CAPÍTULO 24

Greta irrumpió en la oficina de su padre cuando oyó que su propio nombre se mencionaba en la investigación. Todas las miradas se posaron sobre ella. Entonces, se dio cuenta de que la situación era más complicada de lo que parecía.

—Hija, ¿qué haces aquí? —Karl se levantó rápidamente de su silla y se acercó a ella para darle un abrazo.

—Vine a buscar mi coche. Frederic me dijo que ya estaba listo —le respondió mirando al forense. Saludó a los demás. Cuando sus ojos se posaron en la pizarra que Mikael había improvisado en una de las paredes, se quedó de una pieza. Ahora comprendía por qué había oído su nombre—. El Club de Lectura es lo que conecta todo —balbuceó.

—Así es. Ahora solo debemos hallar a Stina Reveneu —dijo el teniente sin apartar la mirada del rostro estupefacto de la muchacha.

Ella se volteó y asintió con un ligero movimiento de cabeza, pero sus pensamientos parecían estar en otro lugar. Volvió a concentrarse en los datos que aparecían en la pizarra. Guardó silencio durante unos cuantos segundos. De repente, giró y les dijo:

—Solo hay dos mujeres en el club que coinciden con la edad que tendría Stina Reveneu en la actualidad: Britta Erikssen y Linda Malmgren.

Mikael y ella cruzaron miradas. El nombre de las dos mujeres no supuso una sorpresa para ninguno de los dos. Precisamente, Britta y Linda habían sido dos de las personas que los habían visto juntos en el Lilla Krogen.

—Muy bien, enfoquémonos en ellas entonces —ordenó Karl—. Quiero saber todo de esas dos mujeres.

Greta se acercó a él y le tocó el brazo.

—Papá, déjame colaborar con la investigación. Linda y Britta son integrantes del Club de Lectura. Yo puedo acercarme a ellas y obtener información.

—¡De ninguna manera! —saltó Karl.

—¡Pero, papá!

—No voy a permitir que intervengas en una investigación policial. Ya has sobrepasado varios límites y esta vez vas a obedecerme —le dijo Karl, tajante.

Se quedó callada. No le molestaba que su padre la regañara delante de los demás. Lo que realmente le crispaba los nervios era su terquedad. Ella podía ser de utilidad para ayudar a resolver el caso, pero, al parecer, él no estaba de acuerdo con eso.

—Karl, creo que tu hija tiene razón —terció Nina—. Ella es nuestra mejor opción. No sabemos aún quién es Stina, si Linda o Britta. Por la edad, podría ser cualquiera de las dos. La cercanía que tiene Greta con ambas puede ser beneficiosa para nosotros.

La aludida miró a Nina sorprendida de que abogara en su favor.

—No lo sé, no quiero que se meta en esto.

—Fui involucrada desde el momento en que escribieron la palabra «puta» en la librería —le respondió, dispuesta a no ceder en su posición.

Karl miró a su hija, luego a la sargento Wallström; parecía que ambas se habían confabulado en su contra. Después de varios segundos, por fin dio su parecer.

—Está bien, tú ganas. Espero no arrepentirme de lo que acabo de hacer. —El inspector Lindberg la estrechó con fuerza. No podía dejar de preocuparse por ella: si algo le sucedía, no se lo perdonaría jamás.

Greta se alejó de su padre y fue hasta donde estaba Nina, quien todavía continuaba lidiando con su pie.

—Supongo que debo darte las gracias. Si papá aceptó que colaborase en la investigación, es porque tú lo convenciste —le dijo sonriéndole.

—No fue nada. Lo hice porque realmente necesitamos a alguien que se acerque a Britta y a Linda sin levantar sospechas. Por lo pronto, nosotros investigaremos discretamente su vida y su pasado para ver si podemos dilucidar cuál de ellas es en realidad Stina Reveneu.

Greta asintió. Le debía una a Nina y jamás lo olvidaría. En ese momento, la bronca que había tenido al saber que la mujer había almorzado con su padre le pareció inapropiada e irracional. Tenía que reconocer que la sargento Wallström comenzaba a caerle bien.

Un teléfono comenzó a sonar con insistencia. Era el de Mikael.

