Phoebe había pasado mala noche. Las pesadillas la habían hecho gritar en sueños varias veces. En el transcurso de una de ellas dijo: «No quiero entrar ahí». Y en otra: «No me hagáis eso».
Por fin, al amanecer, Henry consiguió convencerla de que se tomara un fuerte sedante y cayó en un sopor narcótico.
Durante su solitario desayuno, Henry trató de descifrar qué podía haberla alterado tanto. El día anterior, mientras paseaban por la playa, parecía relajada, y aparentemente había disfrutado de la visita a Adam y Menley en Recuerda. Al ver sus papeles se alegró y habló con lucidez para decirle a Menley que la respuesta estaba en la carpeta «Saqueadores nocturnos».
¿Qué respuesta? ¿A qué se refería? Evidentemente le había venido a la cabeza algún aspecto de su investigación e intentaba comunicárselo a Menley. Pero también habló con claridad cuando se refirió al dibujo que había hecho Menley del capitán Freeman y Mehitabel.
Henry se llevó la taza de café al estudio de Phoebe. Había recibido una carta del director de la residencia en la que éste le sugería que eligiese unos cuantos recuerdos para que Phoebe los tuviera en su habitación cuando se trasladara allí. Decía que los objetos conocidos, sobre todo los asociados a recuerdos antiguos, contribuían a reforzar la consciencia de los enfermos de Alzheimer. «Tendría que empezar a decidir qué debería llevarse —pensó—. Aquí es donde tengo que mirar».
Como siempre, estar sentado ante la mesa de trabajo de Phoebe le hacía reflexionar en lo tremendamente diferentes que eran las cosas comparadas con unos años antes. Cuando Phoebe se retiró de la docencia, se pasaba las mañanas allí, inmersa en sus investigaciones, trabajando como él se imaginaba que lo estaría haciendo Menley Nichols.
«Un momento —pensó Henry—. Ese dibujo del capitán y su mujer que Phoebe mencionó ayer estaba en la carpeta grande, no entre los papeles que le di a Menley. No sabía que existiera otro retrato de los dos juntos. Me parece que esa carpeta tenía más material sobre los Freeman y Recuerda. ¿Dónde lo habrá guardado Phoebe?».
Recorrió la habitación con la vista: las estanterías que cubrían las paredes de suelo a techo y la mesita que había junto al sofá. Y entonces se le ocurrió: «¡Claro, el armario del rincón!».
Se acercó a él. En los estantes de aquel mueble antiguo había piezas curiosas de cristal de Sandwich. Recordó que Phoebe había comprado cada una de ellas con cariño y decidió que debería llevar algunas a la residencia.
El armario de debajo de los estantes estaba repleto de libros, papeles y carpetas. «No recordaba que tuviese todo esto aquí dentro», se dijo Henry.
En medio de aquel batiburrillo, consiguió dar con la carpeta que buscaba y, en su interior, con el dibujo del capitán y Mehitabel. Las faldas de ella y las velas del barco estaban hinchadas, sugiriendo un viento intenso y frío. La mujer se encontraba de pie, pero no al lado de su marido sino un par de pasos detrás, como si éste la protegiera. El hombre tenía un rostro firme y vigoroso; el de ella era suave, y sonreía. La mano de Mehitabel descansaba en el brazo del capitán. El desconocido pintor había logrado transmitir los particulares lazos que unían a la pareja. «Se nota que se querían», pensó Henry.
Revisó el contenido de la carpeta. Varias veces la palabra «saqueador» le llamó la atención. «Quizá es esto lo que Phoebe quería que Menley leyera».
—¿Es ahí donde dejé la muñeca?
Phoebe estaba en la puerta con el pelo revuelto y el camisón manchado. Henry recordó que había dejado el frasco del sedante en la mesilla de noche.
—Phoebe, ¿has tomado más medicina? —preguntó él, nervioso.
—¿Medicina? —Parecía sorprendida—. Creo que no. —Se acercó al armario dando traspiés y se agachó al lado de su marido—. Ahí es donde dejé la muñeca de Recuerda —dijo Phoebe con entusiasmo. Sacó los papeles del último estante, dejando que se desperdigaran por el suelo, metió la mano hasta el fondo y extrajo una muñeca antigua ataviada con un vestido largo de algodón amarillento. Un sombrerito de puntillas con cintas de satén bordeaba el delicado rostro de porcelana. Phoebe se la quedó mirando, ceñuda, y luego se la dio a Henry.
—Es de Recuerda —dijo en tono impreciso—. Iba a devolverla, pero se me olvidó.