Todos nos quedamos callados e inmóviles, igual que un depredador antes de abalanzarse sobre su víctima. Incluso tuve la sensación de que mi corazón también se había parado.
Dallas soltó una risa incómoda.
—Era broma. He estado oyendo rumores de cosas que pasan por esta zona. Y entonces esta noche veo todas estas caras nuevas. Pensé que quizá teníais que esconderos durante ciertas fases de la luna o algo así.
—Es una reunión familiar —dijo Lucas con tanta tranquilidad que hizo que un escalofrío me recorriera toda la espalda. No me gustaría nada ser su enemigo—. ¿Dónde has oído esos rumores?
—Por ahí. Es una locura, ¿no os parece? Que alguien pueda cambiar de forma. —Dallas levantó sus manos y las observó como si nunca antes las hubiera visto—. Es decir, ¿cómo podría ser eso? ¿Cómo puede un cuerpo cambiar de una manera tan drástica?
Miró lentamente alrededor de la mesa, como si nosotros tuviéramos la respuesta. La teníamos, pero no íbamos a compartirla con él, claro.
—Se oyen todo tipo de historias ridículas acerca de cosas que ocurren en el parque —explicó Brittany con amabilidad, y no pude evitar preguntarme si le gustaba el chico. Nunca había visto que mostrara tanto interés hacia un chico. Sería de lo más extraño que le gustara un estático. ¿Podía siquiera ocurrir eso?
Mis pensamientos se estaban desviando del problema. ¿Quién era ese tío y qué era lo que quería realmente?
—Hombres lobo, vampiros, fantasmas —prosiguió Brittany—. Historias de miedo que se cuentan alrededor de las hogueras. Pero eso es lo que son. Historias.
Dallas rompió a reír de nuevo, solo que esa vez fue una risa de alivio.
—Sí, lo sé. Tendríais que haberos visto las caras. Me mirabais como si estuviera hablando en serio. Aun así, molaría, ¿no os parece? Poder cambiar tu forma.
—A mí me gustaría ser un caballo —dije con la esperanza de banalizar el tema.
—Los caballos tienen que trabajar demasiado duro —dijo Connor. Me cogió la mano y me la estrechó—. Un perro. Duerme todo el día.
—Un gato —dijo Brittany—. Aunque me dan alergia. ¿Sería alérgica a mí misma?
Dallas rio de nuevo, ya más relajado.
—De acuerdo, lo capto. No debería creerme esas historias. —Le guiñó el ojo a Brittany—. ¿Otro billar?
Cuando Brittany y él se hubieron marchado a la sala de billares, los que quedábamos en la mesa nos miramos con preocupación.
—¿De qué iba todo esto? —preguntó finalmente Kayla.
Lucas negó lentamente con la cabeza.
—No estoy seguro. Rafe, estate pendiente de él, sobre todo mientras esté con Brittany.
Miré a Rafe para ver cuál era su reacción. Como era habitual, no dijo ni hizo nada. Tampoco me miró. Se limitó a asentir a Lucas y a levantarse.
—¿Crees que es peligroso? —pregunté.
Lucas negó con la cabeza.
—Si lo es, podemos manejar la situación.
Cuando nos marchamos una hora después, la opinión más o menos general era que Dallas era tan solo un turista atraído por los mitos del bosque. Ya habíamos visto casos así antes, motivo por el que los de Bio-Chrome habían venido a meter las narices. También habíamos pensado que eran inofensivos.
Rafe iba a vigilar a Dallas, pero el resto nos fuimos a la cama. Teníamos que madrugar al día siguiente.
A la mañana siguiente nos reunimos cerca de las cabañas para recibir a nuestro grupo de girl scouts. Más de una docena de crías estaban prácticamente dando botes de la emoción por poder acampar en el parque. O quizá su entusiasmo se debía a que tres de sus guías eran muy atractivos (y no me estaba refiriendo a Kayla, Brittany o a mí).
Lucas, Connor y Daniel estaban comprobando las mochilas de las niñas para asegurarse de que se les ajustaban bien a los hombros y de que no eran demasiado pesadas. Nosotros, los serpas, cargaríamos con las provisiones más molestas y voluminosas.
—Daniel es guapo —dijo Kayla.
No había ido al colegio con nosotros, puesto que su familia vivía cerca de Seattle, pero se había unido a los guardianes ocultos a principios de verano, por lo que ya lo conocíamos.
Sin embargo, no le había prestado demasiada atención. Llevaba el pelo oscuro rapado, algo inusual. La mayoría de los chicos que conocíamos lo llevaba más largo.
