Alvirah y Willy llegaron al hotel antes que Regan y Jack.
—La patrulla de esquí ha rastreado todos los senderos por lo menos una vez —les explicó la recepcionista—. No hay rastro de ella, pero todo el mundo ha recibido la alerta.
La foto de Opal aparecía expuesta sobre el mostrador de recepción.
—¿Se han marchado muchos clientes? —preguntó Alvirah.
—La mayoría —respondió la recepcionista—. Como ya sabe, recibimos muchos huéspedes de fin de semana. Les hemos enseñado la foto a todos, pero, por desgracia, nadie ha podido facilitarnos ninguna información. Algunas personas recordaban haber visto a la señorita Fogarty en el comedor, pero eso es todo.
Regan y Jack llegaban en ese momento.
—Oh, Regan —dijo Alvirah—. Sé que Packy Noonan y Benny Como tienen a Opal. Llamé a la policía para comprobar si alguien había aportado algún dato, pero es evidente que no. Se habrían puesto en contacto conmigo.
Willy expresó el pensamiento que estaba en la mente de todos.
—¿Y ahora?
Alvirah se volvió hacia la recepcionista.
—Sé que dejó un mensaje a la instructora de esquí del sábado por la tarde. ¿Podría probar de nuevo?
—Por supuesto. Le hemos dejado varios mensajes en el teléfono fijo y en el móvil, pero llamaré de nuevo. Sé que duerme hasta tarde en sus días libres. O puede que esté haciendo esquí alpino. Creo que no siempre lleva encima el móvil.
—¿Que duerme hasta tarde? —Exclamó Alvirah—. Son más de las doce.
—Solo tiene veinte años —repuso la recepcionista con una leve sonrisa, y comenzó a marcar.
Mientras la recepcionista dejaba el mensaje, Alvirah comentó:
—Me temo que no estamos teniendo mucha suerte.
—Dijiste que querías hablar con la gente que estuvo en el grupo de esquí de Opal del sábado —dijo Jack—. Es probable que en el ordenador tengan una lista con los nombres.
—Así es, y puedo imprimirla —intervino la recepcionista—. Denme un minuto. —Entró en el despacho situado detrás de la recepción.
El grupo aguardó en silencio. Cuando la recepcionista regresó, traía una lista con seis nombres.
—Sé que esta mañana se marcharon algunos, pero voy a comprobar si el resto sigue aquí.
La puerta del hotel se abrió de golpe. Un muchacho pelirrojo de unos diez años irrumpió en el vestíbulo. Nadie pudo evitar escuchar los comentarios que hacía a sus fatigados padres, que le seguían unos pasos más atrás.
—¡No puedo creer que alguien cortara ese árbol! ¿Cómo lo hicieron? Mamá, ¿podemos revelar hoy las fotos para que mañana pueda enseñárselas a los chicos del colegio? ¡Ya verás cuando vean el muñón! Quiero ir a Nueva York para ver el árbol que pongan con todas las luces. ¿Podemos ir durante las vacaciones de Navidad? Quiero sacarle una foto para poder ponerla al lado de la foto del muñón.
Solo dejó de hablar cuando reparó en la foto de Opal expuesta en la recepción.
—¡Esa señora estaba en mi grupo el sábado por la tarde! —exclamó, dando saltos.
—¿Conoces a esta señora? —Le preguntó Alvirah—. ¿Esquiaste con ella?
—Sí. Era muy simpática. Me dijo que se llamaba Opal y que era la primera vez que esquiaba. Lo hacía muy bien, mucho mejor que otra vieja a la que no paraban de cruzársele los esquís.
Alvirah decidió ignorar lo de «vieja».
—Bobby, te lo he dicho mil veces —le reprendió el padre—. Se dije «señora mayor», no «vieja».
—¿Qué tiene de malo «vieja»? —Preguntó Bobby—. Así llamaba el cantante Screwy Louie a su esposa.
—¿Cuándo esquiaste con Opal? —se apresuró a preguntar Alvirah.
—El sábado por la tarde.
Alvirah se volvió hacia los padres.
—¿Estaban ustedes en ese grupo?
Parecían abochornados.
—No —contestó la madre—. Soy Janice Granger. Mi marido Bill y yo estuvimos esquiando toda la mañana con Bobby. Después de comer mi hijo quiso esquiar otra vez. La instructora le conoce bien y cuidó de él.
—¿Cuidar de mí? Yo tenía que cuidar de Opal. —Señaló la foto.
—¿A qué te refieres? —preguntó Alvirah.
—La instructora nos había llevado por otro sendero porque teníamos delante a unos esquiadores muy lentos que nos estaban volviendo locos. Opal tuvo que parar porque se le había roto el cordón de la bota. La esperé y tuve que decirle que se diera prisa porque se había quedado embobada mirando una casa.
—¿Mirando una casa?
—Había un tipo colocando unos esquís encima de una furgoneta. Ella se quedó mirándole. Le pregunté si lo conocía. Dijo que no, pero que su cara le sonaba.
—¿De qué color era la furgoneta? —preguntó rápidamente Alvirah.
El niño levantó los ojos, se mordió el labio y miró en derredor.
—Estoy casi seguro de que era blanca.
Regan, Jack, Willy y Alvirah, convencidos ya de que la persona a la que Opal había visto era Packy Noonan o Benny Como, se temieron lo peor.
—¿Dónde está esa casa? —preguntó Jack.
—¿Hay alguien por aquí que tenga un mapa? —preguntó Bobby.
—Yo —respondió la recepcionista.
—Venimos aquí desde que Bobby nació —dijo el padre del muchacho—. Se conoce la zona mejor que cualquiera.
La recepcionista colocó el mapa de los senderos sobre el mostrador. Bobby lo examinó y señaló un camino.
—Es genial para esquiar —dijo.
—¿La casa? —Preguntó Alvirah—. Bobby, ¿dónde está esa casa?
Bobby señaló un punto en el mapa.
—Aquí estaban los lentorros. Los rodeamos por aquí. Y aquí es donde la señora mayor, Opal, se detuvo a arreglarse el cordón de la bota.
—¿Y la casa estaba justo ahí? —preguntó Regan.
—Sí. Y al lado de la casa había un granero muy grande.
—Creo que sé donde está —dijo Bill Granger.
—¿Puede mostrarnos el camino? —Preguntó Jack—. No podemos perder más tiempo. Es una emergencia.
—Claro.
—Yo también voy —dijo Bobby con la mirada chispeante.
—Ni lo sueñes —repuso Janice Granger.
—¡No es justo! Soy el único que sabe qué aspecto tiene la casa —insistió Bobby.
—Tiene razón —dijo Alvirah con firmeza.
—No quiero que Bobby corra peligro —replicó Janice.
—En ese caso, ¿podrían llevarnos todos juntos hasta el lugar? —Preguntó Jack—. Por favor, es muy urgente.
Los padres de Bobby intercambiaron miradas.
—Tenemos el coche justo delante del hotel —dijo el padre.
—¡Yupiiiii! —gritó Bobby mientras salía corriendo del hotel, por delante de todos.
Se dirigieron rápidamente al aparcamiento. Jack se puso al volante del coche de Alvirah y Willy y siguió a los Granger por la colina sinuosa del Trapp Family Lodge, rumbo hacia una casa llena de gas donde una Opal adormilada luchaba por recuperar el conocimiento.