Ya casi había oscurecido la noche siguiente cuando llegamos a la entrada del parque. Había estado todo el día evitando mirar a Rafe, como si temiera estallar en llamas si nos mirábamos o que Connor descubriera que nos habíamos besado.
Sentía que necesitaba una palabra más poderosa para describir lo que había pasado la noche anterior; «beso» no era suficiente. La intensidad de nuestro encuentro probablemente se había debido a una mezcla de miedo y alivio y al peligro acechante. Pero, aun así, me había dejado confusa, inquieta.
—Entonces, ¿estamos de acuerdo? ¿Irás con Rafe mañana a enseñarle el laboratorio? —preguntó Lucas cuando nos reunimos en la entrada del parque.
—Sí, tío, claro —respondió Dallas.
—Tengo moto —dijo Rafe—. No deberíamos de tardar mucho. ¿Qué te parece que nos veamos al amanecer?
—No soy muy de madrugar —dijo Dallas—. ¿Qué tal a mediodía?
Se pusieron de acuerdo con la hora y Rafe se marchó con Dallas. Me pregunté si tenía pensado controlar al antiguo empleado de Bio-Chrome toda la noche. Kayla y yo teníamos a un grupo de observadores de aves al día siguiente. Lucas había decidido que Connor y él irían a Wolford a hablar con los mayores.
—Saldremos por la mañana —me dijo Connor—. ¿Quieres que veamos una peli esta noche?
Asentí para parecer más entusiasta cuando respondí:
—Sí.
Necesitaba desesperadamente pasar algo de tiempo con Connor, pero temía que descubriera mi lapsus de la noche anterior. Incluso aunque la adrenalina hubiera provocado el beso, yo debería haber sido lo suficientemente fuerte como para resistirme. Mi problema era que no estaba segura de que hubiese querido hacerlo.
Entré en la cabaña con cierta sensación de alivio, como si aquellas cuatro paredes pudieran protegerme de mí misma, de esos sentimientos que tenía por Rafe y que nunca antes había experimentado. No ayudaba que Kayla hubiera estado todo el día observándome como si esperara que fuera a derrumbarme en cualquier momento.
—Pasó algo cuando fuiste anoche a hablar con Rafe, ¿verdad? —me preguntó cuando lanzó la mochila sobre la cama.
—No tengo tiempo para hablar sobre eso. Connor y yo hemos quedado. —Fui al baño y me di una ducha caliente. A partir del día siguiente tendría un par de días sin Connor ni Rafe. A solas con mis pensamientos, quizá lograría aclararme.
Mientras tanto, quería ponerme guapa para Connor, pero por algún motivo nada me satisfacía. Tenía el pelo lacio, el maquillaje que me había puesto me resultaba aburrido. Solo me salvaba la ropa: una falda corta blanca, un top sin tirantes púrpura y mi cazadora vaquera blanca. Incluso me puse sandalias con algo de tacón. Me hacían sentirme atractiva.
A juzgar por el silbido que soltó Connor cuando salí, a él también se lo pareció. Me hizo sentirme algo menos culpable por lo que había ocurrido la noche anterior.
La luna era un poco más grande y brillante esa noche. Connor y yo decidimos ir andando al pueblo. Eso significaba que tendríamos que ir a la sesión de noche, pero tenía más interés en que estuviéramos juntos que en la película que íbamos a ver. Cogidos de la mano, caminábamos en amigable silencio. Yo intentaba no pensar en Rafe, pero estaba preocupada por el hecho de que fuera a ir solo a encontrar el laboratorio de Bio-Chrome. Bueno, no totalmente solo. Dallas estaría con él, pero no creía que fuera a serle de mucha ayuda si tenían problemas.
—¿Y si lo de Dallas es una trampa? —pregunté—. Si lo que necesitan es a uno de nosotros… les estamos poniendo a Rafe en bandeja.
Connor entrelazó sus dedos con los míos.
—Regla número uno para esta noche: no podemos hablar de Bio-Chrome ni de nada de lo que está ocurriendo. Al menos durante unas horas, finjamos que todo es normal.
No se me había pasado por la cabeza que yo no fuera la única que echaba en falta la seguridad del mundo en el que habíamos vivido. Pero tenía razón. Estábamos intentando escapar de la realidad por unas horas.
—De acuerdo, entonces. ¿Qué peli ponen? —pregunté. Tarrant tenía un pequeño cine que solo proyectaba una película.
Su sonrisa brilló en la casi total oscuridad.
—Una de Reese Witherspoon. Peli de chicas. Me debes una.
—Ir al cine fue idea tuya. —Sentí la necesidad de recalcárselo y le golpeé el brazo en broma.
—¡Eh! —Se frotó el brazo y me apartó del camino hasta las sombras de los árboles, hasta que mi espalda rozó la corteza de uno de ellos.
—¿Sabes, Lindsey? Has estado en todos los momentos de mi vida, en los grandes y en los pequeños.
—No en tu primera transformación.
—Habrías estado allí si estuviera permitido. Quiero estar allí contigo, durante tu primera vez. Te quiero.
El corazón me golpeó contra las costillas, pero no por los motivos por los que debería. Tendría que haber sentido felicidad, pero lo que sentí fue terror, terror por la magnitud de lo que Connor me había dicho y porque era incapaz de corresponder con ese sentimiento. O bien Connor percibió mi lucha interior o no estaba esperando una respuesta, porque cubrió mi boca con la suya y me besó. Sus besos nunca antes habían sido tan importantes, porque nunca me había besado después de decir aquellas dos pequeñas palabras que, sin embargo, eran tan gigantescamente grandes.
Intenté con todas mis fuerzas no compararlo con el beso inesperado que me habían dado la noche anterior, el beso que me había dejado sin aliento y que me había hecho estremecer.