—Sí, qué más da —dijo Brittany.
—¿Sabes? Quizá sea tu actitud la que hace que los tíos no se te acerquen —le dije.
—No quiero un chico que no me quiera a mí.
—Quizá él lo haga… si le das una oportunidad —dijo Kayla.
—Además, los mayores dicen que tiene que haber un chico contigo durante la primera transformación. No tiene por qué ser el chico de tu vida —le dije—. Cuando la persona adecuada llegue, puedes volverte a unir con él.
Me miró con impaciencia.
—No saben si las cosas funcionan así. Soy la primera chica que puede que tenga que pasar por ello sola. Tan solo son conjeturas.
Bueno, obviamente no era la primera. Si sabíamos que una chica podía morir si experimentaba su primera transformación sola, entonces a alguna otra chica tenía que haberle pasado antes. Pero pensé que era mejor no mencionarle esa parte. No había por qué preocupar más a Brittany.
—Por supuesto que saben lo que ocurrirá —dije. Parecía más segura de lo que realmente estaba. Brittany podía estar dándome la lata con mi elección y con Connor, pero éramos amigas. Quería que sobreviviera a la próxima luna llena—. Tienen los textos antiguos, los libros. Están obligados a consultarlos para encontrar una respuesta a este dilema.
—¿Lo crees? —preguntó. Oí cierto deje de esperanza en su voz.
—Claro. —Le puse la mano en el hombro—. Eres una guardiana oculta. Te valoran. No van a hacer conjeturas sobre algo tan importante.
Brittany miró a Daniel. Estaba en cuclillas delante de tres jóvenes scouts, explicándoles algo. Tenía una sonrisa cálida, bonita. Brittany suspiró.
—Supongo que podría ser peor.
—¡Esa es la actitud! —Exclamé. No. ¿Sería yo tan difícil de contentar, tan inconformista, si no tuviera a Connor?
Brittany puso la mirada en blanco.
—No sabéis lo que es esto. Últimamente he estado preocupada por… —Se calló.
—¿Preocupada por qué?
—Nada. Olvidadlo.
Antes de que pudiera convencerla para que nos lo contara, se marchó hacia un grupo de niñas y se presentó a sus líderes y acompañantes.
Miré a Kayla. Su rostro era una máscara de preocupación.
—Tengo que creer que estará bien —le dije.
Kayla me sonrió con dulzura.
—Lo sé. Tuve solo cuarenta y ocho horas para prepararme para mi primera luna llena… no quiero ni pensar cómo tiene que ser con una cuenta atrás mayor. Especialmente para Brittany.
Un mes atrás, le habría dicho que no podía esperar. En esos momentos no estaba tan segura.
—Dijiste que lo que sentiste por Lucas fue inmediato, que notaste un fuerte vínculo al momento. Brittany tiene tiempo aún para encontrar a alguien.
Kayla asintió, pero sospechaba que no se creía mucho más que yo lo que había dicho. No sabía qué era peor: pasar por ello sola o con alguien que no quisiera estar allí.
Miré a nuestro grupo de girl scouts. Brittany estaba hablando con Daniel. Después de todo, todavía había esperanzas.
Lucas nos ordenó que nos pusiéramos en marcha. Me coloqué la mochila y eché a andar, cerrando el grupo para asegurarme de que ninguna girl scout se quedara atrás o se perdiera.
Se me hacía muy raro que Rafe no estuviera con nosotros. Me pregunté dónde estaría, qué estaría haciendo. Eché un vistazo rápido a mi alrededor, pero no lo veía por ninguna parte. Avanzando por el parque, me sorprendió lo sola que me sentía.
Y lo mucho que deseaba, con una intensidad sorprendente, que Rafe estuviera con nosotros.
Cuando el sol comenzó a ponerse, la mayoría de las scouts habían perdido su emoción y alegría. No podía culparlas. Lucas nos había metido mucha caña.
Puesto que se suponía que teníamos que vigilar a las scouts y estar pendientes de cualquier posible peligro, no nos emparejamos hasta que montamos el campamento y todos estuvimos sentados alrededor de la hoguera preparando nuestros dulces de malvavisco.
Kayla y Lucas estaban sentados muy pegados, hablando en voz baja. Estaban intentando comportarse delante de las scouts, porque se tocaban solo de vez en cuando y la mayoría de las veces esos roces pasaban desapercibidos. Pero incluso aunque no se estuvieran besando o acariciando, había una intimidad muy fuerte entre ellos, como si compartieran los aspectos más profundos de sus almas.
