5

Cuando llegamos a Wolford, Rafe introdujo una tarjeta electrónica en la puerta para abrirla. Era un refuerzo reciente de nuestras defensas, otra prueba más del extraño lugar que ocupábamos en el mundo, a medio camino entre lo arcaico y lo moderno.

Se dirigió a una zona donde había unos cuantos jeeps y todoterrenos aparcados. Era tarde. La celebración había terminado. Todo estaba en silencio mientras caminábamos hacia la mansión.

—Entra —dijo Rafe tras detenerse—. Será mejor que no nos vean juntos.

—Vale. —Sería un desastre encontrarme con Connor. ¿Cómo iba a explicárselo? No podía—. Esto, gracias por librarme un rato de tanta tristeza y pesimismo.

—Sí, y a cambio casi te matas. No está mal.

Sonreí.

—Ha sido culpa mía. He estado en este parque el tiempo suficiente como para saber que no debería colocarme junto al borde de un precipicio —dije, aunque todavía me sentía como si estuviera al borde de uno. Metafóricamente hablando, claro—. ¿Has pensado en Brittany? Ya sabes, como pareja. Está disponible.

Rompió a reír.

—¿Qué estás haciendo?

—Intentando ofrecerte alternativas —respondí con sinceridad.

—No quiero alternativas. No siento la misma avidez por Brittany. No siento nada por ella más allá de una leve curiosidad y una amistad. No me pregunto cómo sería besarla. No siento la necesidad de acurrucar mi cuerpo junto al suyo. No… —Se acercó y recorrió con sus labios el contorno de mi rostro, inhalando mi aroma, haciendo que un escalofrío me recorriera el cuerpo—. No me gusta su fragancia. No sueño con ella. Te quiero a ti.

Antes de que pudiera responder, se dio la vuelta y echó a andar. Mi corazón latía de manera irregular y tenía la boca seca. Lo había dicho como si no pensara darse por vencido. No sabía si sentirme halagada o preocupada.

A punto estuve de echar a correr tras él. Tenía que intentar hacerle entrar en razón. En vez de eso dejé que se marchara, negándome a reconocer que una pequeña parte de mí se alegraba de que hubiera rechazado la posibilidad de estar con Brittany. Estaba hecha un lío.

Ya dentro de la residencia había unas pocas luces encendidas, pero el lugar también estaba en completo silencio. Supuse que todo el mundo estaría ya acostado. Me dirigí hacia las escaleras.

—¿Lindsey?

Casi se me para el corazón al oír la voz de Connor. Me di la vuelta despacio y lo vi junto a la entrada del salón. Tragué saliva antes de decir:

—Hola.

Echó a andar hacia mí.

—¿Dónde te habías metido? No te encontraba por ningún lado.

Me encogí de hombros.

—Yo… Todo el mundo estaba tan melancólico y preocupado que quería estar sola un rato.

Me observó con sus profundos ojos azules y durante unos instantes pareció triste. Mi corazón a punto estuvo de detenerse de nuevo. Quería pedirle perdón por haberme ido con Rafe, pero temía que eso solo empeorara las cosas. No quería hacer daño a Connor. Y, la verdad, se lo haría, sin duda. Finalmente asintió.

—Escucha, los serpas van a regresar mañana por la mañana a la entrada del parque para guiar a un grupo de girl scouts que nos ha contratado. Pensé que podríamos ir con Lucas. Ha traído su jeep.

—Estaré lista.

—De acuerdo. Nos vemos entonces.

Sabía que tenía que haber dicho algo más, pero la culpabilidad me estaba matando. Subí a toda prisa las escaleras y eché a andar por el pasillo, dejando atrás varias puertas cerradas. Doblé una esquina y me topé con la visión de Kayla y Lucas entrelazados cual pretzel. Se estaban besando delante de la ventana y la tenue luz de la luna trazaba sus siluetas. A juzgar por el calor que emanaban, lo que me extrañaba era que el cristal no se hubiera empañado. Estaban tan absortos el uno en el otro que ni siquiera me habían oído.

Todo lo silenciosamente que pude, doblé de nuevo la esquina, me puse en cuclillas y me pegué contra la pared.

Tenía unas ganas terribles de llorar. Rara vez lo hacía, pero de repente me sentía perdida e increíblemente sola.

