Henry Sprague salió a pasear con su mujer por su trecho de playa favorito, el que quedaba frente a Recuerda. Eran las seis y cuarto cuando vieron a Adam y Menley con la niña junto a la orilla. Se pararon a hablar.
—Acabo de regresar de Nueva York —explicó Adam—, y sentí una necesidad imperiosa de llenarme los zapatos de arena. Subid a tomar un vaso de vino.
Phoebe había pasado mal día. Después de regresar de casa de Scott Covey con Henry y Jan Paley, había estado muy nerviosa. Entró en el despacho y se puso a buscar sus papeles, acusando a Henry y a Jan de habérselos robado. Henry pensó que tal vez sería buena idea que viera dónde estaban ahora y que Menley le volviese a explicar por qué los tenía. Y quería contarle a Adam que había hablado con Scott.
Aceptó la invitación y siguieron a los Nichols hasta la casa. Mientras cruzaban el jardín, Henry le explicó a Menley lo que pretendía hacer.
Menley escuchó con el corazón en un puño, rezando para que Phoebe no insistiera en llevarse los papeles.
Pero una vez en la cocina, Phoebe Sprague pareció complacida de ver los pulcros montones de papeles, carpetas y libros. Los acarició cariñosamente y bajo la mirada de su marido, de Menley y de Adam, su rostro se iluminó. La nublada expresión de sus ojos desapareció.
—Quiero contar su historia —murmuró al tiempo que abría la carpeta de ilustraciones.
Menley se dio cuenta de que Phoebe pretendía mirar todos los dibujos. Cuando llegó a los que ella había hecho, los levantó y gritó:
—Los has copiado del cuadro que tengo de Mehitabel y Andrew en el barco. Hace tiempo que no lo encuentro. Pensaba que lo había perdido.
«Menos mal que existe un cuadro que pude haber copiado —pensó Menley—. Con esta maldita medicación, no acabo de tener la cabeza en su sitio».
Phoebe se quedó quieta un momento, estudiando el rostro de Mehitabel. Notaba que retrocedía, que se veía arrastrada de nuevo a la confusión, que volvía a perderse. Hizo un esfuerzo para seguir adelante. «Su marido la quería —pensó—, pero no le creía. Por eso murió. Tengo que advertir a la mujer de Adam que eso mismo le va a pasar a ella».
Trató de aferrarse a esa idea, pero de pronto perdió todo significado. Mehitabel. Andrew. ¿Quién más?
Antes de que su mente se tornara nuevamente borrosa, gris y vacía, consiguió susurrarle a Menley:
—Mehitabel inocente. Tobías Knight. Respuesta en carpeta «Saqueadores nocturnos».