CAPÍTULO 14
Greta no pudo evitar la agitación en el estómago cuando advirtió que Mikael se acercaba. Después de las presentaciones formales, Karl ni siquiera les dio tiempo de que pudiesen cruzar alguna palabra. El teniente le sonrió y, cuando ella pretendió decirle algo, Karl la asió del brazo y la apartó de los demás.
—Hija, gracias por ocuparte de todo. —Le dio un beso en la frente y lentamente la condujo hacia la salida—. ¿Vienes a cenar esta noche a casa?
Miró por encima del hombro, pero los otros tres ya se estaban alejando por el pasillo, seguramente al centro de comandos.
—Sí, pasaré primero a ver a la tía Ebba.
—Bien, te espero. Hasta la noche. —Karl entró rápidamente dejando a Greta de pie en las escalinatas. Resopló con fastidio; su padre prácticamente la había sacado a rastras de la comisaría. Era evidente que no quería que se involucrase en nada que tuviera que ver con la investigación. Cruzó la vereda y se subió al Mini Cabrio. Echó una fugaz mirada al edificio de ladrillos. Vio movimientos junto a la ventana de la oficina que funcionaba como centro de comandos. Se mordió el labio cuando descubrió que era Mikael quien había corrido las cortinas. Segundos después, alguien a quien no alcanzó ver las cerró. Encendió el motor y partió rumbo a la librería.
La reunión acababa de empezar.
—Trabajaré en mi propio ordenador. —Niklas ocupó la silla junto a Karl y lo primero que hizo fue encender su laptop—. Necesito antes que nada que me pongan al tanto de todos los detalles de la investigación. ¿Qué tenemos hasta ahora?
Karl miró a Mikael y con un gesto le dio a entender que le tocaba a él hablarle al detective Kellander de los pormenores del caso.
El teniente se puso de pie con cierta parsimonia y, mientras se dirigía a la pizarra, estiró los músculos del cuello para aflojar la tensión. Miriam lo siguió con la mirada.
—La primera víctima, Kerstin Ulsteen, de once años, desapareció el día veinticinco de abril después de salir de su casa. Peinamos toda el área y llegamos incluso hasta Orsa y Leksand, pero no la hallamos. Se descartó el secuestro y la desaparición voluntaria. Unos testigos afirmaron que vieron a alguien merodeando en el parque en el que solía jugar Kerstin con sus amiguitas.
—Mattias Krantz —puntualizó Niklas echándose hacia atrás en la silla.
Todos asintieron.
—Supimos que además había estado en su casa un par de semanas antes de la desaparición de la niña. Lo interrogamos y su coartada para el momento del secuestro era que se encontraba cazando al otro lado del pueblo. No había nadie con él, lo que imposibilitó que pudiéramos comprobar o echar por el suelo su coartada. —Volvió a aflojarse el nudo de la corbata—. Lo mantuvimos vigilado, sin embargo, no hizo nada fuera de lo normal. Supimos que tenía una cabaña en el bosque, pero, al no haber nada firme en su contra, el juez se negó a expedir una orden de cateo.
—¿Cuándo apareció exactamente el cuerpo de la niña?
—Doce días después de haber desaparecido, el siete de mayo —intervino Nina—. La encontró un vecino de Mora que había salido a pasear con su perro.
Karl le entregó el informe de la autopsia.
—Kerstin fue violada y asesinada a puñaladas. El forense descubrió que el cuerpo había sido cuidadosamente lavado, por lo tanto, no se encontró ningún rastro del asesino en ella. La vistió antes de arrojarla al bosque y le faltaba un calcetín.
Niklas observó las fotografías. Contó al menos una veintena de puntazos que iban desde el pecho hasta el abdomen de la niña.
—Greta me contó que la prueba concluyente en contra de Krantz fue la sangre hallada en la cabaña del bosque.
Todos se quedaron mirándolo. Los más sorprendidos, sin duda, fueron Mikael y Karl. El inspector, porque desconocía que su hija estuviera al tanto de aquel hecho; a Stevic, en cambio, le costó digerir que Greta hubiese hablado de la investigación con él.
—Así es —terció la sargento Wallström—. Además, después de hablar con la mejor amiga de Kerstin supimos que el hombre que se había acercado a ella en el parque le había regalado una pulsera. La analizamos y encontramos la huella de Mattias.
Niklas se cruzó de brazos.
—Y el mismo Krantz terminó luego asesinado —comentó clavando la mirada en la pizarra donde alguien había puesto, una al lado de la otra, las fotografías de ambas víctimas.
