CAPÍTULO 26

Greta enseguida se vio invadida por una docena de reporteros cuando se bajó del auto. Intentó escabullirse por una puerta lateral, pero la alcanzaron igualmente.

—¿Sabe por qué la policía se niega a dar el nombre del supuesto asesino de Kerstin Ulsteen y Mattias Krantz? —Le preguntó la misma reportera que había visto en televisión esa mañana—. Su padre debería dar una conferencia de prensa para poner al pueblo al tanto de las novedades, ¿no cree, señorita Lindberg?

Greta percibió el tono provocador en la voz de la mujer. La miró con mala cara y siguió caminando. Fueron detrás de ella, pero no consiguieron ninguna declaración, solo un frío «sin comentarios».

No bien puso un pie dentro de la comisaría, sacó el teléfono móvil del bolso y volvió a marcar el número de Hanna. Le saltó el contestador.

—¡Maldición, Hanna! ¿Dónde te has metido?

Como había entrado por la puerta lateral, cuyo acceso solo estaba permitido al personal, tardó más en llegar.

—¿Pudiste escaparte de los buitres? —le preguntó Ingrid mientras marcaba la página del libro que estaba leyendo para continuar más tarde.

—No tuve esa suerte. ¿Mikael ha llegado?

—Sí, está con los demás en el centro de comandos. —Notó muy inquieta a la hija del inspector—. ¿Sucede algo, Greta?

—No puedo contártelo ahora, Ingrid. ¿Me harías un favor?

—El que quieras, cariño.

—He estado intentando comunicarme con Hanna y no lo consigo. —Tomó un papelito y le anotó el número de la fotógrafa—. ¿Podrías intentarlo tú? Si logras que conteste el maldito teléfono, me avisas de inmediato, ¿de acuerdo?

—Sí, quédate tranquila. —No bien Greta se fue al encuentro de los demás, dejó la novela a un lado y se dedicó a llevar adelante la tarea que le había encomendado.

A medida que se iba acercando, la inquietud dio paso a la angustia. No le gustó nada la opresión que comenzó a sentir en el pecho. Cuando llegó hasta el centro de comandos, se detuvo frente a la puerta. Estaba tan nerviosa que ni siquiera golpeó antes de entrar.

Todos se voltearon al verla. Lo primero que hizo fue mirar a Mikael. Él le sonrió, pero, cuando notó que algo no andaba bien, se acercó.

—¿Estás bien? —le puso una mano en el hombro y le sobó suavemente la espalda, fue un gesto casi imperceptible para los demás, no para ella.

Karl también se aproximó, y Mikael se vio obligado a soltarla.

—¿Qué pasa, cielo?

Greta metió la mano dentro del bolso y le entregó a su padre una fotografía.

Karl la miró.

—Es Kerstin… —murmuró. Cuando miró la foto con más atención anunció—: Tiene puesto un broche con el símbolo de BigGirlLover. —Se dirigió a la pizarra y la colocó a la vista de todos. Se volteó y observó a su hija—. Ahora, explícame, ¿cómo es que esta foto llegó a tus manos?

—Supe que habían encontrado a alguien en la red de pedófilos que preguntaba por el video que Mattias le había enviado a Ralph Bergman. —Trató de no mencionar nombres, aunque dudaba de que su padre se conformara con eso—. Y que ese alguien usaba un nick: BigGirlLover.

—Fui yo quien compartió esa información con ella —salió Niklas en su favor.

Tanto Greta como Mikael se lo quedaron mirando.

—También le conté lo del símbolo…

—Así es. —Ignoraba por qué mentía, pero, en ese momento, en el que no tenía ganas de ponerse a discutir con su padre, se lo agradeció y mucho—. Cuando vi el dibujo, me di cuenta de que lo había visto antes en la habitación de Kerstin. Esta mañana volví para buscar la foto y el broche.

—¿El broche no apareció? —quiso saber Nina.

—No, su madre me dijo que Kerstin solía intercambiar joyas con sus amigas. Pasé a ver a Sanna Reiner, pero está en Leksand y no vuelve hasta mañana.

—¿Pero tú no crees que lo tenga ella, verdad?

—No, Nina, no lo creo. —Se paró al lado de la pizarra—. Jenny Ulsteen me contó que Kerstin soñaba con ser modelo: si observan bien esta foto, está posando para la lente como lo haría una modelo. Su madre me dijo que el vestido que llevaba lo usaba en ocasiones especiales y que no lo tenía el día de su desaparición.

—Así es. —Esta vez fue Mikael quien habló—. Ese día llevaba unos pantalones rojos y una chaqueta de abrigo color gris.

—Exacto, lo que prueba que Kerstin se tomó esta foto antes de su secuestro. No se puede ver mucho del lugar, pero la chimenea de piedra y la pared de madera sugieren que tal vez se encontraba en una casa de campo… quizá una cabaña. ¿Hay alguna foto de la cabaña de Mattias?