¿Por qué Connor y yo no nos habíamos escabullido en un rincón para darnos un beso fugaz? ¿O uno largo? ¿Dónde estaba nuestra pasión? ¿Aparecería tras mi transformación? ¿Sería entonces cuando no seríamos capaces de estar alejados el uno del otro?

Pensé en Rafe y en lo mucho que deseaba que me abrazara, que me tocara, que me besara, y en lo difícil que me había resultado apartarme de él cuando en realidad lo que quería era echar a correr tras él. Pero eso solo era deseo, ¿no? Una mera reacción física. El amor era más que eso. El amor era algo interno. El amor era tu corazón y tu alma. Era todo lo que era importante. Era…

Mis pensamientos se detuvieron bruscamente cuando Lucas dobló la esquina y casi se da de bruces conmigo.

—¡Lindsey! ¡Perdona!

—La próxima vez buscaos un hotel —le dije en broma mientras me ponía en pie.

Soltó un pequeño gemido de vergüenza por haberlos pillado en tan apasionado abrazo. Si no hubiera sido por la oscuridad del pasillo, lo habría visto sonrojarse. Lucas era el tipo más reservado que había conocido nunca. No tenía ni idea de que estuviera interesado en Kayla hasta que fueron pareja.

Me percaté de que me estaba mirando con detenimiento. Era capaz de someter a alguien al tercer grado sin palabras. Pero yo no estaba de humor.

—Buenas noches —dije.

Antes de poder dar un paso, sin embargo, me cogió del brazo.

—¿Estás bien? Pareces… distraída.

¿Cómo reaccionaría si le confesara que dudaba de mis sentimientos hacia Connor? Puesto que era amigo tanto de Connor como de Rafe, ¿no lo pondría en una situación complicada? Supuse que cuanta menos gente lo supiera, mejor.

—Es solo que acabo de toparme con una escena de lo más explícita. Estoy intentando no visualizarla de nuevo. Y ahora me voy a la cama.

Sentí un alivio inmenso cuando me dejó marchar. Como líder de nuestra manada, Lucas consideraba su deber velar por todos nosotros, pero yo no creía que pudiera ayudarme con mi problema.

Fui a la habitación que compartía con Kayla y Brittany. Kayla estaba sentada en la cama. Brittany estaba haciendo flexiones sobre una estera. A juzgar por el sudor de su frente, supuse que estaba a punto de llegar al centenar que hacía cada noche. ¿Yo? Yo prefería meterme en la cama con un buen libro.

—¿Dónde has estado? —preguntó Brittany con la respiración entrecortada mientras intentaba mantener su ritmo.

—¿Dónde crees? Con Connor.

—¿Y qué eres entonces, la serpa invisible? Porque ha estado buscándote.

Me tiré en la cama y me quité las zapatillas.

—Quería estar sola.

Dejó de hacer flexiones y comenzó con los estiramientos.

—Entonces, ¿por qué no dices eso y ya está?

Porque me sentía culpable.

—Quizá no me gusta que me interroguen.

—Solo ha sido una pregunta.

Comencé a mover los hombros para aliviar un poco la tensión.

—Lo siento. Todo esto de Bio-Chrome me tiene de los nervios. —Miré a Kayla, que se estaba cepillando su largo cabello pelirrojo—. Por lo general, la celebración del solsticio de verano es un poco más festiva.

—La verdad es que me lo he pasado muy bien —dijo resplandeciente—. He hablado con todas las personas que conocieron a mis padres. Mis padres adoptivos son geniales, pero antes de este verano jamás había sentido que perteneciera a ningún sitio. Pero aquí me siento como en casa.

Los padres de Kayla habían sido asesinados cuando ella era pequeña y había sido adoptada por una familia no cambiaforma. Hasta ese verano, ni siquiera había sabido que nuestra especie existía. Eso sí que era que tu mundo, tu realidad, se pusiera patas arriba. No podía ni imaginarme lo impactante que tenía que resultar.

Cogí la mochila de los pies de la cama y hurgué hasta encontrar unos pantalones cortos de algodón y una camiseta de tirantes para dormir. Una vez que me hube cambiado de ropa, me senté con las piernas cruzadas en la cama. Brittany había terminado sus ejercicios y se disponía a acostarse. Pensé que era un buen momento para tener una charla de chicas.

—Kayla… Los chicos nunca cuentan cómo es la transformación. Se muestran de lo más reservados. ¿Cómo es la primera vez?