—Fue una escena armada —aseveró Karl—. Después de que las pericias demostraron que no se trataba de un suicidio, la primera hipótesis que manejamos fue la de la venganza. El hermano de la primera víctima, Björn Ulsteen, había amenazado a Mattias unos días antes de su muerte.
—Encontramos su huella en la supuesta nota de suicidio y en la puerta de la camioneta. Cuando lo confrontamos, nos confesó que había estado en la escena del crimen, pero jura que Mattias ya estaba muerto cuando llegó. Aseguró también que se cruzó con un auto que salía del lugar a toda velocidad. Dijo que no lo vio bien, solo lo describió como un vehículo oscuro.
—¿Lo han descartado como sospechoso?
—No. Después de interrogarlo, hemos decidido detenerlo. Eso nos dará tiempo suficiente para comprobar si dijo la verdad con respecto al automóvil que dijo ver esa madrugada —expuso Karl.
—¿Alguien más del entorno de la niña pudo haber cometido el segundo crimen?
Mikael entonces pensó en Martin Ulsteen, sin embargo, desistió de inmediato de mencionarlo frente a los demás. Greta le había dicho que el sujeto era algo extraño, pero eso no era sinónimo de asesino. Quizá se lo comentase más tarde a Nina para ver si valía la pena indagar por ese lado.
—¿Están completamente seguros de que Mattias Krantz violó y asesinó a Kerstin Ulsteen?
Stevic se adelantó a Karl y decidió responder la pregunta.
—Cuando registramos su apartamento encontramos varias cintas de video en donde se veía a Kerstin en el parque.
—¿Hallaron el arma homicida o el calcetín?
—No, pero la sangre que había en la cabaña de Mattias pertenecía a Kerstin.
—Tengo entendido que fue incendiada intencionalmente —adujo reacomodándose en su silla.
Karl no se lo había mencionado cuando había hablado con él, tampoco la prensa conocía esa información. Fue sencillo adivinar quién se lo había dicho.
—No hemos podido probarlo, pero creemos que Kjell Krantz lo hizo para borrar rastros y así cubrir el delito de su hijo.
Niklas asintió, pero todos se dieron cuenta de que él no estaba muy convencido de la culpabilidad de Mattias.
—Quisiera ver los archivos de la red de pedófilos que hallaron en su ordenador.
Peter Bengtsson se levantó de la silla.
—Está todo allí. —Le entregó un pendrive—. La web que servía de tapadera se llama Cacería Virtual. Intenté rastrear la dirección IP, pero la página web comparte varios servidores dispersos por todo el globo. Es como buscar una aguja en un pajar.
—Es lo típico. Lo hacen precisamente para que sea imposible rastrearlos. Por eso, lo que hacemos es infiltrarnos en sus redes y tratar de desbaratar la organización desde dentro.
—¿Eso es lo que haremos? —preguntó tímidamente la agente Thulin.
Niklas apartó la vista de la pantalla de la laptop por un segundo y la miró.
—Exactamente. —Le sonrió y se levantó de la silla. Caminó hasta la ventana y giró sobre los talones—. Bien, ya me han puesto al tanto de todas las novedades del caso, ahora es mi turno. Les hablaré no solo del trabajo que hacemos, sino también de la conducta que caracteriza a un pederasta. Llevo mucho tiempo en esto, y les puedo asegurar que, si Mattias era parte de una red de pedofilia, compartió lo que hizo con alguien más. Sus víctimas son trofeos y, como tales, los muestran con orgullo.
—¿Es posible entonces que le hubiese hablado a alguien del crimen? —quiso saber Nina.
—Estoy seguro. —Se ubicó frente a la pizarra y dibujó un círculo grande en la única parte que quedaba en blanco—. El pedófilo tiene fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, comportamientos que implican actividad sexual con niños de trece años o menos durante un período no inferior a los seis meses. Cuando digo «niño», hablo en términos generales —aclaró.
—Revisamos todas las cintas de la videocámara de Mattias, y había estado filmando a Kerstin por lo menos durante los últimos dos meses —acotó Mikael, que había regresado a sentarse en su sitio.
—Exacto. El pederasta es similar a un acosador. El primer contacto suele ser visual. Espía a su víctima por un tiempo hasta que llega el momento de acercarse y cumplir la fantasía. Los abusos nunca se producen en el primer acercamiento, primero se ganan la confianza del menor colmándolo de atenciones o haciéndole regalos. Los seducen y terminan manejándolo a voluntad. —Tomó el marcador y comenzó a escribir en la pizarra—. Si bien no existe un perfil exacto del pedófilo, podemos establecer un patrón para poder distinguirlo.
