Carrie Bell estaba en la planta superior pasando la aspiradora cuando Jan dejó a Menley en casa. Menley subió a saludarla.
—Amy y Hannah han salido con el cochecito, señora Nichols —explicó—. Esa niña es maravillosa, se lo digo yo.
—No siempre se ha portado tan bien —dijo Menley sonriendo. Luego miró a su alrededor—. Todo está resplandeciente. Gracias, Carrie.
—Me gusta dejar bien las cosas. Ya casi he terminado. ¿Quiere que venga la semana próxima?
—Desde luego. —Menley abrió el bolso, sacó el billetero y, rezando en silencio, trató de dirigir la conversación hacia donde le convenía—. Carrie, entre nosotras, ¿qué es lo que la asustó la otra vez que estuvo aquí?
—Señora Nichols —comenzó a decir Carrie Bell, alarmada—, ya sé que son imaginaciones mías y, como dice la señorita Atkins, doy unas pisadas tan fuertes que seguramente pisé un tablón suelto y eso hizo oscilar la cuna.
—Quizá. Pero también le pareció oír a alguien andando arriba. Al menos eso me dijo Amy.
Carrie se inclinó hacia adelante y bajó la voz.
—Señora Nichols, ¿me promete que no le dirá ni palabra de esto a la señorita Atkins?
—Se lo prometo.
—Ese día oí algo y hoy he empezado a patear en el cuarto de la niña y la cuna no se ha movido.
—¿Entonces hoy no ha notado nada raro?
—No, nada raro. Pero estoy un poco preocupada por Amy.
—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
—No, no ha pasado nada. Pero justo antes de que Hannah se despertara de la siesta hace un rato, Amy estaba leyendo en la salita con la puerta cerrada y me ha parecido oírla llorar. No quería meterme donde no me importa, así que no he entrado. Sé que está preocupada por la boda de su padre con la señorita Atkins. Luego le he preguntado si le pasaba algo y me ha dicho que no. Ya sabe cómo son las chicas: a veces te cuentan su vida y otras te dicen que eres una meticona.
—¿Cómo?
—Una metomentodo.
—Ya. —Menley le entregó los billetes doblados—. Muchas gracias.
—Gracias a usted. Da gusto trabajar aquí. Oiga, yo tengo un hijo de tres años y comprendo muy bien lo horrible que debe de haber sido perder a ese niño tan guapo. El año pasado, cuando vi el vídeo se me saltaron las lágrimas.
—¿Vio un vídeo de Bobby?
—Lo tenía el señor Nichols cuando alquiló la casa. Como le he dicho a Amy, lo miraba con una cara tristísima. Estaba en la piscina con Bobby y lo levantaba. Usted lo llamaba y el niño echaba a correr hacia usted.
Menley tragó saliva con dificultad.
—Está grabado sólo dos semanas antes del accidente —dijo tratando de mantener una voz calmada—. Yo no podía soportar verlo. Fue un día muy feliz.
«Pero ahora quiero verlo —pensó—. Ya estoy en condiciones de verlo».
Carrie guardó el dinero en el bolso.
—Ese día la señorita Atkins estaba con el señor Nichols y él le estaba contando todo lo de Bobby y lo culpable que se sentía porque tendría que haber estado con ustedes el día del accidente en vez de jugando al golf.