CAPÍTULO 16

Greta se detuvo en seco apenas se bajó del coche. En uno de los puestos del estacionamiento de TV5, divisó una patrulla policial. Maldijo en silencio: no esperaba encontrarse con aquel percance. Estaba segura de que su padre, bueno, en realidad, de que ningún policía aprobaría lo que estaba a punto de hacer. Metió las llaves del Mini Cabrio en el bolsillo del abrigo y se acercó a la entrada principal de la emisora sigilosamente. Mientras lo hacía, miraba por encima del hombro para cerciorarse de no ser descubierta. Sabía que no era su padre quien conducía el Volvo; él, al ser inspector en jefe, tenía un modelo más discreto y moderno. Podía ser Mikael y la idea le disgustaba aun más.

En la recepción, una mujer joven le salió al paso y le preguntó qué deseaba. Decidió inventar una excusa plausible.

—Buenos días, señorita. Mi nombre es Greta Soderberg y vengo desde Rättvik. Tenía una cita con Camilla Lindman. —El apellido se le había ocurrido sobre la marcha, si decía el suyo, de inmediato se habrían dado cuenta de quién era en realidad.

La muchacha la miró con desconfianza.

—¿No se ha enterado?

Greta negó con la cabeza.

—Camilla murió hace un par de días.

Greta abrió bien grande la boca y fingió estupor.

—¿Muerta? ¡Cielos, no lo sabía! ¡Lo lamento tanto!

—Sí. Fue asesinada en su propio hogar. Una tragedia, realmente. Camilla era muy querida en la emisora; ojalá encuentren al asesino pronto. Hace un rato llegó la policía con una orden de cateo: están revisando su oficina en este preciso momento.

—¿Sí?

La recepcionista asintió.

—¿Sería posible hablar con algún allegado a Camilla? Vine desde Rättvik porque tengo información del caso que estaba investigando; información importante —subrayó con la certeza de que sus palabras despertarían el interés de la muchacha.

—Pues su compañero acaba de llegar, creo que él podrá recibirla —le dijo mientras la conducía a través del pasillo hacia el área donde estaban ubicadas las oficinas.

Greta temió toparse con alguno de los policías que habían ido a indagar en los archivos de Camilla. Quienquiera que fuese, la reconocería de inmediato, y se armaría revuelo porque ella estaba husmeando donde no debía. Dejó escapar un suspiro, ya no había marcha atrás. Además, si conseguía averiguar algo, al final, se lo agradecerían.

Al menos, eso esperaba.

* * *

Mikael había estado casi dos horas metido en los estudios de TV5 buscando entre los archivos de Camilla Lindman sin ningún resultado. La reportera era más meticulosa de lo que le habían dicho; no encontró nada que pudiera darle una razón para que fuera asesinada. Como le había mencionado su esposo, los documentos más importantes los guardaba en su laptop, la misma que había desaparecido al momento de su muerte. En la emisora, había conseguido hablar con algunos de los colegas de Camilla, pero no logró nada con ellos. Suponía que alguien se había guardado información; no era posible que nadie supiera en qué estaba trabajando la víctima antes de morir. Lo único que le habían soltado era que la investigación de Camilla tenía que ver con su viaje a Rättvik, y esa información por sí sola no los conducía a ninguna parte. Se rascó la cabeza y respiró con fuerza. Sentía que había ido en vano. El crimen había conmocionado a todos en Mora. La sociedad entera exigía que se atrapara pronto al asesino. Además, por el hecho de que se trataba de un personaje público, se acrecentaba esa necesidad de justicia. Mikael podía sentir la presión de los medios y de la gente. Sin embargo, él también estaba en medio de otra investigación: la muerte de Annete Nyborg tenía que ser aclarada. En ese momento, el asesinato de Camilla Lindman era una papa caliente en manos de la policía. Karl incluso había comentado que uno de los magistrados de la Corte Suprema le había pedido que le diera prioridad al caso.

Salió de la oficina, mientras dos de sus oficiales acomodaban lo mejor que podían el desorden que habían ocasionado tras el infructuoso registro. Estaban sin pistas y a foja cero. Se sentó en una de las tantas sillas ubicadas a lo largo del pasillo. Miró hacia la derecha y alcanzó a divisar a dos mujeres. Se levantó de un sopetón en dirección a ellas cuando reconoció a una de las dos.