Lo único que se oía en la oficina era la voz de Niklas, ya que todos oían con suma atención su exposición.
—En la mayoría de los casos, son varones mayores de treinta y cinco años. —Subrayó el nombre de Mattias—. Krantz está fuera de ese rango. Suelen ser profesionales cualificados. ¿A qué se dedicaba Mattias? —preguntó sin voltearse.
—Arreglaba ordenadores —respondió Mikael.
—Tampoco cuadra. Sigamos: con frecuencia trabajan o buscan actividades que les permitan estar cerca de los niños. Si bien estuvo en casa de Kerstin arreglándole el ordenador, su trabajo no implica que trate con ellos. —A medida que iba nombrando las características que definían a un pedófilo, las anotaba en la pizarra y marcaba las que no parecían apuntar al sospechoso—. Su nivel social suele ser medio o medio-alto.
—Mattias era independiente, compartía un apartamento con otro muchacho y trabajaba en Ryssa —dijo Karl al tiempo que miraba como Niklas ponía cada vez más asteriscos negros junto al nombre de Mattias. En esta ocasión, Niklas no dibujó ninguno.
—La personalidad del agresor es de un individuo solitario con dificultad para establecer una relación heterosexual normal y, además, suelen tener baja autoestima.
—Son los dos atributos que mejor definen a Mattias Krantz. Era un muchacho solitario y extremadamente tímido —alegó Karl—. Nunca se le conoció una novia.
—Sí, pero hay muchas incongruencias con la autopsia. —Fue hasta la mesa y abrió la carpeta—. Basándome en las características del crimen de Kerstin, y teniendo en cuenta el grado de agresión y la saña gratuita al atestarle más de veinte puñaladas, me atrevería a afirmar que estamos frente a un tipo de pedófilo al cual calificamos de sádico. No solo busca placer sexual en la relación, sino que busca, de forma consciente, el ejercicio del poder a través de su capacidad de asustar, humillar, degradar al niño. Verlo sufrir es tan excitante para el pedófilo que termina perdiendo el control y matándolo. Por lo que me cuentan de Mattias, yo lo catalogaría dentro de lo que llamamos pedófilo romántico. Este tipo se caracteriza por la ternura con la cual seduce a sus víctimas. Las trata con cariño y se enamora de ellas. La mayoría de los pedófilos románticos tienen acercamientos amorosos con los niños, aunque no llegan al contacto sexual.
Mikael frunció el ceño.
—¿Está tratando de decir que Mattias no violó y asesinó a Kerstin Ulsteen?
Niklas dejó el marcador en su sitio y con ambas manos en los bolsillos comenzó a pasearse por el lugar.
—Me llamaron porque requerían de alguien experto en esta clase de delitos. Yo les expongo lo que creo después de haber escuchado los pormenores del caso y de haber visto las fotos de la autopsia. —Se detuvo, hizo una pausa y los observó a todos, uno a uno—. Sé que están convencidos de que Mattias Krantz es el autor material del homicidio. Yo, en cambio, preferiría infiltrarme en la red de pedófilos en la que se movía para indagar más a fondo antes de aventurarme a lanzar una hipótesis definitiva.
Se hizo silencio durante unos cuantos segundos. No era sencillo para ninguno de los presentes asimilar la posibilidad de que hubiesen estado equivocados durante todo ese tiempo.
—Es indiscutible que Mattias estuvo involucrado en el crimen —afirmó Mikael, quien, en ese momento, parecía ser la voz cantante del grupo—. ¿Cómo se explicaría la sangre de Kerstin en la cabaña si no fuera así? Es una prueba contundente en su contra.
—Estoy de acuerdo con usted, teniente Stevic. Seguramente, la niña estuvo allí durante su cautiverio. Sin embargo, eso no significa que haya sido Krantz el autor del homicidio. ¿Me explico?
—Está hablando de un cómplice.
Niklas no asintió, tampoco lo negó. Se limitó a que los demás sacaran sus propias conclusiones. Regresó a su sitio y comenzó a escribir en la laptop.
—Haré lo posible por entrar cuanto antes en la misma red en la que se movía Krantz. —Dejó de teclear para mirar nuevamente a los demás—. No será sencillo, puede tomarme días. Estos sujetos son precavidos y astutos. Hay que traspasar varios filtros antes de estar realmente dentro. Si no les molesta, prefiero trabajar a solas ahora.