Connor se apartó. Sentí que se ponía tenso cuando sus manos me sujetaron por los brazos.
—Estás pensando en Rafe.
—¿Qué? No. —Dime que me quieres.
—Sabes que sí.
Rompió a reír y se apartó de mí.
—¿Lo quieres a él?
Los ojos se me llenaron de lágrimas.
—Connor, no hagas esto.
—¿Lo quieres?
Siempre había podido hablar con Connor de cualquier cosa. De repente me costaba muchísimo articular palabra.
—No lo sé.
—Por Dios, Lindsey. Pronto habrá luna llena ¿y no lo sabes? ¿No crees que necesitas saberlo?
—¿Qué sugieres? ¿Que vaya al cine con él?
Se hizo el silencio, como si hubieran soltado una bomba y estuviéramos esperando a que estallara.
—¿Cómo sabes que soy la persona adecuada, Connor? —le pregunté. No me gustó nada que mi voz sonara tan débil, tan insegura.
—Lo sé, sin más.
—Esa no es una respuesta. ¿Cómo lo sabes?
Se apartó unos pasos y luego volvió a acercarse a mí.
—Sí, vale. Quizá necesites salir con él.
Mi corazón dio un brinco; me entró el pánico ante la posibilidad de que estuviéramos rompiendo. ¿Era eso lo que quería? Ya no lo sabía.
—¿Hablas en serio?
—Sí, creo que sí.
Se dispuso a marcharse.
—¡Connor, espera! —Eché a correr tras él—. No quiero que las cosas terminen…
Me detuve en seco. Una extraña sensación hizo que se me pusiera la carne de gallina. Algo no iba bien.
—¡Connor! —susurré lo suficientemente alto para que no solo me oyera, sino para que también detectara el miedo en mi voz. Antes de que me diera cuenta, ya estaba a mi lado. Emitió un leve gruñido gutural.
—¿Lo notas? —le pregunté. Era como… una discordancia en el universo. Ya sé que puede sonar un poco a gurú del new age, pero no sé cómo explicarlo de otra manera. El parque… algo marchaba mal.
Oí a Connor respirar profundamente.
—Sangre —dijo en voz baja—. Mucha. Todavía está caliente. Un asesinato reciente. O alguien que está gravemente herido.
—¿Alguien? Quizá sea un animal.
—Es humano.
Sentí un nudo en el estómago al pensar en quién podía estar allí, herido y posiblemente moribundo. Sabía que teníamos que averiguar qué había ocurrido, y Connor también lo sabía.
Me cogió de la mano. Nuestra pelea había quedado aparentemente olvidada.
—¿Estás segura de que vas a estar bien?
—Por supuesto. —La verdad es que no estaba ni mucho menos segura, pero no iba a admitirlo.
Me soltó la mano y noté como se movía y me iba colocando la ropa sobre los brazos.
—¿Y si es una trampa? —pregunté.
—Es sangre humana, Lindsey. Alguien puede estar herido. —Y podía encontrarlo más rápidamente si se transformaba en lobo—. No vamos a poder comunicarnos, así que quédate cerca de mí. Si crees que puedes estar en peligro, echa a correr todo lo rápido que puedas. Grita si es necesario.
—De acuerdo.
Rozó rápidamente sus labios contra los míos y confié en que ese no fuera el último beso que fuésemos a compartir.
¿Puedo estar más confundida? Primero no estoy segura de que debamos estar juntos y después espero que ese beso no sea el último.
El aire se llenó de algo parecido a electricidad y entonces noté el roce de su pelaje. Connor era fácil de ver en la oscuridad porque su pelaje era dorado, un poco más oscuro que mi pelo. Como lobo podía leer mis pensamientos, así que me centré en la tarea que teníamos ante nosotros. Le acaricié el pelaje. Cuando comenzó a andar, olfateando el terreno y el aire, permanecí lo suficientemente cerca como para no perderlo de vista. Mis dedos lo acariciaban de tanto en tanto.
Por eso noté que de repente se le erizaba el pelaje, como si hubiera encontrado lo que fuera que hubiésemos estado buscando. Yo también podía olerlo en esos momentos, ese olor metálico que saturaba el aire de tal manera que se me revolvió el estómago. Vi un cuerpo en el suelo.
Connor emitió un largo aullido. No sabía por qué la llamada del lobo tenía tan largo alcance y era tan eficaz. Yo podía desgañitarme gritando que habían asesinado a alguien y mis gritos solo serían oídos por algunas personas, pero muchos de los nuestros oirían a Connor. Y entonces vendrían. Y, con suerte, traerían linternas consigo. Puede comunicarse gran cantidad de información con un aullido.
De repente, Connor ya no tenía pelaje. Mis dedos estaban tocando en ese momento su cálido hombro desnudo. Estaba en cuclillas.
—Está muerto —dijo muy serio.
—¿Quién es? —me atreví a preguntar.
—Dallas. Reconocí su olor hace un rato, y mi visión nocturna es lo suficientemente buena como para verlo con claridad.
Conmocionada, apenas me di cuenta de que Connor estaba tirando de la ropa para que se la diera. La solté. Mi mente no dejaba de gritar: ¿Quién haría algo así? ¿Por qué? Solo se me venía a la cabeza una respuesta: Bio-Chrome.
Connor me rodeó con sus brazos. Se había puesto los vaqueros, pero seguía sin camiseta. Sentí la calidez de su piel en la mejilla.
—¿Estás bien? —preguntó.
Con él tan cerca sí me atreví a preguntarle lo que tanto había estado temiendo:
—¿Cómo ha muerto?
Connor me abrazó con más fuerza, como si necesitara tanto consuelo como yo.
—Parece como si alguien, o algo, le hubiera rajado el cuello.