Carrie Bell iba trajinando por la cocina, limpiando el interior de los armarios, mientras charlaba con Amy.
—Qué niña más adorable —dijo—. Y es buenísima.
Amy estaba dando de comer a Hannah.
Como si hubiera entendido el cumplido, la pequeña le dirigió una sonrisa resplandeciente a Carrie y metió el puño en el bote de melocotones.
—¡Hannah! —exclamó Amy riendo.
—Y se va a parecer mucho a su hermano —declaró Carrie.
—A mí también me lo parece —coincidió Amy—. Se parece mucho a esa foto que tiene la señora Nichols en la cómoda.
—Y se nota todavía más en el vídeo que tenía el señor Nichols de Bobby el año pasado. —Carrie bajó la voz—. ¿Sabes?, le limpiaba la casita que alquiló cerca de casa de Elaine. Una vez entré y el señor Nichols estaba mirando un vídeo en que Bobby iba corriendo hacia su madre. Qué pena me dio ver la expresión de su cara. —Cogió la muñeca antigua y dijo—: Deberías quitar esto de aquí, Amy. ¿Por qué no la pones en la cuna vieja que hay en la habitación de la niña? Parece el sitio perfecto.