* * *

La recepcionista se detuvo frente a una puerta donde se podía leer el nombre de Herr Gudnason. Dio unos golpecitos. En el momento exacto en que el hombre que se encontraba en el interior les dijo que pasaran, alguien llamó a Greta desde el fondo del pasillo.

No quiso darse vuelta cuando reconoció la voz.

—¿Qué haces aquí?

El teniente Stevic se acercó hasta ubicarse detrás de ella, que no tuvo más remedio que enfrentarlo. Se tomó su tiempo para hacerlo porque necesitaba inventar una excusa creíble, aunque estaba segura de que él no se tragaría fácilmente una mentira. Alzó la cabeza y lo miró. No supo distinguir si estaba sorprendido o molesto por su presencia allí.

—Hola, Mikael —lo saludó con una sonrisa en los labios, tratando de ganar tiempo.

—Señorita Soderberg, ¿va a pasar a ver al señor Gudnason o no? —preguntó la recepcionista con impaciencia.

—La señorita… Soderberg hablará primero conmigo —intervino él con el énfasis puesto en mostrar que había registrado el apellido falso.

La recepcionista decidió marcharse y dejarlos a solas, ya bastante tenía con su trabajo como para encima tener que lidiar con ellos.

—¿Vas a decirme, finalmente, qué estás haciendo aquí? —insistió cruzándose de brazos.

—Vine a ver si podía averiguar algo sobre el caso que estaba investigando Camilla.

Mikael frunció el ceño.

—¿No crees que esa es nuestra tarea? Precisamente, por eso, estamos aquí.

—¿Y han encontrado algo? —se animó a preguntar a sabiendas de que quizá él no quisiera compartir información con ella.

—No. —Había cierta desazón en su semblante—. No hay nada sobre la investigación en la que estaba trabajando Camilla. Guardaba los archivos del caso en la laptop que fue robada de su casa. Jakob Lindman no nos pudo ayudar tampoco, ya que ni siquiera a él le había contado en qué andaba.

—Obviamente, el asesino no quería que la investigación saliera a la luz, por eso se llevó su laptop —adujo Greta.

Mikael asintió.

—¿Por qué has decidido venir e indagar por tu cuenta?

Greta dejó escapar un suspiro y su flequillo voló hacia arriba. Él sonrió ante aquel gesto que la hacía ver como una niña.

—Yo fui la última persona que habló con ella antes de que la asesinaran. Papá me dijo que la hora de su muerte coincide con el momento en que me llamó por teléfono. El asesino golpeó a su puerta mientras Camilla hablaba conmigo…

—Sí, lo sé. —Percibió que aquel hecho la había dejado algo perturbada.

—Antes de colgar, me dijo que, cuando la información que tenía saliera a la luz, daría mucho que hablar. Por eso, me aventuré a venir hasta aquí, quizás alguno de sus colegas sepa algo.

Mikael estuvo de acuerdo con ella. La única opción que le quedaba, después de haber puesto patas para arriba la oficina de Camilla, era volver a hablar con algunos de sus compañeros de trabajo. No había logrado mucho la primera vez que los había interrogado, pero, de todos modos, iba a insistir.

—Yo me ocuparé de hacerlo, será mejor que regreses a la librería —le sugirió.

Greta no estaba dispuesta a obedecerlo.

—Estaba a punto de ser recibida por uno de sus colegas más allegados —protestó.

—Yo hablaré con él.

—¿Y crees que te dirá lo que sabe?

—¿Por qué no lo haría?

—Porque Camilla era bastante celosa de la información que manejaba. No han encontrado nada en su oficina y me has dicho que tampoco le contó a su esposo en qué estaba trabajando. Hay mucho hermetismo alrededor como para que alguien suelte la verdad así como así. Mucho menos a la policía —añadió mirándolo seriamente.

Mikael estaba comenzando a perder realmente la paciencia con ella.

—¿Por qué no me dejas intentarlo a mí?

—¿Qué te hace pensar que contigo sí hablará?

