CAPÍTULO 25

Después de que Kathrine Reveneu, en la actualidad Bäck, le dijera a Mikael que una mujer llamada Linda Malmgren visitaba a su madre en la cárcel, la esposa del alcalde pasó a convertirse en la principal sospechosa. A la mañana siguiente, Nina fue la encargada de llamar a la penitenciaría de mujeres para tratar de obtener información que confirmara lo que ya sospechaban. El nombre efectivamente aparecía en la lista de visitas, pero no les alcanzaba con eso. Entonces, les pidió a las autoridades de la prisión que le enviaran las cintas de video que registraban las visitas de los días jueves, que era cuando Hilda Äland recibía a Linda Malmgren. Unas horas después, un mensajero llegó con un paquete certificado de parte de la penitenciaría estatal de Rättvik.

Nina llevó las grabaciones a la oficina de Karl, y allí se les unió Mikael.

—El oficial que habló conmigo me informó que las visitas de Linda eran por la tarde, nos centraremos entonces en ese momento del día —manifestó la sargento, mientras avanzaba el video.

Los tres observaron con detenimiento. De pronto, una mujer con la cabeza cubierta apareció delante de las cámaras.

—¡Detenla ahí! —le pidió Mikael.

La imagen era un tanto borrosa y de mala calidad, pero se podía distinguir bastante bien que la que entraba en ese momento hacía lo posible para pasar desapercibida. Llevaba una pañoleta en la cabeza con la cual también se cubría el rostro.

—Tiene que ser ella —dijo Nina—. Agrandaré la imagen, aunque no creo que sirva de mucho.

—Es imposible establecer si se trata de Linda o no —aseveró Karl, decepcionado.

—¿Qué hay de la identificación que debe presentar para poder entrar a la prisión?

—Al parecer estaba todo en regla; el oficial confirmó que la persona que visitaba a Hilda Äland era Linda Malmgren.

—Si es así, ¿por qué pone tanto empeño en ocultarse? —preguntó Karl.

Mikael creía tener la respuesta a aquel interrogante.

—Porque, como esposa del alcalde, no querría que se supiera que visitaba a una asesina en prisión. Si a eso le sumamos la posibilidad de que Linda sea Stina Reveneu, tenía un motivo mucho más poderoso para esconderse.

—Un examen de adn lo confirmaría —alegó Nina—. Pero ningún juez nos dará la orden basándose solamente en nuestras sospechas. ¿Cómo haremos para conseguir una muestra de adn?

Los tres miraron la fotografía que yacía sobre el escritorio del inspector.

Greta era quien iba a ayudarlos a demostrarlo.

Esa misma mañana, Karl pasó a verla por la librería y le contó lo que habían descubierto. Greta se extrañó de que Mikael no la hubiera llamado para ponerla al tanto de las novedades, pero, de seguro, tenía otras preocupaciones en mente como para ocuparse de ella. Interrumpió la conversación con su padre para atender a uno de sus clientes y apenas se marchó dijo:

—Solo hay una manera de comprobar si Linda es Stina Reveneu.

—Un análisis de adn, pero no podemos presentarnos con ella y pedirle que colabore así como así. Además, el juez no otorgará la orden si no hay alguna prueba concreta en su contra, solo tenemos indicios y fuertes sospechas. Nada más. Sabemos que vive cerca de la casa de Mary Johansson, que pudo haber roto el cristal de la ventana y haber escrito en la pared de Némesis, pero no podemos probarlo. Tampoco podemos comprobar que haya tenido acceso a la adenosina.

—Yo puedo conseguir una muestra de su adn, papá.

Karl asintió tranquilamente, y la sorprendió con su reacción. Pensaba que iba a poner el grito en el cielo ante su ofrecimiento, pero no fue así.

—¿No vas a enojarte?

—No. Hemos estado evaluando nuestras posibilidades y llegamos a la conclusión de que tú eres la única persona que puede conseguir una muestra de adn de Linda. Tienes acceso a ella, y no va a sospechar nada.

—Así es, puedo presentarme en su casa con la excusa de hacerle una visita o de llevarle los apuntes de la última reunión, ya que ella no se presentó. Me dejó un mensaje en la contestadora diciéndome que se había confundido el día de la reunión y que tenía un compromiso. —Greta hizo una pausa para pensar, luego comentó—. ¿Qué día visitaba Linda a Hilda Äland?

—Los jueves —respondió Karl.