—Puf, es difícil de explicar. —Apoyó la espalda contra el cabecero, cerró los ojos y entrelazó los dedos—. Es tan intenso. Es como si el dolor y el placer se mezclaran y no supieras qué deberías estar sintiendo y, entonces, ¡bam!, notas una sobrecarga máxima y de repente tu cuerpo tiene otra forma y tu mente está más… más alerta. —Sonrió y abrió los ojos—. Es increíble.

—He oído que es dolorosísimo —dijo Brittany.

Kayla asintió.

—Lo es… si pasas por ello sola. Los chicos tienen que hacerlo, pero como Lucas estaba conmigo, me mantuvo distraída, así que el dolor fue tan solo una leve molestia.

—¿Crees que habría sido más doloroso si no lo hubieras amado? —pregunté.

—No querría pasar por algo así con alguien a quien no quisiera. Es demasiado personal y privado.

No era exactamente lo que deseaba oír. Quería a Connor, pero ¿era suficiente con eso? Es decir, ¿era ese tipo de amor sin el cual mi vida no tendría sentido?

—Pues estoy bien jodida —dijo Brittany—. O paso por ello sola, con la posibilidad de morir en el proceso, o paso por algo tan íntimo con alguien a quien no quiero, que me parece bastante peor y más asqueroso que pasar por ello sola.

—Alguien te reclamará, Brittany —insistí.

—¡Solo tengo dos semanas! Se me acaba el tiempo. Además, no quiero a cualquiera. Quiero a alguien que me mire de la manera que Lucas mira a Kayla, como si ella lo fuera todo.

Kayla se echó a reír.

—¿Lucas me mira así?

—Dios, lo hace todo el tiempo —dije. Resultaba extraño ver al musculoso y silencioso Lucas tan pillado. Pero, al igual que todas las chicas, ansiaba un chico que pensara que ella era su destino. Era aterrador y romántico a la vez. En la mayoría de las sociedades, las chicas de nuestra edad no se enamoraban tan pronto, pero no somos como la mayoría de las sociedades. La nuestra está gobernada por el destino.

—Tú lo miras igual, claro está —le dije.

Kayla volvió a reírse.

—Sí, es probable. Estoy loca por él.

—Quizá tu verdadera pareja todavía no se haya fijado en ti, Brittany —le dije, intentando ser optimista. Pero lo cierto es que era extraño que una chica que estuviera a punto de transformarse no tuviera a ningún chico interesado en ella.

—Sí, claro. Y nos vamos a chocar en estas dos semanas, ¿no? Sed realistas. Me voy a dormir —dijo Brittany antes de apagar la lámpara de su mesilla, dejándonos en la más absoluta oscuridad.

Me sentía mal por ella, pero también era consciente de que no quería mi compasión. Siempre estaba intentando demostrar lo fuerte que era.

Estaba demasiado inquieta como para meterme bajo las mantas e intentar dormir. Tenía miedo de que me estuviera aguardando otro sueño como el que había tenido la noche anterior. Fui hasta la ventana y eché un vistazo por entre las cortinas. Por algún motivo, aquella charla acerca de encontrar a nuestra verdadera pareja, de pasar la primera transformación con alguien a quien quisieras de verdad… me había dejado con una enorme sensación de vacío y confusión. Pasaría por ello con Connor. ¿Por qué no me tranquilizaba?

Oí las leves pisadas de unos pies desnudos.

—¿Estás bien? —me susurró Kayla cuando llegó hasta mí.

—Sí —dije también en voz baja. Por lo general Brittany tardaba poco en dormirse, pero no quería correr el riesgo de despertarla. No comprendería mi confusión, ni me ofrecería consuelo. Kayla sí.

—Verás… una de las cosas que ocurren después de la primera transformación es que todos tus sentidos se agudizan —dijo Kayla en voz baja.

—Sí, eso he oído. —Me pregunté adónde quería llegar. A diferencia de Kayla, eso no era nuevo para mí. Mis padres eran cambiaformas. Había crecido rodeada de cambiaformas.

—El olor es una de las cosas que mejor percibo. Sabes, como cuando vas a tu restaurante favorito y huele tan bien.

—Sí, claro.

—Bueno, pues ahora es como si pudiera percibir cada olor por separado. No huelo la lasaña. Huelo el tomate y el ajo y la pasta y la mozzarella. Huelo cada uno de los ingredientes. Cuando entro en una habitación llena de gente, huelo a todas y cada una de las personas allí reunidas. Como ahora. Percibo levemente a Connor… y mucho a Rafe.