Su petición los sorprendió, pero él era el investigador estrella y nadie cuestionó esa actitud.
Karl se le acercó y le dio una palmadita en el hombro.
—Puedes usar esta oficina hasta que acondicionemos una para ti, muchacho. Cualquier cosa que necesites, no dudes en pedirla.
—Gracias, me gustaría una taza de té, por favor.
—Ordenaré que te la traigan.
Salieron al pasillo. Mikael envió a Miriam y Peter al sitio donde había aparecido Mattias para ver si alguno de los vecinos había visto algo la noche del crimen.
Cuando Karl se marchó a su oficina, la sargento le preguntó.
—¿Qué opinas de todo esto?
Respiró hondamente y se tomó un tiempo para responder.
—El tal Kellander parece saber muy bien de lo que habla —reconoció.
—¿Crees de verdad que Mattias tuvo un cómplice?
En el rostro de Stevic afloró una sonrisa y la sargento no pudo adivinar a qué se debía.
—Es increíble, pero… —Hizo una pausa para alargar el suspenso—. ¿Sabes lo que me dijo Greta?
Greta; debía de haber supuesto que era algo relacionado con ella.
—¡Habla! —le ordenó.
—Cuando le comenté lo del incendio en la cabaña, dijo que seguramente alguien lo había hecho para borrar evidencias. Ella no estaba muy convencida como yo de que fuese el padre de Mattias el autor del siniestro. Mucho menos, Björn Ulsteen, ya que no tenía motivo alguno para hacerlo. Soltó la teoría de que había alguien más.
—El cómplice… —balbuceó Nina.
—Y el posible asesino de Mattias —afirmó Mikael terminando la frase por ella.
—Comienza a tener sentido, ¿no crees?
—Me temo que sí. —Su teléfono móvil comenzó a vibrar. Lo sacó del bolsillo del pantalón y vio la pantalla—. Es mi mujer, tengo que contestar.
Nina le tocó el brazo en un gesto de apoyo para luego retirarse a su oficina.
Mikael entró a la suya y se dirigió hacia la ventana. Contó hasta cinco antes de responder.
—Pia, ¿cómo estás?
Se hizo un largo silencio al otro lado de la línea. Era la primera vez que hablaban desde que se había mudado a la casa de su hermana. Era precisamente Sofie quien lo llamaba para tenerlo al tanto de la situación.
—Mik…
Notó su voz temblorosa.
—¿Qué sucede?
—Esta mañana… fui al médico.
—Tu hermana me dijo que habías ido el lunes para hacerte un chequeo.
—Mik…
Mikael sintió el corazón en la boca.
—Mi útero ya no sirve… jamás podré tener un hijo. —Se echó a llorar.
Retrocedió unos pasos y se dejó caer en el sillón. Ni siquiera supo qué decir. La noticia lo había dejado helado.
—Pia… ¿por qué no vuelves a casa? —Lo único que quería era abrazarla fuerte—. Tal vez, juntos podamos superar todo esto.
—Mik, volver sería un error. Ambos sabemos que lo haríamos por la razón equivocada —le dijo un poco más calmada.
Él contuvo el aliento. Aun en ese momento en el que la consumía el dolor, Pia era la más sensata de los dos.
—¿Puedo ir a verte?
—Ahora quiero estar sola, Mik. Tal vez más adelante.
—Como quieras.
—Tengo que colgar; se me hace tarde para ir a buscar a mi sobrina al colegio.
Tuvo la sensación de que era solo una excusa para ya no hablar con él.
—Cuídate, ¿sí?
—Tú también.
Se quedó unos segundos con el móvil pegado a la oreja incluso después de haber escuchado el clic del teléfono al otro de la línea.
* * *
Después de cerrar Némesis, Greta llevó a Lasse hasta su casa para, de paso, hacerle una visita relámpago a su tía. Solo estaban Pontus y Ebba, porque Tammi y Julia habían ido al cine.
—¿Te quedas a comer, cielo?
Greta le robó un pedazo de zanahoria y se la metió en la boca.
—No puedo, tía. Papá me está esperando. Solo vine a dejar a Lasse y aproveché para saludarte.
Su tío entró a la cocina y verificó que el pavo que estaba cociéndose en el horno no se estuviera quemando.