—La reunión en su casa iba a celebrarse el jueves, por eso la canceló.

—Seguramente, fue a ver a su madre a la cárcel.

—¿Cuándo quieres que vaya a su casa?

—De eso precisamente quería hablarte, de ninguna manera vas a ir sola. Me gustaría que Hanna te acompañase. También integra el Club de Lectura y no creo que Linda sospeche algo si te presentas en su casa con ella. Mikael cree que puedes ir mañana. Cuanto antes, mejor, hija.

Greta estuvo de acuerdo, pero no estaba tan segura que involucrar a Hanna fuese lo más prudente. Al hacerlo tendría que contarle lo que estaba sucediendo. No quería condicionarla, ni que tuviera miedo. Además, su fama de boca floja podía echar a perder el plan.

—Espero que no cometas ninguna tontería. Si Linda es la asesina, se trata de una mujer peligrosa que puede lastimarte.

—Sé cómo cuidarme, papá; tú, tranquilo.

Karl se despidió de su hija con un intenso abrazo y, mientras le acariciaba el pelo, volvió a recomendarle por enésima vez que se cuidara y que actuara con prudencia.

* * *

—¿Que tú quieres qué? —Hanna abrió los ojos desmesuradamente mientras observaba el rostro impasible de su amiga.

Greta respiró hondamente y trató de no perder la paciencia con ella.

—Ya te lo he dicho. —Miró por encima del hombro. Había ido a ver a su amiga al estudio de fotografía, porque lo que tenía que proponerle tenía que decírselo en persona—. Quiero que me acompañes a la casa de Linda; la policía necesita una muestra de su adn y me han pedido ayuda a mí debido a que es miembro del club.

Hanna frunció el ceño.

—¿Para qué necesita la policía el adn de Linda Malmgren? —preguntó sin entender lo que pasaba.

Greta sospechaba que involucrar a la fotógrafa en aquel asunto no sería una buena idea. Ahora no tendría más remedio que ponerla al tanto de la investigación. Así que la llevó a la parte trasera del estudio y le contó todo lo que sabía. Respondió a cada una de las preguntas que le hizo y, cuando, por fin, su amiga estuvo al tanto de todo, le dijo:

—La verdad es que no quería meterte en todo esto, pero papá insistió en que fueras conmigo; fue la condición que puso para dejarme hacerlo. No puedo obligarte. Si no quieres acompañarme, está todo bien.

—De ningún modo, tu padre cuenta conmigo. No voy a dejarte sola —afirmó tomando la mano de su mejor amiga.

Greta la percibió nerviosa y asustada. Le sonrió para tranquilizarla.

—Haremos un buen equipo, ya lo verás.

Hanna asintió.

—¿Cuándo iremos?

—Hoy mismo. Nos presentaremos en su casa con la excusa de llevarle los apuntes de la reunión del jueves —le explicó—. Antes, pasaremos por la comisaría para que nos asesoren sobre qué elemento buscar con rastros de adn. —Ella no necesitaba que se lo dijeran. Después de más de quince años leyendo novelas de misterio, sabía exactamente lo que debía hacer.

—¿Mikael no irá con nosotras? —preguntó Hanna, de repente.

—No, por supuesto que no. Precisamente, la idea de que seamos nosotras las que vayamos es para evitar que Linda sospeche que algo sucede. Debemos ser discretas, no lo olvides.

—Qué pena, me habría gustado que el teniente Stevic fuese con nosotras, para protegernos en caso de que algo malo nos suceda. —Sonrió pícaramente; sabía el efecto que causaría en su amiga lo que acababa de decir.

—Nada malo va a sucedernos. —Se puso de pie y se acercó a la ventana. Sus ojos azules seguían el recorrido de la gran cantidad de coches que a esa hora de la tarde pasaban por la avenida. Trató de ignorar el comentario de la fotógrafa, pero no pudo. Había visto a Mikael por última vez el día anterior en la comisaría y algo había sucedido con él después de recibir una llamada. Se había carcomido el cerebro desde entonces pensando qué podría ser lo que le preocupaba tanto. Le hubiese gustado preguntarle algo, cuando él la llamó por teléfono, pero no se había animado.

—Mikael tiene sus propios problemas, amiga.

—¿Por qué no me cuentas qué sucede realmente con él?

—No hay nada que contar —le respondió, encogiéndose de hombros.

—Siempre hay algo que contar —replicó Hanna poniendo énfasis en la palabra «siempre».