Brittany, por otro lado, no estaba compartiendo lo más mínimo con Daniel. Estaba sentada a su lado, tensa, más concentrada en su dulce de malvavisco que en hablar con él. Resultaba de lo más obvio que Daniel se sentía incómodo. Al verlos juntos, me costaba creer que una cita a ciegas pudiera ser peor. En esos momentos di las gracias en silencio por haber tenido siempre a Connor.
Tampoco es que nosotros estuviéramos hablando o tocándonos (ya fuera a propósito o sin querer). Pero al menos volvíamos a sentirnos a gusto el uno con el otro.
Las niñas tampoco estaban hablando demasiado. Dos de ellas tenían pinta de estar a punto de quedarse dormidas allí sentadas.
Miré furtivamente a Brittany.
—No me parece bien que los mayores se entrometan en la elección de parejas —murmuré para que solo Connor pudiera oírme.
—Estaba pensando en lo mismo —dijo, también en voz baja—. Es un desastre.
Volví la cabeza para mirarlo y, por el rabillo del ojo, vi que Brittany me estaba observando. Me acerqué a Connor como si estuviera acurrucándome contra él y le susurré al oído.
—No me parece que esté yendo tan mal.
Me colocó detrás de la oreja algunos mechones que se me habían salido de la trenza y me acarició la mejilla con los nudillos. Sus ojos me miraban con ternura, como si estuviéramos hablando de temas personales.
—Él ni siquiera está intentándolo. No sé. Al menos podía… hablar con ella.
Me resultó interesante que Connor pensara que Daniel era el problema mientras que para mí lo era la actitud de Brittany.
—Quizá necesitan un poco más de tiempo para conectar.
Quería ser optimista en cuanto a sus posibilidades de encontrar una pareja. De veras que sí.
—Uf, me alegro tanto de no haber tenido que pasar por ese rollo de las citas.
Sentí un incómodo nudo en el pecho.
—¿Piensas que la razón por la que estamos juntos es porque nos resulta cómodo, porque estamos acostumbrados el uno al otro?
—No. —Se inclinó y me besó con ternura.
Una de las scouts se puso a gritar y comenzó a cantar:
—«Connor y Lindsey están sentados junto al árbol…».
Connor y yo nos separamos tan rápido que casi me da un latigazo en el cuello.
Varias niñas se unieron:
—«B-e-s-á-n-d-o-se…».
Claro que no acabaron bien la canción, porque olvidaron mencionar que tras el amor llega la transformación, pero decidí que era mejor no corregirlas.
Después de eso, sus líderes tardaron un buen rato en lograr calmarlas y llevarlas a sus tiendas de campaña. Decidieron cantar sobre Lucas y Kayla y luego sobre Brittany y Daniel. Nunca había visto a Kayla tan roja. Si no hubiese quedado como una cobardica, estoy segura de que habría salido corriendo de allí.
Kayla sería la primera en hacer guardia por la noche, por lo que Brittany y yo nos quedamos solas en la tienda de campaña. Nos preparamos para dormir en silencio. Cuando las luces se apagaron, me metí en el saco de dormir boca arriba, pensando en Connor y preguntándome por qué no nos abrazábamos más, por qué (demasiado a menudo) hablar nos parecía suficiente. ¿Llevábamos tanto tiempo juntos que nos habíamos vuelto inmunes al cuerpo del otro? ¿Estaba dando por sentado que siempre lo tendría? ¿Me sentiría igual después de transformarme?
Ya estaba empezando a notar algunas diferencias.
—¿Brit? ¿Percibes más el olor del parque? —Había percibido olores durante el día de una manera que no había percibido antes.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
—No sé explicarlo. Los olores son más vívidos. Sé que la transformación conlleva que se agudicen tus sentidos. ¿Crees que comienza antes del cambio?
—Sí, quizá… ahora que lo dices, sí, las cosas huelen… más.
Pronunció las palabras, sí, pero no las sintió. Lo cierto es que no me había parecido sincera. Giré para tumbarme sobre mi costado.
—¿Qué te parece Daniel? Parece majo.
—No está mal.
—Podías poner algo más de tu parte.
—Para ti es fácil decirlo. Nunca has tenido que hacerlo. Siempre has tenido a Connor.
Se me pasó por la cabeza confesarle que quizá tuviera razón con respecto a lo que yo tenía con Connor, que el hecho de que nos conociéramos de toda la vida no significaba necesariamente que estuviéramos hechos el uno para el otro. Pero mientras no diera voz a mis dudas, seguirían sin parecer reales.
—No quiero hablar de Connor y de mí —dije con mayor brusquedad de lo que había pretendido.