—Dile al solitario de mi cuñado que venga a vernos. —Se sentó y empezó a pelar unas patatas para guarnecer el pavo—. Bueno, supongo que andará más ocupado ahora, y no tiene tiempo para andar de visitas familiares.
Ebba le dio una patada por debajo de la mesa y lo fulminó con la mirada.
Greta no era tonta. Evidentemente, a su tío se le había escapado algo que ella no debía saber.
—Tío, ¿a qué te refieres?
Pontus se rascó la barbilla y miró a su esposa antes de contestarle. Greta vio cómo la hermana de su padre le indicaba que no, moviendo casi imperceptiblemente la cabeza.
—Greta, cariño, lo que Pontus quiso decir es que Karl tiene asuntos más importantes de los que ocuparse. Supongo que resolver dos crímenes no es sencillo para nadie, mucho menos para él, con lo responsable y escrupuloso que es —dijo antes de que su esposo volviera a meter la pata.
No le creyó nada, así que decidió que no se iría de allí hasta saber qué le estaban ocultando.
Tomó una silla y se sentó junto a ella.
—No pienso poner un pie fuera de esta casa hasta no saber qué es lo que está pasando —les advirtió muy seriamente.
Estaban perdidos, a terca nadie le ganaba a su sobrina.
—Está bien, te lo voy a decir porque te enterarás de todos modos. —Ebba dejó la zanahoria que estaba pelando por un rato. Sabía que lo que tenía para contarle no le caería muy bien—. Ayer al mediodía, Tammi y unos amigos estuvieron pasando el día en el lago. Allí vieron a tu padre acompañado por la sargento Wallström, al parecer estaban haciendo un picnic. —Listo, se lo había dicho.
Greta se echó hacia atrás en la silla. Poco le faltó para quedarse con la boca abierta. Después de su visita sorpresa a la comisaría y de hablar con Mikael, sospechaba que ambos habían estado juntos, solo que jamás se le habría pasado por la cabeza que su padre y Nina hubiesen organizado un picnic a la orilla del lago. Esa no era una conducta de dos compañeros de trabajo… Estaba saliendo con ella y ni siquiera se lo había dicho.
—Cariño, sé que no te agrada la idea de que Karl rehaga su vida, pero deberías pensar en su felicidad. —Ebba le dio unas palmaditas en la mano. Desde el otro lado de la mesa, Pontus las observaba atentamente.
Se puso de pie, les dio un beso a sus tíos y se marchó sin decir absolutamente nada.
Ebba reprendió a su esposo.
—¡Tú y tu boca floja!
—Se me escapó —dijo Pontus revisando por enésima vez el pavo en el horno.
—Creo que era mejor que la niña se enterase. No puede pretender que mi hermano siga fiel al recuerdo de Sue Ellen para toda la vida. —Echó las zanahorias y las patatas en una cacerola.
—¿Me perdonas por mi indiscreción? —Pontus se acercó por detrás y rodeó la voluminosa cintura de su esposa con los brazos.
Ebba sonrió.
—Claro que sí. —Se giró hacia él y apoyó las manos en sus hombros—. Se le pasará, ya verás.
Greta se subió al Mini Cabrio y lo cerró de un portazo. Encendió el motor y pisó el acelerador con ímpetu. Mientras conducía, se planteó la posibilidad de olvidar la cena con su padre esa noche, aunque tenía muchas ganas de verlo y que le dijera qué estaba ocurriendo realmente entre Nina y él. Optó por la segunda opción. Viró hacia Säbbenbogatan y siguió derecho unas cuantas calles hasta llegar a Älvgatan. Estacionó frente a la casa de Karl y se tomó unos minutos antes de bajar. Observó que su auto estaba al costado de la casa y tenía las luces de la sala encendidas. Respiró hondamente y contó hasta diez. Salió del Mini Cabrio y atravesó el sendero lentamente. Temía lo que su padre pudiese decirle una vez que lo confrontara con la verdad, pero prefería eso a ignorar lo que estaba sucediendo. Cuando llegó al umbral, escuchó voces en el interior de la casa. No estaba solo. Apoyó la oreja en la puerta para oír mejor.
¿Estaría con Nina? ¿Se habría olvidado de que la había invitado a cenar?
La tercera pregunta que cruzó su cabeza era la peor de todas: ¿las habría invitado a ambas para anunciar oficialmente que estaban saliendo?
Asió el picaporte con vehemencia y contuvo el aliento durante unos segundos.
Los malos tragos era mejor pasarlos rápido.