Connor no se había puesto la camiseta porque había tapado con ella el rostro y los hombros de Dallas. Cuando Lucas, Rafe y Zander, otro cambiaforma, llegaron con linternas para iluminar tan sombría escena, me alegró no poder ver más que su ensangrentada camiseta verde.
—¿No percibiste a nadie por aquí? —preguntó Lucas.
—No —respondió Connor.
Sentí que me tocaban el brazo y volví la cabeza. Rafe. No podía creerme lo contenta que estaba de verlo, de saber que estaba bien. Su mirada me recorrió lentamente, como si quisiera asegurarse de que no era mi sangre la que llenaba el aire.
—¿Estás bien? —preguntó con una voz más áspera de lo habitual, lo mismo que le ocurría a la mía cuando me había llevado un buen susto.
Asentí con rapidez, quizá demasiada.
—Sí, tan solo… estoy bien.
Se apartó y sentí su ausencia. Se arrodilló y miró por debajo de la camiseta.
—Parece real —dijo Rafe.
Se refería a la dentellada; era real, no una herida hecha por alguien para que pareciera que Dallas había sido atacado por un lobo.
—Se suponía que tenías que vigilarlo —dijo Connor con cierta irritación en su voz. Y mucho me temía que no se debía solo a que Rafe hubiera descuidado sus obligaciones.
—Íbamos a tomar una hamburguesa en el Sly Fox, pero quería darse una ducha primero. No me pareció necesario quedarme sentado en su habitación mientras lo hacía, así que lo esperé en el bar. Como no aparecía, fui a buscarlo al hotel. No estaba allí.
—Me pregunto qué habrá pasado —murmuré.
—Quizá alguien averiguara que quería ayudarnos y no le gustó —dijo Rafe. Sentí la fuerza de sus ojos, fijos en mí. Sabía que tenía que apartar la mirada. Pero no podía—. El recepcionista del hotel me dijo que un hombre bastante grande había estado preguntando por él.
—¿Uno de los mercenarios de Bio-Chrome? —pregunté en voz baja.
—Eso creo. Si así fuera, parece que lo ha encontrado.
—Tenemos que avisar al sheriff —dijo Lucas.
—¿Quieres meter a la policía en esto? —preguntó Rafe.
—No veo que tengamos otra opción. No es de los nuestros. Puede que tenga familia en alguna parte.
El sheriff Riley, sin embargo, sí era de los nuestros. Haría lo que fuera necesario para mantener a la prensa a raya y asegurarse así de que el National Enquirer no viniera a meter las narices a causa del rumor de que unos feroces lobos u hombres lobo andaban rebanando los cuellos de turistas desprevenidos.
—Voy a llevar a Lindsey a la cabaña —dijo Connor.
—Vale —dijo Lucas distraído y con la mirada fija en el cadáver.
No recuerdo nada del camino de regreso a la cabaña, salvo que estuvimos en completo silencio. Ni siquiera los búhos ululaban. Era como si todo el parque estuviera de luto.
Cuando llegué a la cabaña, abrí la puerta y entré. Connor entró después.
Kayla estaba incorporada en la cama. Echó hacia atrás las sábanas y corrió hacia mí. Me pregunté qué cara tendría yo; quizá estuviera totalmente pálida. Me sentía como un muerto viviente.
—¿Estás bien? —me soltó.
Estaba empezando a pensar que esa era la pregunta más estúpida del universo. ¿Por qué la gente preguntaba eso cuando resultaba obvio que no era así?
—Cuéntaselo tú, ¿vale? —le pedí a Connor—. Quiero darme una ducha.
Fui al baño y cerré la puerta. Giré del todo el grifo del agua caliente. Era verano y las noches eran frescas, pero me sentía como si acabara de salir de la tundra. Sin quitarme la ropa, entré en la ducha, me senté en el plato y dejé que el agua cayera sobre mí. El olor de la sangre se había impregnado en mi ropa y en mi piel. Pegué las rodillas al pecho y las rodeé con mis brazos. Apoyé la cabeza sobre las rodillas y rompí a llorar.
Por norma general, no era muy llorona. Pero Dallas no me había parecido un mal tipo. Quería ayudarnos. ¿Por qué no habíamos sido conscientes del riesgo que aquello implicaba para él? Habíamos conocido a varios científicos de Bio-Chrome y solo les importaba una cosa: descubrir nuestro ADN.
Oí que la puerta se abría y algo de aire fresco entraba en el baño, que estaba lleno de vapor. Probablemente me estuviera escaldando, pero no era capaz de sentir nada.
—¿Lindsey? —preguntó Kayla mientras descorría un poco la cortina.
—Por favor, no me preguntes si estoy bien —insistí.
—No lo haré. —Cerró el grifo—. Vamos a secarte.
—Puedo hacerlo yo. —Y, de algún modo, logré hacerlo. Conseguí quitarme la ropa mojada, secarme y ponerme el pijama que Kayla me había dejado en el tocador. Cuando hube terminado, salí del baño y me metí en la cama, al lado de la de ella.
—¿Dónde está Connor? —pregunté.
—Se ha marchado. Quería regresar y ayudar a Lucas a averiguar qué había pasado. —Se sentó en el borde de mi cama—. ¿Quieres hablar de ello?
—La verdad es que no.
—Cuando mataron a mis padres, no hablaba de ello —dijo Kayla—. Este tipo de traumas puede llegar a afectarte mucho.