—Yo tampoco quiero hablar de Daniel.
—Buenas noches entonces. —Me di la vuelta. ¿Por qué estaba intentando ser amable, ayudarla con la elección de su pareja? No era asunto mío.
—¿Lindsey? —me llamó unos minutos después.
Estaba a punto de no responder, de fingir que ya estaba dormida.
—¿Qué?
—¿Y… Y si no soy una cambiaforma? —dijo casi apenas sin voz.
Me incorporé de un brinco. Estaba demasiado asombrada como para poder responder. ¿No se había estado preguntando lo mismo Connor?
—¿Y si esa es la razón por la que ninguno de los chicos puede conectar conmigo? —prosiguió—. ¿Y si me pasa algo?
—Oh, Brittany, eso… eso es… —No sabía qué decir—. Pues claro que eres una cambiaforma.
—Me siento como si todos los chicos miraran a través de mí. Incluso Daniel me sonríe de la misma manera que sonríe a las girl scouts, como diciendo que soy bonita, pero nada especial. Nunca he sentido ese fuego con nadie.
¿Fuego? ¿Se refería a esa aterradora sensación que sentía cuando Rafe estaba cerca? ¿A largo plazo no era mejor sentirse cómoda con alguien, en sintonía? El fuego podía reducirte a cenizas. Eso era deseo, no amor. ¿No?
Pero mis inseguridades no eran lo que Brittany necesitaba. Necesitaba que la tranquilizase.
—Mira, Brittany, estoy segura de que no te pasa nada —dije, a pesar de no creerlo para nada. Incluso Connor tenía sus dudas pero, tan cerca como estábamos de la primera luna llena posterior a su decimoséptimo cumpleaños, no era el mejor momento para hacer hincapié en esas ideas tan descabelladas—. Solo tenemos a un grupo pequeño de chicos trabajando como serpas. Tiene lógica que de vez en cuando pase algo así. Por Dios santo, tu pareja podría estar en… no sé. En California, quizá, o en Florida. Y este año ha venido tan poca gente a la celebración. Quizá en cualquier otro momento podrías haber conectado con alguien. Es una faena, sí. Pero quizá Daniel pueda ser un sustituto hasta que llegue el verdadero.
—Se supone que la primera vez que nos transformamos hay cierto componente romántico. No me imagino haciéndolo con alguien que no deseo que me coja ni la mano. Prefiero pasar por ello sola.
—Podrías morir.
—O quizá liberarnos de esta tradición tan carca.
Te parece carca porque no tienes pareja. Personalmente, yo no quería pasar por ello sola. Quería la magia de la transformación y descubrir el vínculo que le seguía después.
—De cualquier modo, tengo dos semanas para decidir qué hacer —dijo—. Algo se me ocurrirá.
Volvía a sonar como la desafiante Brittany de siempre. Todo iría bien. Me dispuse a dormir, segura de que así sería.
La noche era oscura. La luna todavía no se había puesto. Una leve brisa agitaba mis cabellos. Connor aparecía tras de mí, me envolvía con sus brazos y me besaba la nuca. Un escalofrío me recorría la espalda. Me acercaba a él.
—Pronto —me susurró cerca del oído—. Muy pronto.
Me giré y recibí con agrado su beso. Era un beso lleno de pasión. Acarició con sus dedos mis brazos desnudos. Allí donde me tocaba, mi piel comenzaba a arder.
De repente oí crujidos y chisporroteos. Sentía tanto calor que pensaba que me iba a derretir. Me aparté y contemplé los ojos marrones de Rafe, no los azules de Connor. De algún modo, sin que yo me diese cuenta, había cambiado. En esos momentos podía verlo con claridad, porque los árboles que nos rodeaban estaban ardiendo y las llamas naranjas y rojas se alzaban hasta el cielo.
Haciendo caso omiso del peligro que corríamos, Rafe me atrajo de nuevo a sus brazos y acercó su boca a la mía hasta que nos convertíamos en fuego y nos consumíamos…
Me desperté sudando y respirando con dificultad. Logré salir a duras penas del saco de dormir y de la tienda de campaña, y recibí con alivio el aire frío de la noche en el rostro. Había dormido con la ropa puesta, así que lo único que me faltaba eran las botas, pero estaba acostumbrada a caminar descalza, por lo que no me preocupaba sentir la tierra bajo mis pies desnudos.
Connor estaba junto al fuego. Se acercó a mí.
—¿Estás bien?
Asentí como buenamente pude y empecé a peinarme con los dedos, pero entonces recordé que llevaba una trenza. Era en mi sueño donde llevaba el pelo suelto.
