Menley despertó al amanecer oyendo unos leves sollozos. Se apoyó en un codo y se esforzó para oír mejor. «No, debe de ser una gaviota», se dijo. Las cortinas se agitaban y el aroma del mar impregnaba la estancia.
Volvió a acomodarse sobre la almohada. Adam dormía profundamente emitiendo débiles ronquidos. Menley recordó algo que había dicho su madre hacía años. Estaba leyendo un consultorio en la prensa, seguramente el de Ann Landers o Dear Abby, y una mujer había escrito para quejarse de que su marido roncaba y no la dejaba dormir. La respuesta decía que para algunas mujeres los ronquidos de un marido eran el sonido más agradable del mundo. Que le preguntaran a cualquier viuda. Y su madre comentó: «Una verdad como un templo».
«Mamá nos crió sola —pensó Menley—. Yo no he vivido nunca de primera mano las relaciones entre una pareja feliz. No sé lo que es ver a un matrimonio enfrentarse a los problemas y superarlos.
»¿Por qué pienso ahora en esto? ¿Es porque empiezo a ver una vulnerabilidad en Adam que no sabía que existía? En cierto modo, siempre lo he tratado con guante blanco. Es un hombre atractivo, próspero y admirado que habría podido casarse con cualquiera, pero me lo pidió a mí».
Se dio cuenta de que no serviría de nada intentar dormirse de nuevo. Salió de la cama, cogió la bata y las zapatillas y alcanzó la puerta de puntillas.
Hannah estaba profundamente dormida, de modo que Menley bajó las escaleras sin hacer ruido y entró en el estudio. Con suerte, dispondría de un par de horas de tranquilidad hasta que Adam y Hannah despertaran. Abrió la carpeta nueva.
Hacia la mitad, encontró un fajo de papeles unidos con un clip que trataban de naufragios. De algunos ya tenía referencias, como el que hablaba del buque pirata Whidaw, en 1707. Los saqueadores nocturnos lo habían dejado limpio.
Entonces vio una referencia a Tobías Knight: «El mayor registro casa por casa en busca de un botín antes del saqueo del Whidaw se realizó cuando en 1704 se perdió el Thankful frente a la costa de Monomoy —había anotado Phoebe—. Tobias Knight fue llevado a Boston para ser interrogado. Se estaba forjando una mala reputación y se sospechaba que era un saqueador».
En la página siguiente se relataba el naufragio del Godspeed del capitán Andrew Freeman. Era una copia de una carta dirigida al gobernador Shute por Jonathan Weekes, un concejal. La carta informaba a Su Excelencia de que «el 31 de agosto del año de nuestro Señor 1707», el capitán Andrew Freeman había izado las velas desoyendo toda advertencia, «pues soplaba un viento del noreste que era una indicación segura de que se aproximaba una tormenta». El único superviviente, Ezekiel Snow, un grumete, «declara que el capitán estaba muy trastornado y que gritaba que tenía que devolver a su hija a los brazos de su madre. Todos sabían que la madre de la niña había muerto y se alarmaron mucho. El Godspeed fue arrastrado hacia los bajíos y quedó destrozado con una gran pérdida de vidas humanas.
»El cadáver del capitán Freeman fue arrastrado por las aguas hasta Monomoit y enterrado junto a su esposa, Mehitabel, pues, según testimonio del grumete, regresó junto al Creador proclamando su amor por ella». «Algo ocurrió para que cambiara de opinión —pensó Menley—. ¿Qué fue? Quería devolver a su hija a una madre muerta. Regresó junto al Creador proclamando su amor por ella».