Greta dejó escapar un suspiro, quizá ella tenía razón y lo que necesitaba era desahogarse con alguien. Así que, sin detenerse a pensarlo demasiado, comenzó a hablar.

* * *

Ese mismo día, las amigas se presentaron en la comisaría cerca de las tres de la tarde. Ambas estaban nerviosas, aunque se la notaba peor a Hanna.

Mikael vio que Greta se apartó de los demás y aprovechó para acercarse.

—¿Crees que tu amiga resista la presión?

Ella se dio vuelta de sopetón cuando escuchó esa voz.

—Espero que sí, la verdad es que habría preferido no involucrarla, pero mi padre no quiere que vaya sola.

—Se preocupa por ti, es normal —le dijo él con la vista puesta en Karl, que conversaba con la fotógrafa.

—Linda no va a atreverse a hacernos nada; es imposible que sospeche nuestras verdaderas intenciones.

—Sí, pero de todos modos debes tener mucho cuidado, sobre todo cuando tengas que hacer lo tuyo —le advirtió.

—Tendré cuidado; ya le he dicho a papá que sé cuidarme bien. —Sin siquiera darse cuenta, le estaba sonriendo. Cuando Mikael le devolvió la sonrisa y la tensión entre ellos se hizo abrumadora, ella se alejó de él con cualquier excusa.

Frederic le entregó un par de guantes de látex y una pequeña bolsa para recolectar evidencias, que Greta ocultó bien dentro de su bolso. También llevaba el cuaderno donde apuntaba las tareas del Club de Lectura para cumplir su papel a la perfección.

Se marcharon a las tres y media de la tarde. El inspector Lindberg le pidió a su hija que se comunicara con él apenas saliera de la casa de Linda, y ella le prometió que lo haría. Tomó la mano de su amiga con fuerza; ambas abandonaron la comisaría bajo la atenta mirada de todos.

El trayecto duró un poco más de quince minutos. Greta detuvo su Mini Cabrio frente a la propiedad de los Malmgren. Se preguntó qué diría Linda cuando las viera presentarse sin previo aviso. No tenía caso pensar demasiado en el asunto. Tomó la iniciativa, se bajó primero, rodeó la parte delantera del coche y golpeó la ventanilla del lado del acompañante.

—¿No piensas salir?

La fotógrafa se persignó antes de abrir la puerta y poner un pie fuera del auto. Atravesaron el sendero cubierto de nieve a toda prisa: Greta iba adelante y Hanna la seguía de cerca.

Se detuvieron en el porche. Cuando estaban a punto de llamar, la puerta se abrió, y apareció Linda Malmgren.

—¡Chicas! ¡Qué sorpresa! —La mujer se quedó mirándolas durante un largo rato, parecía no poder salir de su asombro.

—Linda, perdón por no avisar que veníamos, pero estábamos cerca y decidimos venir a visitarte, ¿verdad, Hanna? —Miró a su amiga, pidiendo que confirmara su historia.

—Sí, estábamos cerca y nos dijimos: ¿por qué no pasamos a ver a Linda? —dijo con una sonrisa.

—Pasen, que está haciendo demasiado frío. —Las condujo hasta el salón y las invitó a sentarse—. Estaba por tomar una taza de té, ¿quieren?

Ambas asintieron con la cabeza.

Greta observó el lugar apenas Linda se perdió detrás de la puerta de la cocina. La casa tenía dos plantas, por lo tanto no tenía más remedio que esperar la ocasión para subir y meterse en la habitación o en el cuarto de baño.

—Tranquilízate —le dijo a Hanna—. Todo va a salir bien.

En ese momento, la dueña de casa regresó de la cocina con una bandeja con tres tazas de té humeante y un plato con bollos de canela y magdalenas.

—Un poco de calorías extra no nos vendrán nada mal —les sonrió y colocó la bandeja encima de la mesita.

Greta tomó su taza de té. Su amiga la imitó. Ninguna de las dos probó ni los bollos ni las magdalenas. Estaban demasiado tensas y con el estómago cerrado.

—Te he traído los apuntes de la última reunión —le dijo Greta, mientras dejaba la taza de té sobre la mesa y sacaba un cuaderno del interior del bolso. Cortó un par de páginas y se las entregó.

—Muchas gracias. —Los leyó muy por encima y luego miró a la muchacha—. Lamento que no pudiera hacerse aquí en casa, pero me confundí de día. Como no solíamos hacer las reuniones los jueves, creí que tendría libre la casa, pero resulta que ya había pactado un compromiso.