¡Pillada!

—¿Estás queriendo decirme algo? —pregunté, molesta por su sentido del olfato y un tanto atemorizada por la posibilidad de que Connor también hubiera olido a Rafe en mí. Quizá ese fuera el motivo por el que se había mostrado tan distante y por el que no me había llevado a un rincón para besarme.

—Esta noche has estado con Rafe mucho más tiempo del que has estado con Connor. No es asunto mío, pero si necesitas hablar… —Puso la mano en mi hombro y lo estrechó—. Eres mi mejor amiga, estoy aquí para lo que necesites.

—No lo sé, Kayla. No sé qué estoy sintiendo en estos momentos. Sé que cuando tienes tu primera transformación te unes más a ese chico…

—Creo que esa unión tiene que existir antes, Lindsey. Sí, será más intensa cuando hayas pasado por la transformación junto a él, pero las emociones necesitan un ancla.

—Connor es un buen tío. Siempre está ahí. Puedo confiar en él.

Pero ¿eso significaba que lo que sentíamos el uno por el otro estaba bien, que era todo lo intenso que tenía que ser? Si le contaba mis dudas, ¿perdería su amistad? ¿Podría soportar perderlo después de haberlo tenido durante la mayor parte de mi vida?

—Pero ¿lo quieres? —preguntó Kayla.

¿Por qué esa pregunta parecía ser el tema de la noche? ¿Y por qué demonios no sabía la respuesta?

A la mañana siguiente desayuné con mi madre y mi padre. El comedor estaba lleno de mesas pequeñas y redondas cubiertas de manteles para que las familias pudieran tener conversaciones privadas. Lo que tuve yo, sin embargo, fue un tercer grado en toda regla.

—No te vimos anoche —dijo mi padre, tratando de iniciar una conversación, pero sabía reconocer sus tácticas de abogado. Su cabello oscuro comenzaba a volverse canoso en las sienes. Le daba un aspecto muy distinguido, incluso aunque sus ojos marrones me miraran cual lobo olfateando un conejo.

—Estaba por ahí con mis amigos.

—Connor estaba buscándote —dijo mi madre. Incluso en medio de la naturaleza más indómita, mi madre siempre iba perfectamente arreglada, como si se dispusiera a tomar el té con la reina. Sí, mi familia (al igual que la de Connor) eran miembros de la élite de nuestro clan. Nunca nos manchábamos las manos para arreglar un motor o similar; contratábamos a gente para que hiciera ese tipo de cosas. Contratamos incluso al padre de Rafe, hasta que comenzó a beber tanto que se volvió adicto y problemático.

—Me encontró —le aseguré.

—Lo que no entiendo es por qué tuvo que ir a buscarte en primer lugar —dijo mi madre mientras se colocaba un mechón de su cabello rubio en el moño francés que llevaba.

—El partido de rugbi me estaba aburriendo, así que me fui a dar una vuelta.

—¿Sabes que cuando una persona miente, el aroma de su piel cambia? —preguntó mi padre mientras untaba distraídamente mantequilla en su tostada.

Gruñí para mis adentros. Es imposible guardar un secreto aquí. Decidí cambiar de tema.

—¿Es por eso por lo que eres tan bueno en los tribunales? ¿Porque sabes cuando un testigo miente?

—Esa es una de las razones. ¿Quieres darme otra respuesta?

—No. Estoy satisfecha con la que te he dado.

Entrecerró los ojos y me miró. Esa mirada depredadora era probablemente otra de las razones por las que era tan buen abogado. Si no hubiera crecido viéndola, en esos momentos estaría temblando de miedo.

Sabía que mi padre era como decía el refrán: perro ladrador, poco mordedor, salvo cuando se transformaba en lobo. Entonces podía rebanar cuellos sin remordimiento alguno. Corría el rumor de que lo había hecho una vez, a un tipo que había matado a un par de adolescentes y había quedado en libertad por un tecnicismo jurídico. Pero, si eso era verdad, mi padre jamás lo había reconocido. Creía en la ley de la selva, pero solo trabajaba dentro de los límites de la ley de los estáticos.

—Te vi con el chico de Lowell anoche —dijo con una tranquilidad pasmosa.

