Aquella tarde había mucho trabajo en la agencia. Elaine recibió dos nuevas ofertas y fue a examinar las propiedades. Fotografió una de ellas nada más verla; se trataba de una bonita reproducción de un buque de velas cuadradas situada en Ryders Pond.
—Saldrá enseguida —le aseguró al propietario.
La otra casa siempre había estado alquilada y necesitaba algunos retoques. Elaine sugirió con tacto que si cortaban el césped y los arbustos todo el conjunto se vería beneficiado. La casa también necesitaba una buena limpieza. Sin demasiada convicción sugirió que podía mandar a Carrie Bell; tenía sus inconvenientes pero nadie limpiaba mejor que ella.
Llamó a Marge por el teléfono del coche.
—Me voy directamente a casa. Vienen a cenar John y Amy y quiero revelar las fotos antes de empezar a preparar la cena.
—Te estás volviendo muy doméstica —le dijo Marge con tono irónico.
—¿Qué tiene eso de malo?
Cuando llegó a su casa, Elaine hizo otra llamada, esta vez a Scott Covey.
—¿Quieres venir a cenar?
—Si me dejas que lleve la cena. Acabo de llegar con un cubo lleno de langostas.
—Ya sabía yo que te tenía que llamar por algún motivo. ¿Te llegó la foto?
—Sí.
—Y ni siquiera me has dado las gracias —bromeó Elaine—. Ya sabes por qué te la mandé.
—Para que me acuerde, ya lo sé.
—Hasta luego, Scott.