—Disculpen —dijo y salió de la oficina. Una vez en el pasillo miró la pantalla del móvil y reconoció el número de su casa. Pensó en no responder, pero se arrepintió a último momento—. Pia, ¿qué quieres? Estoy en medio de una reunión importante…

—Mik, acabo de hacerme una prueba de embarazo. —Hizo una extensa pausa—. ¡Vamos a tener un hijo!

La noticia le cayó como una bomba. Tuvo que recostarse en la pared debido al impacto.

—¿Mik, me oyes?

Cerró los ojos y los abrió después de unos cuantos segundos. Un hijo. Realmente no lo esperaba.

—Sí, Pia, te oigo.

Durante los siguientes cinco minutos, escuchó a su esposa, entre lágrimas y risas, decirle lo feliz que estaba ante la posibilidad de convertirse en madre después de desearlo por tanto tiempo. Se sintió mal por no compartir su dicha con ella. La noticia lo había impactado, al punto que ni siquiera sabía cómo reaccionar o qué decir. Debía de ser la sorpresa o la impresión del momento. Quizá, cuando pasase el tiempo y se hiciera a la idea de que iba a ser padre, podría llegar a experimentar el mismo sentimiento de felicidad del cual le hablaba Pia.

Eso esperaba.

* * *

Lo primero que hizo Greta al llegar a su casa fue revisar la información que tenía tanto de Britta como de Linda en las fichas de inscripción al club. En realidad, no esperaba encontrar nada importante, pero, ahora que las dos mujeres se habían convertido en sospechosas de asesinato, tenía que ver todo desde otra perspectiva. Buscó la carpeta donde guardaba los datos de las integrantes del club y apartó los de ambas mujeres. Con sus fichas, se dirigió a la cocina y se sentó en el taburete para revisarlas con calma.

Le prestó atención a sus edades: se sorprendió cuando descubrió que las dos tenían cuarenta y cinco años. Igual que los que debía de tener Stina en el presente. No figuraba la fecha de sus nacimientos, porque era un dato que Greta no había solicitado. Se arrepentía de no haberlo hecho. Quizá ese pequeño detalle era la clave para saber cuál de las dos podía ser la hermana desaparecida de Elena Reveneu. Leyó la ficha de Britta; no encontró nada que ya no supiera. Estaba casada, trabajaba junto a su esposo y dedicaba su tiempo libre a ayudar a los demás en diversas obras benéficas. Luego leyó la ficha de Linda Malmgren, pero tampoco halló nada relevante o que ya no supiera. La mujer estaba casada con el alcalde y se dedicaba a las tareas del hogar.

Frustrada por no haber podido obtener nada por su propia cuenta, se preparó un bocadillo para comer y le dio algunas almendras a Miss Marple después de que la lora comenzó a chillar el estribillo de Gimme, gimme, gimme. Luego limpió la jaula y se recostó un rato. No bien puso la cabeza en la almohada, recordó lo sucedido con Mikael ese mediodía después de que salió al pasillo para hablar por teléfono. La expresión consternada de su rostro había sido bastante elocuente cuando regresó a la oficina, y no solo ella se había dado cuenta de que algo sucedía. Nadie le preguntó nada, mucho menos Greta, pero se moría de ganas por saber qué le habían dicho para que se pusiera de esa manera.

Apartó a Mikael de su mente y trató de concentrarse en lo que realmente importaba: descubrir bajo qué identidad se escondía Stina. De tanto pensar sin obtener ningún resultado, se quedó profundamente dormida.

La despertó el teléfono móvil una hora más tarde. Aturdida, estiró el brazo en dirección a la mesita de noche y lo tomó.

—¿Sí?

—Greta, soy yo.

Ella terminó de abrir los ojos recién cuando escuchó la voz de Mikael al otro lado de la línea.

—Hola.

—¿Te he despertado? —le preguntó él al notarle la voz somnolienta.

—No —le mintió—. ¿Ha habido alguna novedad?

—Por eso te llamaba, quería ponerte al tanto de la investigación. Hemos estado indagando en el pasado de Britta y Linda. Descubrimos que Britta llegó muy joven a Mora y que, a los pocos meses, se casó con el reverendo Erikssen. Dónde estuvo antes de eso, es un completo misterio, es como si no hubiese existido antes de su boda.

—¿Y qué hay de Linda?

—Greta, Linda Malmgren nació en Rättvik.