—No te preocupes, comprendo la situación. —Cuanto más hablaba con ella, más le costaba creer que fuese una asesina. Solo había una forma de probarlo. Por eso, sin perder más tiempo, puso en marcha su plan—. ¿Podría usar el tocador? —Esa misma excusa le había servido cuando se había metido a hurtadillas en el despacho de Henrik Steinkjer, por lo que tendría que funcionar nuevamente.

—Por supuesto, sube la escalera. Es la primera puerta a la derecha —le explicó.

Greta se puso de pie, tomó el bolso y miró a su amiga antes de abandonar el salón.

Cuando llegó a la planta alta, lo primero que hizo fue cerciorarse de que no hubiese nadie. Luego, entró al cuarto de baño en donde se puso los guantes de látex. Revolvió en el cesto de la basura, pero no encontró nada útil. Después miró dentro del botiquín: solo había unos cuantos frascos de pastillas y potes de cremas faciales. Ignoraba si alguna de las cremas podía servir. No quiso arriesgarse, así que siguió buscando. Fue inútil, no había nada allí dentro que sirviera, por lo que no tuvo más opción que meterse en la habitación de Linda. Cruzó el pasillo y trató de adivinar detrás de qué puerta estaba. Por fortuna, la encontró en seguida. Corrió hasta la cómoda y allí encontró lo que buscaba: tomó un lápiz labial y se fijó primero que estuviese usado. Luego lo metió cuidadosamente dentro de la bolsa de evidencias que le había dado Frederic y salió de la habitación antes de que alguien la descubriera.

Regresó al salón en donde Linda y Hanna charlaban animadamente sobre dulces y pastelillos. Se unió a la conversación y probó una de las magdalenas ante la insistencia de la dueña de casa. La fotógrafa la miró de reojo, esperando que le hiciera alguna seña que indicara que su cometido había tenido éxito. Greta tocó disimuladamente el bolso y con aquel gesto le dio a entender que todo estaba bien.

* * *

Karl había decidido quedarse en la comisaría a esperar noticias. Estaba en su oficina, caminando de un lado a otro como una fiera enjaulada. De vez en cuando, miraba el reloj y se preguntaba cuánto tiempo más tardaría su hija en comunicarse con él.

Los ojos se le desviaron a la pizarra en la que Mikael había anotado los detalles de la investigación y se puso mucho más nervioso. Greta estaba en medio de todo. En realidad, lo había estado desde el principio cuando fue la primera que puso en duda que Annete Nyborg hubiese muerto por causas naturales. El hecho de que sospecharan que la posible asesina podía ser una de las integrantes del Club de Lectura hacía que el peligro que se cernía sobre ella fuera más real. Trató de no pensar demasiado en el asunto, pero sabía que hasta que Greta no estuviera de regreso no se iba a quedar tranquilo.

Se acercó al escritorio y se dejó caer en la silla. Nunca había sido un hombre paciente. Por otro lado, su hija, con su carácter impulsivo y su falta de prudencia, muchas veces lograba sacarlo de las casillas. Desde niña, había sabido siempre cómo salirse con la suya. Bastaba que sonriera o le diera un beso para que él terminara cediendo. Conforme fue creciendo, las cosas no cambiaron. Ella era su debilidad, pero también su fortaleza. Miró la fotografía. Jamás se perdonaría si algo le sucedía. Se masajeó el área alrededor de los ojos para aplacar un poco la jaqueca. Siempre le dolía la cabeza cuando estaba nervioso.

Alguien llamó a la puerta y el corazón saltó dentro del pecho.

—Adelante.

Wallström y Stevic entraron a la oficina.

—¿No hay novedades aún? —preguntó el teniente tan inquieto como el inspector Lindberg.

—No, no ha llamado, y me preocupa.

—Tranquilo —dijo Nina que apoyó una mano sobre el hombro de Karl.

—Greta sabe apañárselas muy bien —dijo Mikael.

—El día que tengan un hijo, podrán comprender por lo que estoy pasando.

Los otros dos se quedaron callados. El comentario de Karl había provocado en ellos reacciones completamente diversas. Nina, que, a sus cuarenta y ocho años, aún permanecía soltera, veía muy lejana la posibilidad de convertirse en madre algún día. Miró por lo bajo a Karl, y, de sus labios, escapó un suspiro. Por su parte, Mikael acababa de recibir la noticia de que su esposa estaba embarazada. Sin embargo, todavía no conseguía acostumbrarse a la idea de ser padre.