—Apenas lo conocíamos —le recordé—. Pero parecía amable. —No me parecía que fuera yo la que estaba hablando. ¿De dónde salían esas palabras?
—Connor dice que no cree que fuera el ataque aleatorio de un animal. Cree que fue un asesinato —dijo Kayla—. O uno de nosotros se ha pasado al lado oscuro, o bien los de Bio-Chrome han adiestrado a un perro o a un lobo.
—Éramos los únicos que sabíamos que iba a ayudarnos —dije. Pero no podía evitar creer que Bio-Chrome estaba implicado.
Seguía helada. Me acurruqué bajo las sábanas y miré a Kayla.
—Supongo que sabremos las respuestas cuando encontremos ese laboratorio de Bio-Chrome —dije.
—Me pregunto lo que va a costarnos encontrarlo ahora.
—No lo sé, pero no es imposible. Al menos sabemos la dirección en la que tenemos que ir.
—A menos que Dallas mintiera —dijo Kayla en voz baja—. Quizá su misión fuera distraernos.
—Bueno, no podemos solucionar el misterio esta noche. Me voy a dormir.
—¿Estás segura de que estás…?
—Estoy bien —respondí antes de que pudiera terminar. Me giré, dándole la espalda. Oí que la cama de Kayla crujía cuando se metió dentro. A continuación, la lámpara que había entre nuestras camas se apagó.
Me quedé allí tumbada no sé cuánto tiempo, agotada pero aun así incapaz de dormir. Kayla estaba totalmente quieta. Nada perturbaba sus sueños. Entonces noté algo tras la puerta, un sonido sordo, como si alguien hubiera entrado en el porche.
Me levanté y atravesé descalza la cabaña hasta abrir lenta y silenciosamente la puerta. Salí al porche y cerré la puerta tras de mí. No estaba segura de por qué sabía que Rafe estaría allí. Simplemente lo sabía. Quería ir hasta sus brazos, abrazarlo y que él me abrazara. Pensé en la discusión que habíamos tenido Connor y yo. ¿De veras lo había dicho en serio? ¿Tenía razón? ¿Necesitaba indagar en mis sentimientos hacia Rafe?
—No quería despertarte —dijo Rafe en voz baja. Tenía las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros.
—No lo has hecho.
—Quería asegurarme de que estabas bien.
Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas.
—Rafe, creo que quizá ha sido culpa mía que lo mataran.
—¿Qué? No. —Se acercó a mí y me acarició la mejilla con los dedos—. De ser culpa de alguien, es mía.
—Pero si no hubiera ido a buscar moras, él no te habría visto como lobo…
Tocó mis labios para que dejara de hablar y a continuación me atrajo hacia sí. Sentí el consuelo de sus manos acariciando mi espalda.
—Si nos hubiera contado todo la primera noche, esto podría haber sido muy diferente. Nunca lo sabremos. Las cosas han salido así, pero ninguno de nosotros teníamos control sobre ellas. Lo único que sabemos con seguridad es que alguien lo estaba buscando y que ahora está muerto. Pero no puedes cargar con eso.
Podía si quería, pero no dije nada porque no quería discutir con él. Había tenido tensión suficiente por esa noche. En esos momentos, estar entre sus brazos era tan relajante como un masaje en el spa de mi madre.
—Escucha, anoche, cuando te besé —dijo en voz baja—. Lo siento si te molestó. Me asusté tanto cuando vi al puma… necesitaba algo más que abrazarte, algo más que saber que estabas bien. Si hubiera podido hablar contigo justo después, quizá habría sido diferente, pero lo que estaba sintiendo…
—Está bien —lo corté antes de que dijera algo de lo que los dos pudiéramos arrepentirnos.
Me besó en la frente y, a regañadientes, me soltó y dio un paso atrás.
—Bueno, como te he dicho, solo quería asegurarme de que estabas bien antes de marcharme.
—¿Adónde vas?
—A encontrar ese laboratorio.
Mi corazón latió contra mi pecho.
—¿Van Connor y Lucas contigo?
—No, han ido a hablar con los mayores. Regresarán mañana. Me voy ahora.
—Quiero ir contigo.
—No, es demasiado peligroso.
—Rafe, siento que es culpa mía que Dallas haya muerto. Iré a buscar yo sola el laboratorio si es necesario.
Suspiró con frustración.
—Lindsey, esto no va a ser como ir a buscar moras.
—Lo sé. Quiero hacerlo.
—A Connor no le va a gustar.
Connor había sido el que me había dicho que a lo mejor debía salir con Rafe. Sabía que eso no era lo que tenía en mente pero, aun así, no podía enfadarse demasiado conmigo. De esa manera, podía ser de ayuda además de pasar algo de tiempo con Rafe, tal como me había sugerido.
—Tengo que hacerlo.
Rafe se quedó callado durante lo que se me antojó mucho, mucho tiempo.
—De acuerdo. Tienes diez minutos para preparar tus cosas.
Asentí. Fui hacia la puerta.
—¿Lindsey?
Volví la vista atrás.
—¿Te has preguntado alguna vez si merece la pena el precio que pagamos por mantener nuestra existencia en secreto?
—Me pregunto muchas cosas, Rafe. —La mayoría de ellas son sobre nosotros dos y sobre qué es este fuerte sentimiento que siento hacia ti. ¿Es acaso la atracción de lo prohibido? ¿O es algo más?