Greta se quedó boquiabierta. ¿Linda? Ni siquiera se le pasaba por la cabeza la posibilidad de que la mujer fuera una asesina. En realidad, tampoco podía creer que Britta lo fuera, pero los indicios apuntaban a una de las dos.

—¿Crees que sea ella?

—No lo sé. Sin embargo, el hecho de que haya nacido en la misma ciudad donde asesinaron a Elena Reveneu es un dato importante. El ayuntamiento nos informó que hubo un incendio hace algunos meses y varios de los registros se quemaron. Lamentablemente, entre ellos estaba el de Linda, por lo tanto su pasado es tan secreto como el de Britta —le informó—. No dudo de que el fuego haya sido provocado por la misma Stina Reveneu para borrar cualquier rastro. Karl me ha pedido que vuelva a Rättvik para interrogar a Kathrine una vez más. No sé si sirva de algo que lo haga, pero nunca se sabe. Quizá, conoce a Linda Malmgren o pueda decirme dónde encontrar a algún familiar suyo.

Greta notó la falta de optimismo en su voz y se preguntó si su estado de ánimo tenía que ver con la llamada que había recibido ese mediodía.

—Mikael, ¿estás bien? —Estaba preocupada, no podía evitarlo.

—Sí; un poco cansado, nada más.

La respuesta no la convenció en lo más mínimo. Algo le sucedía y estaba visto que no quería que ella lo supiera.

—¿Cuándo vas a ir a Rättvik? —le preguntó para volver al tema de la investigación.

—Supongo que en un par de horas.

Greta ni siquiera se ofreció a acompañarlo, sintió que él necesitaba estar solo.

—Avísame si descubres algo —le pidió.

—Por supuesto, ahora eres parte de nuestro equipo.

Sonrió satisfecha, sobre todo después de lo que había costado convencer a su padre para que aceptara que ella colaborara en la investigación.

—Gracias a Nina; fue ella quien logró hacer cambiar de idea a papá.

—Sí, le debes una.

—Lo sé. —Hizo una pausa—. Tengo que reconocer que, al principio, no me caía bien. Sé que te vas a reír por lo que voy a decirte, pero estaba celosa de ella.

—No me estoy riendo —le dijo Mikael—. Sabía que no te simpatizaba porque está muy cerca de tu padre. Pero créeme que Nina es una mujer estupenda y, además, una policía muy eficiente.

—No lo dudo. Papá sufrió mucho después de la muerte de mi madre. Sé que voy a parecer egoísta o irracional, pero me duele pensar que pueda conocer a otra mujer que ocupe algún día el lugar que dejó vacío mi madre. Fue muy difícil para mí cuando me di cuenta de que Nina lo amaba.

—Te comprendo. Yo también perdí a mi madre cuando era un niño y sigo extrañándola, pero la vida sigue y Karl aún es un hombre joven que tiene derecho a buscar su felicidad.

—¿Tú sabes algo que yo no sé?

—Lo único que sé es que Nina ha vivido enamorada de tu padre desde que vino a trabajar a esta ciudad.

—Eso también yo lo sé —replicó Greta con impaciencia—. ¿Acaso papá y ella…?

—No lo creo —se apresuró a responder Mikael—. Convivo con Nina y con tu padre muchas horas al día. Te puedo asegurar que no hay un romance entre ellos. No es porque Nina no lo desee, es Karl quien no se atreve a dar el paso definitivo. —Mikael creía saber la razón, pero prefirió guardársela.

—Quizá papá solo sienta por ella un cariño de amigos; después de todo, llevan muchos años trabajando juntos —dijo Greta para convencerse a sí misma más que para convencerlo a él.

—Tal vez sea así.

Greta miró el reloj, se le estaba haciendo tarde para abrir la librería.

—Tengo que colgar, Mikael; no tarda en llegar Lasse.

—Está bien, te aviso cualquier novedad.

—Sí. —Iba a colgar, pero antes de hacerlo le dijo—: Gracias por escucharme…

—Siempre es un placer hacerlo —le respondió él antes de dar por finalizada la conversación.

* * *

Cuando Mikael llegó a la propiedad de los Bäck, fue recibido por el esposo de Kathrine. De inmediato se dio cuenta de que su presencia no era grata.

—¿Podría hablar con Kathrine?

Jan Bäck lo miró desdeñosamente.