Miriam abrió una carpeta y sacó una fotografía.

—Fue tomada después del incendio, pero parte de la chimenea quedó en pie. —Se levantó con la intención de alcanzársela a Greta, pero Karl la interceptó.

Todos vieron como el inspector Lindberg ocupaba un lugar al lado de su hija. En la mano, sostenía la foto que los peritos habían obtenido de la cabaña luego del incendio. La colocó junto a la que había traído Greta. Tenía razón: era la misma chimenea y, aunque el muro a su alrededor estaba bastante chamuscado, se podía ver debajo del hollín que era de color verde.

—Greta está en lo cierto entonces —manifestó el teniente—. Kerstin estuvo en esa cabaña antes del secuestro.

—Ahora sabemos de qué se valió para ganarse su confianza —dijo Niklas, admirado por la agudeza de Greta y el importante avance que aquel descubrimiento aportaba a la investigación—. Es bastante obvio que Mattias la tuvo fácil: se acercó a la víctima prometiéndole, quizá, un futuro en el mundo del modelaje. Había estado en la casa de Kerstin antes de su secuestro. Seguramente allí se enteró del sueño de la niña de convertirse en modelo. Le regaló una pulsera, tal vez también le dio el broche.

Greta negó con la cabeza.

—No creo que el broche provenga de Mattias. Él pudo habérselo dado, pero de parte de alguien más.

BigGirlLover —dijo Karl.

—Volviendo a la foto, dudo de que Mattias haya sido la persona al otro lado de la lente —alegó Greta—. Tuve la oportunidad de ver el resto de las fotografías que Kerstin tenía en su habitación. Algunas de ellas fueron reveladas por mi amiga Hanna, ya que tenían el logo de su estudio, pero esta… —La sacó de la pizarra y la dio vuelta—… es bastante diferente a todas las demás. —La levantó y la movió. Los que estaban más cerca distinguieron un pequeño holograma amarillo y negro, característico de la marca Nikon—. Es la cámara que usaría un fotógrafo profesional.

Niklas la miró con un gesto interrogante.

—¿Acaso…?

—Me temo que sí. —En ese momento, en el que todos estaban esperando que Greta y Niklas explicaran de qué hablaban, Ingrid entró sin golpear.

—Disculpen. —Miró a Greta—. He conseguido comunicarme con tu amiga. Te he pasado aquí la llamada.

—Gracias, Ingrid. —Cruzó el recinto deprisa y, antes de contestar, puso el altavoz para que todos los presentes escucharan la conversación—. ¿Hanna, dónde estabas?

—¿Por qué? ¿Sucede algo?

—Te he estado llamando y no respondías.

—Es que decidí tomarme la tarde libre.

—¿Estás en tu casa?

—No. ¿Adivina qué? —Hizo una pausa que solo consiguió angustiarla más de lo que ya estaba—. Evert me ha invitado a conocer su casa y pienso pasar la noche con él.

Greta se dejó caer en la silla.

—¿Estás ahí ahora?

—Sí, acabo de llegar. Oye, ¿qué pasa? Te noto extraña…

No podía decirle la verdad. Hacerlo sería poner su vida en riesgo.

—No pasa nada, Hanna. Solo llamaba para ver cómo estabas.

—¿Segura?

—Segura.

—¿Cómo van las cosas con Niklas o debería preguntar por el teniente Stevic?

A Greta se le subieron todos los colores a la cara. Se despidió de su amiga y cortó. Cuando miró a su padre, tragó saliva.

—¿Qué fue eso? —inquirió.

Esperaba que se estuviera refiriendo a la llamada y no a lo que Hanna había soltado al final. Se tomó unos segundos para responder. Le costaba concentrarse en algo más cuando temía por la seguridad de su amiga.

—Creo saber quién es BigGirlLover —dijo por fin.

Todos la miraron. Después de escuchar la hipótesis que había planteado sobre la posibilidad de que el asesino de Kerstin Ulsteen fuese un fotógrafo profesional, el menos sorprendido fue Niklas.

Nina la observó expectante. En cualquier momento, Greta sacaría un conejo de la galera.

—¿Lo conoces?

—Evert Gordon. Es el hombre con el que sale Hanna.

Se hizo un silencio generalizado. Greta acababa de lanzar una bomba.

Karl miró a su hija.

—¿Quién es ese tal Evert Gordon? No me suena el nombre.

—No es del pueblo. Llegó a Mora de vacaciones como tantos otros turistas en esta época del año. Al menos, es lo que nos dijo a Hanna y a mí. Creo que tenía todo bien planeado desde el principio. Mucho me temo que no se acercó a ella porque le interesara realmente. La usó para estar al tanto de la investigación. No le debe de haber costado mucho averiguar que Hanna era mi amiga y que yo soy hija del inspector de policía. Incluso tengo la certeza de que intentó seducirme, pero no le funcionó y debió conformarse con ella. —Respiró profundo—. Se aprovechó también del hecho de que es fotógrafo profesional para caerle en gracia.