Wallström percibió que algo andaba mal con su compañero: era más que evidente que lo que el inspector acababa de decirles, no solo había calado hondo en ella. Estuvo a punto de preguntarle qué sucedía con él, pero el teléfono móvil de Karl sonó y alteró sus planes.

—¿Sí?

—Papá, ya está. Todo salió bien.

Pudo sentir cómo le temblaban las piernas. Dejó escapar el aire contenido en los pulmones y sonrió aliviado.

—Perfecto, hija. Ven directamente a la comisaría, te estamos esperando.

Cuando terminó de hablar con Greta, bajó la expectante mirada de sus compañeros momentáneos de cuarto.

—Lo consiguió. Mi hija lo hizo —manifestó henchido de orgullo.

—¡Lo sabía! —Mikael se apartó del armario y se abrazó con Nina. Habría deseado que fuese la propia Greta quien estuviera entre sus brazos en ese momento. No importaba, ya tendría la oportunidad de felicitarla por su exitosa misión cuando llegase.

—No canten victoria aún. El adn solo servirá para comprobar si Linda es Stina Reveneu o no. Sabemos que no servirá como prueba en un tribunal porque se obtuvo de manera ilegal —les recordó Wallström.

—Lo sé. Por eso, debemos profundizar la investigación y buscar por otro lado las pruebas que ratifiquen nuestras sospechas —aseveró Karl—. Mikael, ¿no habías dicho que Kathrine Reveneu había mencionado que Linda vivía a unas cuadras de su casa?

Mikael asintió.

—Supongo que habrá alguien de su familia que pueda confirmar su identidad. Regresa a Rättvik y lleva otra vez la foto de Linda.

—¿Quieres que vaya ahora?

—¿Tienes otra cosa mejor que hacer?

No iba a decirle que quería quedarse a esperar a Greta, así que no tuvo más remedio que acatar la orden.

Nina salió con él y se sorprendió cuando lo vio sentado en una de las banquetas del pasillo.

—¿No ibas a ir a Rättvik ahora?

—Prefiero estar aquí cuando regrese Greta —le respondió tranquilamente—. Lo otro puede esperar.

La mujer se sentó a su lado.

—¿Vas a decirme que te sucede o tendré que adivinarlo? —ella fue directo al grano.

Mikael se pasó una mano por el cabello y respiró hondo; luego, miró a su compañera a los ojos. La conocía desde hacía más de dos años, confiaba en ella ciegamente y sabía que, si le había hecho aquella pregunta, era simplemente porque se preocupaba por él.

—¡Vamos, siempre nos hemos contado todo!

Él inclinó la cabeza hacia abajo y, de sus labios, brotó un suspiro lastimero.

Nina entonces se preocupó en serio; nunca antes lo había visto tan apesadumbrado. Se ubicó a su lado y le tocó la mano.

—¿Qué es? Sabes de sobra que puedes confiar en mí.

Alzó la vista y la miró directamente a los ojos.

—Pia está embarazada.

Ella guardó silencio. Realmente, no esperaba una noticia semejante, tampoco comprendía por qué la llegada de un hijo había puesto a Mikael de aquella manera.

—¡Te felicito! —Lo abrazó. Cuando se separó, se sorprendió de no ver una sonrisa en el rostro de su compañero—. ¿No te alegra saber que vas a tener un hijo?

Él se encogió de hombros.

—En realidad, no sé qué demonios me sucede. Debería estar feliz y no lo estoy. La noticia me tomó desprevenido. Creo que me asusta la idea de convertirme en padre. Pia llevaba intentando quedar embarazada más de un año. Ha hecho una docena de tratamientos y no daban resultado. Quizá yo también me había hecho a la idea de que la paternidad no era para nosotros.

—Supongo que es normal que estés asustado. Nadie sabe cómo ser padre y es todo un desafío. ¡Ahí tienes a Karl, que aún sigue batallando con su hija!

Mikael tuvo que reírse por su comentario.

—La vida te está dando, quizá, la oportunidad de enmendar la situación con tu esposa. Un hijo es un milagro.

Él asintió; tal vez, su compañera tenía razón.

El ruido de pasos y el murmullo de voces, atrajo su atención. Se levantó de un salto cuando divisó a Greta acercándose a través del pasillo.

Nina fue testigo de su reacción. Entonces comprendió por fin el dilema en el cual se encontraba Mikael.