Noté que la ira crecía en mi interior.

—¿Chico? Rafe es un guardián oculto, protege tu culo…

—Vigila tu tono conmigo, jovencita.

A veces mis padres podían ser tan… bueno, tan padres. Era de lo más irritante.

—¿Por qué no me preguntas por él en primer lugar, en vez de tratarme como a un delincuente en el estrado?

El músculo de la mejilla de mi padre se tensó.

—Créeme, cariño, soy bastante más despiadado con los delincuentes. No quieras llegar a saberlo.

—Tan solo estamos preocupados, cielo —dijo mi madre, devolviendo algo de calma a la mesa. Era buena en eso. Tenía un spa de renombre mundial en nuestro pequeño pueblo. Atraía prácticamente al mismo número de turistas que el parque nacional—. He pasado por eso también. Sé que hay momentos de miedo cuando te estás acercando a tu primera transformación, pero tienes a Connor. Y él es más apropiado para ti.

¿Apropiado? Me acordé de la comparación de Brittany con los zapatos del día anterior. Parecía como si mis padres y yo estuviéramos escogiendo accesorios y complementos. Resultaba insultante, tanto para Connor como para mí.

—¿Y eso qué quiere decir…? —le espeté.

—Connor es de tu misma clase social. La familia de Rafe es un poco más… ordinaria.

—Su padre era alcohólico, pero él no.

—Rafe fue detenido por robar un coche —dijo mi padre.

Unos años atrás había hecho un puente a un coche. Lo había olvidado.

—Tenía dieciséis años. Fue justo después de que su padre muriera en aquel terrible accidente de coche. Quizá estuviera en estado de choque. No ha hecho nada malo desde entonces.

—Quieres decir que no lo han cogido haciendo nada malo.

—Vale, bien. Mirad, Rafe es mi amigo. Es amigo de Connor. Si vais a hablar mal de él, me largo de aquí.

—¿Estuviste con él anoche? —preguntó mi madre.

—No pasó nada. —Sabía que eso era lo que realmente me estaban preguntando. ¿Estaba engañando a mi novio? ¿Al perfecto Connor? Eché mi silla hacia atrás—. Tengo que ir con los demás. Me alegro de veros.

No. Nunca era así. Querían que yo fuera como ellos: ricos, con éxito, seguros de sí mismos.

Antes de poder salir pitando de allí, mi madre me cogió y me dio un abrazo breve; apenas nos rozamos. Había oído que algunas familias de cambiaformas rodaban juntas por el suelo como cachorros de lobo. No era el caso de mis padres. En ocasiones me preguntaba si realmente se sentían cómodos con la parte animal de nuestro legado.

Mi padre me dijo:

—¿Necesitas dinero? —Era su manera de decir «te quiero».

—No. Estoy bien. Me llega un cheque cada semana. —Le di un abrazo porque sabía que otras familias podían estar mirando. El lema de nuestra familia era que nunca pareciera que algo iba mal. Mi padre probablemente acabaría presentándose a gobernador. Nada que tuviera que ver con nosotros podía generar un escándalo. Ese era el motivo por el que se sentían más a gusto con Connor que con Rafe. Connor tenía el rango de águila en los boy scouts. Rafe había estado en un reformatorio.

Cogí mi mochila y salí. Escudriñé con rapidez el aparcamiento. La moto de Rafe no estaba. Supuse que ya se habría marchado.

Connor estaba al final de las escaleras, contemplando el parque.

—Ahórrame otro desayuno con mis padres —gruñí cuando me uní a él.

—Qué me vas a contar. Yo he discutido con mi padre —dijo con cansancio.

—¿Por qué?

—Nada de lo que tengas que preocuparte.

Pero ¿no se supone que deberíamos compartir momentos malos como ese?

—No te he visto en el comedor —dije.

Me miró con una sonrisa burlona.

—Desayuné con ellos pronto. Los mayores han tenido una reunión especial con algunos de nosotros después.

—No lo sabía.

Se encogió de hombros.

—Solo era para chicos.

Brittany tenía tanta razón. Estábamos en un grupo sexista. No pude ocultar el enfado en mi voz.

—¿Y qué es lo que estáis haciendo? ¿Planear una operación secreta que es demasiado peligrosa para que las chicas tomemos parte?

—Es secreta, pero solo es peligroso si Brittany lo averigua.

—No es la única que se molestará por no ser incluida.