—Es simple. Le he dicho que vengo de Rättvik y que tengo información importante del caso que estaba investigando Camilla —le soltó por fin.

Él se quedó pasmado. No supo si reírse ante la ocurrencia o lanzarle un sermón. La estrategia no era del todo mala, aunque sería difícil conseguir algo si mentía de entrada. Se quedaría sin argumentos pronto a la hora de hablar con el reportero. Cuando el tipo descubriera que ella no era quien decía ser, dudaba de que le concediese algo de información.

—No irás a ningún lado valiéndote de una mentira, Greta. Se dará cuenta de inmediato de que no sabes nada de la investigación.

—Si eso sucede, le diré la verdad.

Mikael seguía vacilando.

—No lo sé…

—¿Qué puedes perder? Déjame intentarlo al menos —le pidió ella con una sonrisa.

No supo si fue precisamente por esa sonrisa o por su terquedad, pero terminó por aceptar la propuesta, aun a riesgo de que Karl lo regañara más tarde.

—Está bien, pero entraré contigo.

—De ninguna manera; sabrá de inmediato que eres policía.

Respiró profundamente y sonrió con ironía: no solo tenía que aceptar que Greta hablara con el sujeto por él, sino que también debía quedarse esperando afuera. ¿Cómo había logrado ella salirse con la suya tan fácilmente?

No tuvo tiempo para encontrar una respuesta al dilema, ya que Greta lo dejó de pie, en medio del pasillo y se metió en la oficina del compañero de Camilla Lindman después de golpear la puerta.

Herr Gudnason se levantó de la silla apenas vio entrar a la muchacha pelirroja que, según le había anunciado Olga, la recepcionista, venía de Rättvik. Extendió la mano y le sonrió.

—Hola, tú debes de ser Greta Soderberg.

Ella le dio la mano y le devolvió la sonrisa. De inmediato, se dio cuenta por la manera en que el periodista se le quedó viéndola de que, quizá, no le sería tan difícil conseguir que soltara la lengua.

—Sí, lamento la muerte de Camilla. Ha sido algo terrible.

—Siéntate —la exhortó señalándole un enorme sofá verde musgo ubicado frente al escritorio. Él se acomodó junto a ella—. Precisamente, antes de su asesinato, Camilla había viajado a Rättvik. ¿Pudiste hablarle entonces?

Greta no supo qué decir exactamente, pero las cartas ya estaban echadas y tenía que jugar.

—No, por eso me acerqué a Mora. No pude verla cuando estuvo en mi ciudad y concertamos una cita por teléfono —mintió—. Jamás me imaginé lo que sucedería. Leí en la prensa que la mataron en su propio hogar. —Le había dicho a la recepcionista que acaba de enterarse, pero no creía que él lo supiera.

Herr respiró hondamente y asintió con un leve movimiento de cabeza.

—Fue una conmoción total. Todos en el canal seguimos sin creerlo. Nos va a costar reponernos de esta tragedia: Camilla era muy querida, y yo, uno de sus compañeros más allegados.

—Por eso me indicaron hablar contigo.

Herr le sonrió nuevamente y le clavó la mirada, gesto que provocó que Greta se sintiera más incómoda de lo que estaba; ya no solo por haberse presentado urdiendo un engaño, sino porque era más que evidente que había causado una muy buena impresión en el periodista. Tenía la firme certeza de que, si Herr Gudnason no hubiera estado tan afectado por la muerte de su compañera, se habría tirado un lance con ella. E iba a usar ese interés a su favor.

—Camilla estaba investigando un hecho ocurrido hace más de treinta años en tu ciudad. Dio con el caso por casualidad, cuando encontró un viejo artículo en un periódico local y, desde entonces, se obsesionó con él. Incluso me dijo que no quería que fuera solo un informe periodístico; estaba recopilando datos para escribir un libro.

Greta escuchaba con atención, tenía que pensar y tenía que hacerlo rápido. El periodista le podía preguntar de un momento a otro qué sabía ella del caso en cuestión. Esperaba que su encanto fuera suficiente, para que él no la sacara a patadas de la oficina. Se aclaró la garganta y se dispuso a hablar, pero Herr le ganó de mano.