—Sí, estoy bien. Tan solo ha sido un mal sueño. —Aunque no en el sentido tradicional de las pesadillas. Tenía más miedo de mí misma y de las imágenes que estaba evocando que de cualquier monstruo.
Kayla estaba sentada sobre un tronco. Se levantó y se acercó a nosotros.
—Estás pálida. ¿Seguro que estás bien?
—Sí, sí. ¿Por qué no te vas a dormir? Acabaré tu turno.
—Lucas cree que prestamos más atención si…
—Lo sé. Si no hacemos guardia con nuestra pareja. Connor y yo nos comportaremos.
Miró a Connor. Este asintió y señaló con la cabeza hacia nuestra tienda de campaña. Kayla se encogió de hombros, sonrió y me dio una palmadita en el hombro.
—Vale. Gracias.
Desapareció en el interior de la tienda.
Connor me cogió la mano.
—Ven a sentarte junto al fuego. Te sentirás mejor.
Lo dudaba.
—Había fuego en mi sueño. Todo a mi alrededor ardía en llamas. Abrázame.
No esperé a que me respondiera. Caminé hacia sus brazos extendidos sin dudar por un instante que no fueran a recibirme con ternura. Siempre había sido mi gran apoyo.
Eché la cabeza hacia atrás y miré fijamente sus ojos azules. No sé qué leyó en mi cara, pero bajó la cabeza y me besó.
El beso no se pareció en nada al del sueño. Fue agradable y dulce y cálido. En él había confianza. Constancia. Era real.
El beso del sueño fue… fue… bueno, tan solo había sido un sueño.
Connor me llevó hasta el tronco donde había estado sentada Kayla. Una vez que me hube sentado, se puso en cuclillas delante de mí y me colocó algunos mechones de pelo tras la oreja.
Tragué saliva.
—El día del solsticio, cuando no me encontrabas… Estaba con Rafe.
La tristeza se apoderó de sus ojos antes de que dijera en voz baja:
—Lo sé.
—Oliste su aroma en mí.
Asintió.
—¿Por qué no me dijiste nada?
—O eres mía o no lo eres. Si eres mía, lucharé por mantenerte a mi lado. Si no lo eres… quizá no quiera saberlo.
Le acaricié la mejilla con los dedos. A diferencia de Rafe, rara vez tenía barba.
—No pasó nada. Solo fuimos a dar una vuelta con su moto. Necesitaba escapar de tanta tristeza y melancolía un rato.
—Eso es lo que Rafe me dijo.
—¿Te encaraste con él?
—Por supuesto. Fue por eso por lo que discutimos mi padre y yo. Mi padre pensaba que tenía que haberlo retado a un duelo.
—¡Pero eso es una locura! No puedes matarlo porque me haya llevado a dar una vuelta en moto.
—Tranquilízate, Lindsey. No tengo pensado retarlo. Quiero creer que con los años nos hemos vuelto un poco más civilizados y que podemos solucionar nuestras diferencias como humanos, no como animales.
—Pero ¿es ese el motivo por el que ya no está en nuestro equipo de serpas?
—No. Los mayores están realmente preocupados por Brittany. Si Daniel y ella no encajan, probablemente pongan a alguien más con nosotros.
Pensé en contarle que Brittany no había conectado con Daniel, pero todavía nos quedaban algunos días para que las cosas cambiaran.
De repente el vello se me erizó, y no de la manera agradable en que había ocurrido en mi sueño.
—Connor, ¿no tienes la sensación de que nos están observando?
—Sí.
Comencé a respirar más despacio mientras intentaba averiguar desde qué dirección podían estar haciéndolo.
Connor se giró de repente. Dos niñas estaban asomando la cabeza por una de las tiendas. Las dos rompieron a reír y se volvieron a meter dentro.
Connor se rio.
—No recuerdo que fuera tan tonto a su edad.
—No creo que fueran ellas —dije mientras me ponía en pie. Me giré lentamente, pero la sensación inicial había desaparecido.
—Es todo lo que he percibido. —Connor olfateó el aire—. Nada fuera de lo común.
No podía quitarme la sensación de que había habido alguien más.
—Lucas probablemente tenga razón. No deberíamos hacer guardia con alguien con quien preferiríamos estar acurrucados o hablando.
Connor sonrió.
—Tenemos un líder muy sabio. Quédate aquí. Yo daré una vuelta alrededor del campamento.
Pero yo sabía que no iba a encontrar nada. Quienquiera que hubiera sido ya se había marchado. Pero aun así no dejé de preguntarme quién había sido y, más importante todavía, qué quería esa persona.