—No es lo que piensas.

—Entonces, ¿qué es? —le pinché.

Volvió a fijar la mirada adonde quiera que hubiese estado mirando hasta que yo había llegado.

—¿Connor? ¿Qué ocurre?

—Tienes que prometerme que no vas a contarlo.

Aquello me pareció tan infantil, pero qué más daba. Quería saber qué estaba pasando.

—No hace falta que lo prometa.

—Aun así, dilo.

—Prometo no contarlo. —Era tan impropio de él ser así de melodramático que estaba comenzando a preocuparme un poco.

—Los mayores están preocupados por Brittany. Ya sabes. Porque no tiene pareja. Están buscando un voluntario.

Me horrorizó que estuvieran intentando juntarla con alguien que no la quisiera. Especialmente después de lo que Kayla había confesado, lo íntimo que era transformarse delante de alguien. Y Connor hacía bien en guardárselo para sí. Brittany estallaría de ira si se enteraba.

—¿Qué? ¿Una pareja por pena?

Connor parecía de lo más incómodo, y entonces supe que era exactamente eso. Peor que una cita a ciegas. Ya puestos, también podían concertarle un matrimonio.

—¡Connor, eso es una locura! —Entonces se me vino un pensamiento a la cabeza. Quizá alguno de los chicos sí sentía interés por ella, pero era demasiado tímido para lanzarse. Quizá si, en cierto modo, lo obligaran…

—¿Se ofreció alguno voluntario? —pregunté.

—No. Sacaron un nombre.

—Es una locura.

—Mira, ella no tiene por qué elegirlo. Pero va a ser parte de nuestro equipo de serpas, va a pasar tiempo con nosotros, y así podremos determinar si hay química entre ellos.

Oh, seguro que habría química, como una explosión en un laboratorio, pero solo si Brittany descubría lo que los mayores estaban intentando hacer. Por otro lado, no habíamos tenido mucho tiempo para relacionarnos con los otros guardianes ocultos, por lo que quizá simplemente se debía a que no había pasado el tiempo suficiente junto a alguien como para que esa atracción surgiera.

Una parte de mí deseaba tener su problema, porque sentir algo por dos chicos parecía casi peor.

Sonó un claxon y Lucas acercó su jeep. Kayla iba en el asiento delantero y Brittany detrás.

Connor me abrió la puerta porque, claro está, venía de una familia que hacía ese tipo de cosas. No me imaginaba a Rafe haciéndolo. Probablemente consideraría que podía hacerlo yo misma. Subí. Connor metió las mochilas en la parte trasera del jeep antes de sentarse a mi lado.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer con Bio-Chrome? —pregunté.

—Permanecer alerta —respondió Lucas.

—¿No crees que deberíamos tomar la iniciativa, ir tras ellos?

—No hasta que sepamos más.

Miré a Connor. Me cogió la mano y me besó los nudillos. Sentí que Brittany se revolvía en el asiento y mis mejillas se ruborizaron.

—He oído que va a entrar un nuevo miembro en nuestro equipo —dije sin aparentar interés.

—Sí. —Lucas me miró por el espejo retrovisor antes de ajustarlo ligeramente para poder ver a Brittany—. Daniel. Se unirá a nosotros mañana.

—Es el chico de Seattle, ¿no? —preguntó Kayla.

—Sí —dijo Lucas.

Se había convertido en guardián oculto ese mismo verano. Lo conocíamos, claro está, pero no sabíamos mucho de él.

Miré a Brittany. Estaba mirando por la ventana, como si no pudiera interesarle menos que un chico nuevo entrara a formar parte de nuestro equipo.

—Me alegro de tener a un miembro más —admití—. Con todas esas crías que nos esperan mañana, cuantos más seamos, mejor.

Lucas se aclaró la garganta.

—Lo cierto es que seguimos siendo los mismos en número. Rafe ha sido reasignado.

Miré a Connor, que en esos momentos me apretaba la mano con más fuerza, aunque después la volvió a aflojar.

—No me lo habías contado.

—¿Es importante? —preguntó Connor en voz baja, sin ni siquiera mirarme.

Eso dependía del motivo por el que había sido reasignado. Para mí sí lo era, pero no podía admitirlo sin explicar el porqué. Pero cuando vi que Connor apretaba la mandíbula, tuve la terrible sensación de que quizá ya supiera la respuesta.