—Camilla era muy celosa de su trabajo. —Se acercó a Greta, como si quisiera decirle algo en confidencia—. No le gustaba hablar con nadie al respecto, pero conmigo hacía una excepción.

—¿De verdad?

—De verdad. —Herr bajó la mirada hasta posarla en las piernas de Greta que se asomaban por debajo de la falda—. Me contó que hubo un caso de asesinato en Rättvik en el año 1979. Según sé, una mujer había torturado y asesinado a una de sus hijas. Aunque supongo que tú ya lo sabes, ¿no? Me dijo Olga que venías a ver a Camilla, precisamente, porque tenías algo que contarle.

Greta tragó saliva. Era ahora el momento de sacar un as de debajo de la manga.

—Sí; ella quería ponerse en contacto con algún familiar de la chica asesinada; como yo trabajo en el ayuntamiento de Rättvik, me pidió que revisara los registros.

Herr extendió el brazo por encima del sillón hasta casi rozar el hombro de Greta que se dio cuenta de que la expresión del rostro del periodista ya no era la misma. Ahora había desconfianza en su mirada.

—¿Y encontraste algo? —le preguntó de repente.

Greta negó con la cabeza.

—Lamentablemente, no. Eso venía a contarle justamente a Camilla, los registros de la familia desaparecieron. —Fue lo único que se le ocurrió decir en ese momento.

—¿Y viniste hasta aquí solo para decirle eso? —El hombre frunció el ceño y la contempló fijamente.

—Creí que era mejor decírselo en persona. Además, tenía que visitar a unos parientes y aproveché el viaje para saludarlos —añadió para sonar más convincente, aunque dudó de que lo estuviera consiguiendo. Él ya no le creía, pudo percibirlo en sus ojos y en el tono de voz. De repente, se puso de pie, se acercó a su escritorio, giró y le dijo:

—Sé que estás mintiendo y me gustaría saber por qué.

—Yo…

—No trates de negarlo. No creo que Camilla te haya pedido que busques información de la familia de la víctima de Rättvik. Ella misma revisó todos los registros y siguió el rastro de uno de los involucrados en el caso hasta aquí. Se sorprendió mucho al saber que la persona que buscaba era alguien que vivía en Mora, alguien a quien ella conocía.

—¿Sabes de quién se trataba?

—No, nunca quiso decírmelo. Mejor dime tú por qué te presentaste con una mentira.

Greta se puso de pie. La había atrapado, ya no tenía caso continuar con el engaño.

—Está bien, tienes razón: te mentí y lo siento. La verdad es que he venido hasta aquí por un motivo diferente. Conocí a Camilla y estaba hablando por teléfono con ella cuando el asesino llamó a su puerta. Después de matarla, robó la laptop donde ella guardaba los archivos del caso. Es evidente que quien la asesinó no quería que la verdad saliera a la luz.

—¿Eres policía?

—No, no lo soy; pero en el pasillo está el teniente Stevic. ¿Te importa si lo invito a pasar?

El hombre se encogió de hombros. Greta fue hasta la puerta, la abrió y se asomó para llamar a Mikael, que se acercó y se presentó ante el periodista.

—Mikael, Herr me confirmó que Camilla estaba investigando un crimen ocurrido hace más de treinta años en Rättvik y que siguió el rastro de uno de los involucrados hasta aquí. Ella conocía a esa persona, sabía quién era —le informó Greta.

El teniente Stevic se llevó ambas manos a la cintura y observó al hombre que tenía enfrente con atención. Greta había conseguido su propósito, al menos contaban con nuevos datos para seguir adelante con la investigación. A juzgar por el modo en que los ojos del tal Herr Gudnason se desviaban hacia el trasero de la muchacha, comprendió que no le había resultado nada complicado sacarle información sobre el caso.

—¿Qué más sabe sobre ese crimen ocurrido en Rättvik? —Mikael carraspeó para atraer su atención.

Los ojos oscuros del periodista se apartaron de mala gana de la anatomía femenina para posarse en el rostro adusto del teniente.

—Nada más. Camilla confiaba en mí, pero no me contaba demasiado del caso, solo sé lo que le he dicho a ella.