—Mi esposa no tiene nada más que decirle. Creí que le había quedado claro la última vez que estuvo aquí.

—Lamento tener que molestarla de nuevo, pero es importante que hable con ella.

—Kathrine no se encuentra en condiciones de ver a nadie, teniente. —Hizo una pausa y miró por encima del hombro en dirección a las escaleras. Seguramente, para evitar que su esposa lo oyera—. Esta mañana le han avisado desde la prisión que su madre ha muerto.

Mikael se quedó helado.

—¿Hilda Äland murió?

—Sí, morirse fue lo único bueno que hizo es mujer en toda su vida —dijo sin ningún remordimiento—. ¿De qué quería hablar con ella?

—Sobre su hermana Stina.

—¿No le ha dicho Kathrine que no sabe nada de ella desde que desapareció? —Jan Bäck, molesto, alzó la voz y ni cuenta se dio de que su esposa lo había oído.

—Jan, ¿qué sucede?

Él se acercó a ella.

—Cariño, será mejor que vuelvas a la cama. —Intentó llevarla de regreso a la habitación, pero ella se negó.

—Teniente Stevic, ¿usted, de nuevo aquí?

Él le sonrió.

—Le estaba diciendo a su esposo que lamento importunarla, pero quería hacerle algunas preguntas más sobre Stina.

—Ya le he dicho todo lo que sé.

—Tenemos fuertes sospechas de que su hermana vive ahora bajo una nueva identidad en Mora —le explicó.

—Camilla Lindman vivía allí —repuso Kathrine sentándose en el sofá. Jan y Mikael la imitaron.

—Sí, creemos que ella encontró a su hermana y que, cuando la confrontó, terminó asesinándola.

La mujer se llevó una mano a la boca; se puso blanca como un papel.

—¡Oh, por Dios! ¡No puede ser! ¡Mi hermana no puede ser una asesina!

—Cálmate, cariño. —Jan la abrazó y ella se apoyó sobre su hombro.

—Las sospechas apuntan hacia ella, por eso nuestra urgencia en dar con su paradero —alegó el teniente Stevic, que aún guardaba la esperanza de que su segundo viaje a Rättvik no fuese en vano.

—Yo ya le dije que no volví a verla. En todos estos años, nunca se comunicó conmigo; nuestra madre murió hoy y ni siquiera sé cómo haré para avisarle.

Mikael decidió comenzar por algo. Sacó las fotos de las dos sospechosas que tenían, las dispuso sobre la pequeña mesita ratona y se las mostró a la mujer.

—Dígame, ¿alguna de las dos puede ser su hermana?

Ella las examinó a conciencia. Luego, con un delicado movimiento, empujó ambas fotografías sobre la mesa hacia donde estaba el teniente Stevic.

—No, no lo sé. No puedo decirlo. Ambas mujeres se parecen entre sí, ambas tienen un aire a Stina. No sé si Camilla pudo reconocerla a partir de la foto que le di aquella vez. Supongo que verlas en persona no es lo mismo que esto.

Mikael suspiró. Ella tenía razón. Lamentablemente, aún no podían citarla para que reconociera oficialmente a una sospechosa. Guardó las fotos y resolvió probar otra estrategia.

—Kathrine, ¿le dice algo el nombre de Britta Erikssen?

—No, no sé quién es —le respondió sin pensarlo demasiado. Era evidente que era la primera vez que escuchaba aquel nombre.

—¿Y Linda Malmgren?

—¿Linda Malmgren?

—Sí. ¿La conoce? —El teniente percibió que Kathrine reaccionó de inmediato cuando le mencionó a la esposa del alcalde de Mora.

—Sé que su familia vivía a unas cuantas calles de mi casa, pero nunca tuve trato con ella. Es la segunda vez que escucho su nombre el día de hoy. —Hizo una pausa que solo aumentó la ansiedad de su interlocutor—. Esta mañana, cuando me avisaron de la penitenciaría que mi madre había muerto, me informaron que cada semana recibía la visita de una mujer. Querían que yo me comunicara con ella para darle la noticia porque no sabían dónde ubicarla. Se trataba de Linda Malmgren. La verdad es que me parece increíble que visitara a mi madre en prisión.

Mikael sonrió y exhaló con fuerza.

Después de todo, no se iría de Rättvik con las manos vacías.