

¿Y cómo se lo tomaría Connor?

—Será mejor que durmamos algo —dijo entonces y yo me pregunté si había sentido la necesidad de llenar el silencio que se estaba apoderando de nosotros—. Comparte el saco de dormir conmigo.

¡Genial! No había pensando en coger un saco de dormir.

—No puedo —dije con pesar, porque sabía que había límites que, una vez cruzados, no tenían vuelta atrás.

—Estás preocupada por Connor de nuevo.

—Por supuesto que estoy preocupada por Connor. Rafe, él ha sido parte de mí durante toda mi vida. Hasta este verano, ninguno de los dos nos habíamos cuestionado nada, no habíamos dudado… y ahora, no sé. Enamorarse debería ser la cosa más sencilla del mundo, pero no lo es.

Y eso era lo que lo hacía tan complicado: creía estar enamorándome de Rafe. No solo por sus increíbles besos, sino porque conmigo desnudaba totalmente su corazón y su alma. Era fuerte y bueno. Se preocupaba por mí. Sabía lo que quería e iba tras ello. No se conformaba.

Me acarició con dulzura la mejilla.

—No quería complicarte más las cosas.

—¿No?

—No intencionadamente. Ojalá fuera más sencillo para los dos. Pero no quiero darme por vencido si hay una posibilidad de que podamos estar juntos. Y, si esa posibilidad no existía, necesitaba saberlo. Tú también.

—Lo sé. No estoy enfadada. Tan solo… de repente me siento muy cansada.

—Sé que no te has traído el saco de dormir —dijo—. Te prometo que solo dormiremos.

No esperó a que respondiera, sino que cogió su saco de dormir de la parte trasera de la moto. Aunque me sentía muy culpable, no podía negar la emoción que experimentaba por poder dormir acurrucada entre sus brazos. Ni siquiera me había planteado dormir en brazos de Connor. Pero sabía que también sería natural con él. Nunca me había cuestionado que Connor no fuera a estar allí para mí. Ahora me preocupaba que fuera yo la que no estuviese para él.

Observé a Rafe desenrollar el saco de dormir. En cuclillas, me extendió la mano y entrelazó sus dedos con los míos y me los estrechó. Me arrodillé y me metí dentro del saco de dormir. Al siguiente instante él estaba tumbado boca arriba junto a mí, atrayéndome hacia sí. Noté su fuerza, la firmeza de sus músculos. Apoyé la mejilla en su hombro y escuché el sólido latir de su corazón. Pensé que quizá tendría que decir algo, pero me parecía que todas las palabras que dijera resultarían insignificantes en comparación a ese momento. Me había prometido que solo dormiríamos, pero tumbada tan cerca de él, deseaba más. Deseaba otro beso. Deseaba que acariciara mi piel. Deseaba esa intimidad con una intensidad que nunca antes había experimentado.

Rafe se movió y se acurrucó junto a mí hasta que yo dejé que la calidez de su abrazo me absorbiera. Quería resistirme. Pero en vez de eso me relajé y me acurruqué junto a él, dejando que mi cuerpo se amoldara al suyo.

Antes de comenzar el viaje había pensado que íbamos en busca del mayor peligro del bosque. Estaba equivocada. En ese momento, el mayor peligro con el que podía toparme estaba rodeándome con sus brazos. Y nunca antes me había sentido tan segura.