—Bien. Si descubrimos que el caso en el cual estaba trabajando tiene que ver con el homicidio, lo que usted acaba de contarle a Greta será primordial para seguir adelante con la investigación.

—Greta me dijo que el asesino se llevó su laptop.

—Así es.

—Eso solo ratifica que el móvil del crimen era evitar que se siguiera indagando sobre lo sucedido hace más de tres décadas —repuso Herr—. Camilla guardaba toda la información del caso allí. Su idea era escribir un libro, y alguien quería impedir que lo hiciera.

A Mikael no le gustaba que el periodista se pusiera a jugar al detective, mucho menos le caía en gracia que le sonriera a Greta cada cinco segundos y que ella le devolviera la sonrisa. Por eso, agradeció cuando Gudnason recibió una llamada telefónica y se excusó con ellos porque lo requerían en otro lado.

—Tiene sentido, ¿no crees? —dijo Greta no bien salieron del canal para dirigirse hacia el estacionamiento—. Camilla estaba investigando un crimen ocurrido en Rättvik hace treinta años; siguió el rastro de alguien que estaba involucrado en el caso hasta aquí. Conocía a esa persona y es muy probable que la contactara. Quería escribir un libro sobre el hecho. Parece que a ese alguien no le gustó mucho que revolviera en el pasado y terminó asesinándola.

—¿Tu teoría es que la mataron para evitar que hablara en su libro sobre el asesinato de Rättvik?

Asintió, aunque no veía a Mikael muy convencido.

—No lo sé. ¿Por qué asesinarla si cabía la posibilidad de demandarla en un juicio para impedir que el libro se publicase?

—Porque lo que más desea el asesino es mantener el anonimato. Si el caso hubiera llegado a la corte, todo el mundo se habría enterado de lo sucedido en 1979.

—Debía de existir algún otro motivo para querer asesinarla; algo de más peso.

—¿Algo como qué? —insistió Greta en saber.

—Lo ignoro, pero, si el motivo que provocó la muerte de Camilla se remonta a un asesinato ocurrido hace más de treinta años, debemos comenzar por el principio.

Greta se detuvo frente al sitio donde estaba estacionado su Mini Cabrio y desactivó la alarma. Luego lo miró nuevamente a los ojos.

—¿Irás a Rättvik?

—Tendré que hacerlo. Aunque el caso del asesinato de Annete también requiere mi atención.

—¿No puede ir papá o Nina en tu lugar?

—Nina está de baja, se quebró el pie hace un par de días; no pudo pasar en un peor momento. Con respecto a tu padre, está muy ocupado con lo del tráfico de armas, tiene encima a los de Delincuencia Organizada y es muy difícil para él ocuparse personalmente del caso. Para colmo, los de arriba nos han exigido que le demos prioridad al crimen de Camilla por el estado público que tomó. No sé con qué recursos. Mora no es Estocolmo, y parece que no se dan cuenta —se quejó.

Greta comprendía la situación perfectamente. Muchas veces, durante los años de adolescencia, había escuchado a su padre quejarse por asuntos similares. Sin embargo, confiaba en la capacidad de Mikael, e, incluso, ella estaba dispuesta a ayudarlo en todo lo que fuera necesario. Creía que no hacía falta que se lo dijera, pero, por las dudas, lo hizo.

—Puedes contar conmigo.

Mikael la miró. En ese momento, tuvo un deseo enorme de abrazarla. Se contuvo.

—Greta, agradezco tu ayuda, pero no eres policía y lo sabes.

—Por supuesto que lo sé, mi padre se encarga de recordarme siempre que tiene la ocasión lo buena policía que habría sido si hubiera seguido sus pasos.

—Y no se equivoca.

Greta se sonrojó.

—¿Crees que hubiera sido buena?

—De las mejores —respondió con una sonrisa. Estaba a punto de decirle algo más, pero el teléfono móvil comenzó a vibrar dentro del bolsillo de la chaqueta—. Discúlpame un momento.

Se apartó un poco de ella para responder la llamada. Greta, en vez de meterse en el auto y marcharse, lo observó con atención. Cuando él se volteó, supo que había recibido una buena noticia.

—Debo irme.

—¿Qué sucede?

—Han hallado por fin al exnovio de Annete.