Aunque era evidente que iba a hacer calor, Scott Covey decidió ponerse un traje de verano azul marino, una camisa blanca de manga larga y una discreta corbata azul y gris para presentarse en el juzgado. Había pensado en ponerse la chaqueta verde, los pantalones caqui y una camisa deportiva, pero se dio cuenta de que no causaría la impresión que deseaba transmitirle al juez.
No sabía si ponerse el anillo de boda. ¿Parecería que pretendía impresionar? Seguramente no. Se lo puso.
Cuando estaba a punto de salir, se miró al espejo. Vivian siempre le decía que lo envidiaba por lo moreno que se ponía.
—Yo no hago más que quemarme y pelarme, quemarme y pelarme —decía suspirando—, y tú te pones morenísimo, los ojos se te ven más verdes y el pelo más rubio y muchas más chicas se vuelven a mirarte.
—Pero yo te miro a ti —le contestaba él.
Revisó su reflejo de pies a cabeza y frunció el entrecejo. Llevaba un par de mocasines Gucci nuevos y le pareció que estaba demasiado perfecto. Se dirigió al armario y sacó un par de zapatos usados pero relucientes. «Así está mejor», pensó cuando se volvió a mirar al espejo. Y con la boca seca, dijo en voz alta.
—Allá voy.
Jan Paley se iba a quedar con Phoebe mientras Henry iba al juzgado.
—Ayer por la tarde estuvo inquieta —le advirtió Henry—. Algo que dijo Menley sobre Recuerda la trastornó. Me da la sensación de que nos quería decir algo y no encontraba las palabras.
—A lo mejor, si yo le hablo de la casa, consiga decirlo —sugirió Jan.
Amy llegó a Recuerda, a las ocho en punto. Era la primera vez que veía al señor Nichols con traje y lo miró con admiración. «Tiene una elegancia que te hace pensar que todo lo que haga lo hará bien», pensó.
Parecía ocupado, revisando los papeles que llevaba en el maletín, pero alzó la vista y le sonrió.
—Hola, Amy. Menley se está vistiendo y la niña está con ella. ¿Por qué no subes y coges a Hannah? Vamos un poco retrasados.
Era tan simpático que le daba lástima que fuera a perder el tiempo buscando la cinta de Bobby en Nueva York sabiendo que estaba en casa de Elaine. En un acceso de franqueza, le preguntó:
—Señor Nichols, ¿puedo decirle una cosa? Pero no diga que se lo he dicho yo.
Aunque parecía preocupado, él contestó:
—Naturalmente.
Le dijo que había visto la cinta, se la había llevado y la había vuelto a dejar en su sitio.
—No le dije a Elaine que la había cogido, así que es posible que se enfade si se entera. Es que quería ver cómo era su hijo —confesó Amy a modo de disculpa.
—Amy, me has ahorrado muchas complicaciones. Es la única copia que tenemos y mi mujer se habría llevado un gran disgusto si hubiera desaparecido. El año pasado me marché de aquí deprisa y Elaine tuvo que mandarme unas cosas después. Será fácil pedirle que lo busque sin involucrarte a ti. —Consultó la hora—. Tenemos que irnos. Mira, ya vienen.
Amy oyó pisadas en la escalera y la señora Nichols entró presurosa llevando a Hannah en brazos.
—Estoy lista, Adam. O eso creo. Esta niña no hacía más que correr hacia el borde de la cama. Es toda tuya, Amy. —La muchacha cogió a Hannah mientras Menley añadía con una sonrisa—: Por el momento, claro.