A la una, Menley había llenado doce páginas de su libreta y tenía dos horas de conversaciones en el magnetófono.
Mientras Jan conducía el coche por la carretera nacional 6 hacia Eastham, Menley comentó las coincidencias entre las experiencias que le habían contado.
—Parece que todas las personas con quienes hemos hablado piensan que si hay algo inexplicable en su casa, ha de ser una presencia benévola —dijo—. Pero a su amiga de Brewster, Sarah, no se le ha manifestado más que una vez.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Jan mirándola.
—Sarah ha dicho que una madrugada, mientras su marido y ella dormían, la despertó el ruido de alguien que subía las escaleras. Entonces se abrió la puerta y vio huellas de pasos en la moqueta.
—Exacto.
Menley pasó las hojas de su libreta.
—Sarah ha dicho que tuvo una sensación de bienestar. Éstas son sus palabras: «Fue como cuando eres un niño pequeño y entra tu madre en la habitación y te arropa».
—Sí, así es como lo ha expresado. —Y luego ha dicho que notó un golpecito en el hombro y que era como si alguien le hablara, pero ella no lo oía con los oídos sino con la mente. Sabía que era Abigail Harding, la mujer para quien se construyó la casa, que le decía lo contenta que estaba de que hubieran devuelto a la vivienda su belleza original. Siempre lo ha contado así. Lo que quiero decir —continuó Menley— es que Abigail tenía un motivo para ponerse en contacto con Sarah: quería comunicarle algo. Sarah dice que jamás ha vuelto a sentir nada concreto, que ahora, cuando siente la presencia benévola, simplemente percibe una atmósfera tranquila en la casa. Me parece que tal vez sea algún asunto inacabado lo que retiene a un espíritu en la tierra.
—Es posible —coincidió Jan. Se detuvieron en Eastham a tomar un almuerzo rápido en un pequeño restaurante situado frente al mar y luego fueron a ver la casa que había construido Tobias Knight en esa población. Estaba sobre la misma carretera, rodeada de tiendas y restaurantes.
—La ubicación no es comparable a la de Recuerda, —observó Menley.
—La mayor parte de las casas de capitanes estaban apartadas del mar. Los colonos tenían cierto respeto a las borrascas del noreste. Pero la casa es parecida a Recuerda, aunque más modesta. Esta es de 1699. Como ves, encima de la puerta no hay vidriera.
—El capitán y Mehitabel trajeron la vidriera de Inglaterra —explicó Menley.
—No lo sabía. Habrás encontrado ese dato entre las notas de Phoebe.
Menley no respondió. Entraron, se detuvieron en la recepción, cogieron los folletos que trataban de la casa y recorrieron las habitaciones. La distribución de la mansión, muy bien restaurada, era similar a la de Recuerda.
—Las habitaciones son más grandes —observó Jan—, pero Recuerda la supera en los detalles.
Menley permaneció callada durante el trayecto de regreso a Chatham. Algo hacía que se sintiese incómoda, pero no estaba segura de qué era. Tenía ganas de llegar a casa para hablar con Carrie Bell antes de que se marchara.