Hace veinte años cayó en mis manos un libro titulado The Narrow Land, de Elizabeth Reynard. Los mitos, leyendas y relatos populares que allí encontré son la razón por la que existe el presente libro. Los siguientes escritores del pasado también merecen mi agradecimiento por el material de referencia que sus obras impusieron para mí: Henry C. Kittredge por Cape Codders: People and their History y Mooncussers of Cape Cod; Dons Doane por A Book of Cape Cod Houses, ilustrado con dibujos de Howard L. Rich; Frederick Freeman por History of Cape Cod; y William C. Smith por History of Chatham.
Mi profundo y sincero agradecimiento a Michael V. Korda, mi editor desde hace muchos años, y a su socio, el director editorial Chuck Adams. Como siempre, hombres imprescindibles.
Coronas para Frank y Eve Metz por unos diseños de cubierta y de interior invariablemente estupendos. Santidad para Gypsy da Silva por la magnífica supervisión del texto.
Bendiciones para Eugene H. Winick, mi agente, y Lisl Cade, mi publicista, valiosos compañeros en la travesía de escribir un libro.
Gloria para Ina Winick por su asesoramiento profesional, gracias a quien comprendí los trastornos por estrés postraumático. Especial agradecimiento a la Biblioteca Eldredge, a Sam Pinkus, a la doctora Marina Stajic, a la Guardia Costera de Woods Hole, al Departamento de Policía de Chatham, a la oficina del fiscal del distrito de Barnstable y a Ron Aires de Joyería Aires. Si he cometido algún error en algún tecnicismo, desde luego no ha sido culpa suya.
Una reverencia a mi hija, Carol Higgins Clark, por su perspicacia y sus sugerencias.
Y ahora, queridos familiares y amigos, si me recordáis, llamadme. Estoy libre para cenar.