—Que sea fotógrafo no significa que sea nuestro hombre.

Greta se puso de pie, caminó hacia la ventana y observó hacia el exterior. Todavía quedaban algunos periodistas apostados en el lugar. Hanna… Respiró profundo. Por primera vez deseaba estar completamente equivocada. Pero sabía que no lo estaba. Con cada minuto que pasaba, más se convencía de que Evert era quien se escondía detrás de BigGirlLover. Giró sobre los talones y enfrentó la mirada interrogante de su padre.

—No es solo el hecho de que sea fotógrafo. Hay otras cosas que me hacen creer que él es el dichoso cómplice de Mattias.

Karl se sentó en el extremo de una mesita que estaba junto a la puerta.

—¿Qué cosas son esas? —Parecía reacio a dejarse convencer solo con sospechas. Necesitaba algo más contundente.

—Evert estuvo en la librería hace unos días, según él, para sacar unas fotos y escribir un artículo sobre Némesis en el suplemento cultural en el que trabaja. A estas alturas, dudo realmente de que trabaje en el Expressen —opinó—. Tenía una cámara Nikon, la misma que se usó para tomarle la foto a Kerstin en la cabaña.

—Supongo que no debe de ser el único que trabaja con esa marca de cámara fotográfica —retrucó.

Mikael salió en defensa de Greta.

—Tal vez Greta tenga razón y sea mentira que trabaja en el Expressen. Bien pudo haberlo usado como fachada para acercarse a Hanna y así estar al tanto de la investigación.

El inspector no supo si alabar o amonestar el intento de apoyar la teoría de su hija.

—Supongo que será sencillo de averiguar…

Greta lo interrumpió.

—Hay algo más. —Se dirigió a Niklas—. Esta mañana, cuando pasaste a verme, hiciste un comentario sobre tu perfume. Incluso, me causó un estornudo.

—Así es.

Stevic se removió en su sitio tras oír que Kellander había visitado a Greta esa mañana.

—No lo relacioné en el momento, pero, cuando conocí a Evert, lo primero que noté fue que apestaba a Calvin Klein Crave. Lamentablemente es un aroma que no me trae buenos recuerdos. Fue la misma mañana del incendio, veinticuatro horas después del asesinato de Mattias. Sabía que la policía allanaría su cabaña en busca de pruebas. Necesitaba borrar cualquier rastro que lo relacionara con él y con la muerte de Kerstin. Tengo la impresión de que se apareció en el estudio de Hanna justo después de incendiar la cabaña, por eso llevaba tanto perfume encima, para disimular el olor a humo. —Hizo una pausa. Se dio cuenta de que todos la escuchaban en completo silencio—. Una cosa es segura: sabemos que la niña estuvo allí, aunque es imposible afirmar que la cabaña de Mattias haya sido el lugar donde fue asesinada. Pasaron doce días desde su desaparición hasta su homicidio. Pienso que la llevaron primero a la cabaña para no asustarla, después de todo, ya había estado allí tomándose unas fotos. Tal vez intentaron atacarla y la hirieron, por eso se halló su sangre. Después la llevaron a otro sitio más seguro.

Todos escuchaban su teoría. Algunos con más escepticismo que otros.

—¿Qué hay del día en el que te metiste en el apartamento de Mattias? —inquirió Karl—. Si fue el tal Gordon, ¿por qué no notaste el perfume?

Greta iba a responder, pero Mikael habló primero.

—Estabas resfriada…

—Exacto. —Lo miró y con una sonrisa le agradeció su apoyo—. Y hay algo más. La noche anterior, Niklas y yo salimos a cenar con Hanna y Evert. Yo le comenté a ella lo del video en donde aparecía la violación de Kerstin. Conociendo a Hanna, estoy segura de que no le costó nada contárselo a Evert más tarde.

—No le quedó otra que arriesgarse para recuperar el video y así cubrir su rastro —manifestó el teniente—. Nunca se imaginó que Mattias se lo había enviado a otra persona.

—Sí, pero no hay nada en el video que lo involucre —alegó la sargento Wallström—. Es imposible identificar al hombre que aparece violando a Kerstin. No podemos afirmar que sea Mattias, mucho menos, Evert Gordon.

—Yo tengo otra teoría al respecto —anunció Greta—. No tiene sentido que Evert se arriesgara de esa manera buscando un video que ya sabía, de boca de Hanna, que estaba en poder de la policía. Se cuidó de que la cámara nunca lo tomara de cerca. Aparece siempre de espaldas, con una media en la cabeza y en un ambiente semioscuro. Tomó demasiados recaudos para no ser identificado. El video está cortado. Creo que fue el propio Evert quien lo cortó, quizá porque en la parte final se descuidó y había algo que lo identificaba.

—¿Entonces qué buscaba? —insistió en saber Nina.

—Creo que quería recuperar la grabación en la que se ve a Kerstin en el parque antes del secuestro. Se enteró de que la policía había encontrado el video de la violación, no el que habían filmado primero. Se metió en el apartamento de Mattias para recuperarlo, tal vez, para guardarlo como una especie de souvenir.

—Tiene sentido —intervino Niklas—. Los pedófilos suelen conservar recuerdos de sus víctimas, no para revivir el momento de sus muertes como lo hacen la mayoría de los asesinos seriales, sino para recordar la inocencia y la pureza de los niños: la condición perfecta para ellos, antes de que caigan en sus garras. En ese video, Kerstin, para él, era un ser puro todavía.

Poco a poco, los que habían pensado que la hija del inspector estaba jugando una vez más a la detective se fueron convenciendo de que quizá podía tener razón. Mucho más cuando un experto en el tema respaldaba sus ideas.

Como siempre, Karl era el más difícil de convencer.

—Hija, todo lo que he oído hasta aquí son solo suposiciones. Necesitamos encontrar pruebas en su contra.

—Eso le toca a ustedes.

—Deberíamos empezar por la fotografía. —Mikael se levantó y fue hasta la pizarra—. Habrá que peritarla para ver si encontramos la huella de Gordon. —Se la entregó a Miriam para que ella la llevara al laboratorio.

Karl lo observó. No le extrañaba que fuese el primero en respaldar a su hija.

—¿Qué te ha dicho Hanna de él? —le preguntó Nina a Greta.

—Solo lo que ya les comenté: que trabaja en el Expressen y que vino a Mora de vacaciones. No se preocupó en averiguar mucho más.

Peter llamó la atención de todos.

—Efectivamente, hay un Evert Gordon entre los empleados del Expressen. —Mientras los demás estaban hablando, él ya había logrado entrar en la base de datos del tabloide capitalino.

—Me pondré en contacto con la policía de Estocolmo para que me envíen cualquier información que tengan sobre Gordon —anunció Niklas al tiempo que marcaba un número en su teléfono móvil.

Greta los observaba trabajar con diligencia. Sabía que su padre actuaría solo si encontraban algo que efectivamente probase que Evert Gordon era el asesino. Se sintió con las manos atadas. Mientras ellos buscaban pruebas, Hanna podía estar pasándola muy mal. Necesitaba hacer algo. Se acercó a Mikael.

—Estoy preocupada por Hanna.

—¿Quieres volver a llamarla?

—No lo sé. Hace un rato intuyó que algo andaba mal. No puedo decirle lo que sucede. La conozco, y sería exponerla aún más de lo que está. —Lo miró con los ojos cargados de angustia—. Tengo que hacer algo.

—Por ahora solo puedes esperar.

—¿Puedes averiguar dónde están? Haz eso por mí, Mikael, por favor.

No pudo negarse. Buscó a Cerebrito y le pidió que rastreara el teléfono de Hanna.

El pitido del fax llamó la atención de todos. Niklas se acercó y leyó la documentación que le acababan de enviar desde Estocolmo.

—Gordon está limpio. Ni siquiera tiene una multa de tráfico. Me enviaron su licencia de conducir y el informe con los últimos movimientos de su tarjeta de crédito. —Le prestó más atención a estos últimos—. Cargó gasolina en las afueras del pueblo el mismo día que Kerstin fue secuestrada.

—Otro dato circunstancial —alegó Karl.

Greta no le hizo caso.

Niklas seguía revisando los informes.

—Esto se vuelve más interesante: el día anterior al incendio de la cabaña, compró un bidón de combustible. Además, alquiló un sedán oscuro poco antes del asesinato de Mattias. Puede ser el auto que vio Björn Ulsteen abandonar la escena del crimen.

—Es él. Tiene que ser él —manifestó la sargento Wallström dirigiéndose específicamente a Karl—. Son hechos circunstanciales, lo sé, pero son demasiados en su contra.

—¿Tenemos el número de teléfono de Gordon para poder rastrear sus movimientos los días de los asesinatos?

—Sí, Karl. Figura en los recibos de compra.

—Bien, que Bengtsson se encargue. —Se dirigió a todos en general—. Quiero que investiguen su vida de arriba abajo. Alguien con una psicopatía semejante no puede estar tan limpio. Si de verdad es quien buscamos, necesitamos probar que él lo hizo. Ni el fiscal, ni el juez se conformarán con indicios. —Observó cómo Greta abandonaba la oficina. Segundos después, Stevic hacía lo mismo.