Robert Shore, el fiscal del distrito, presidía la reunión que se celebró en la sala de juntas de los juzgados del condado de Barnstable. Se sentó en la cabecera de la mesa y el forense, los detectives y los expertos ocuparon los lados. Hizo sentar a Nat Coogan frente a él en reconocimiento por lo que había trabajado en el caso.
—¿Qué tenemos hasta ahora? —preguntó, y le hizo un gesto a Nat para indicarle que podía empezar a exponer lo que había averiguado.
Paso a paso, Nat expuso los datos que había reunido. El turno siguiente le tocó al forense.
—El cuerpo estaba mutilado por los animales carroñeros. A ustedes les interesa especialmente el estado de las manos. Los extremos de los dedos de las dos manos habían desaparecido, como era de esperar. Es uno de los primeros puntos que atacan los cangrejos. El resto de los dedos de la mano izquierda están intactos. En el anular llevaba un aro de oro, el anillo de boda. —Levantó una fotografía tomada durante la autopsia—. La mano derecha es otra cosa. Además de las puntas de los dedos, también se habían comido el dedo anular desde el nudillo hasta la mano. Eso indica que había sufrido un traumatismo previo que hizo que la sangre aflorara a la superficie de la dermis y atrajera a los carroñeros.
—El marido dice que, la mañana del día que murió, Vivian se había estado retorciendo el anillo de esmeraldas para quitárselo —dijo Nat—. ¿Podría ser eso la causa?
—Sí, pero tendría que haberse dado unos tirones muy fuertes.
El fiscal Shore cogió la foto.
—El marido admite que llevaba el anillo estando en el barco, pero dice que debió de cambiárselo al anular de la otra mano. ¿Es posible que si le estaba flojo se le saliera en el agua?
—Desde luego, pero no habría pasado por el nudillo de la mano derecha. Y hay otro detalle. —El forense les mostró otra fotografía—. No queda gran cosa del tobillo derecho, pero se ven unas señales que parecen roces de cuerda. Es posible que en algún momento la ataran e incluso que la arrastraran una distancia considerable.
Shore se inclinó hacia adelante.
—¿Intencionadamente?
—No podemos saberlo.
—¿Qué hay del contenido de alcohol?
—Entre el humor vítreo, es decir, el líquido del ojo, y la sangre, hemos comprobado que consumió el equivalente a tres vasos de vino. Si hubiera estado conduciendo un coche, habría superado el nivel permitido.
—Eso significa que no debería haber estado buceando en ese estado, pero no hay ninguna ley que lo prohíba.
Los dos expertos de la Guardia Costera de Woods Hole eran los siguientes. Uno de ellos llevaba unos mapas marítimos que desplegó sobre un caballete. Con la ayuda de un puntero, presentó el resultado de su trabajo.
—Si desapareció aquí —dijo señalando un punto situado a una milla de la isla de Monomoy—, el cuerpo debería haber sido arrastrado hacia Martha's Vineyard y habría sido encontrado más o menos por aquí. —Volvió a señalar el mapa—. La otra alternativa es que, dadas las violentas corrientes causadas por la tormenta, fuera arrastrada hacia la costa de Monomoy. Donde no podía estar es en Stage Harbor, donde apareció. A no ser que se enredara en una red de pesca y la arrastraran hasta aquí, cosa que también es posible —concluyó.
El experto en equipos de submarinismo expuso las piezas que usó Vivian Carpenter el día de su muerte.
—Todo estaba bastante viejo —comentó—. ¿No era rica?
—Creo que puedo contestar a eso —intervino Nat—. Vivian le compró a su marido un equipo nuevo de submarinismo como regalo de bodas. Según él, ella quería usar el suyo viejo para ver si le gustaba bucear. Si era así, se compraría el mejor del mercado, como el que le había regalado a él.
—Supongo que es razonable. Hablaron de la posible relación de Tina con Scott. —El fiscal hizo el papel de abogado del diablo— ¿Tiene novio ahora? —preguntó.
—Sí, el mismo que tenía antes —respondió Nat. Luego les contó la impresión que le había causado Fred Hendin. A continuación habló del aceite que había visto en el suelo del garaje de Scott Covey—. Un poco dudoso como prueba —admitió—. Un buen abogado defensor, y Adam es de lo mejores, podría refutarlo enseguida. Revisaron los documentos encontrados en casa de Covey.
—Está claro que Covey llevaba sus cosas al día —gruñó Shore—. Aquí no hay nada. Pero ¿y Vivian? ¿Dónde guardaba sus documentos personales?
—En la caja fuerte —repuso Nat.
—¿Y no la compartía con el marido?
—No.
Al terminar la reunión acordaron, no sin cierta reserva, que, sobre la base de los datos con que contaban, sería casi imposible conseguir que un jurado de acusación presentara un auto de procesamiento contra Scott Covey.
—Voy a llamar al juez Marrón, de Orleans, para pedirle que convoque una vista preliminar —anunció Shore—. Así se conocerán públicamente los hechos. Si considera que tenemos base suficiente, dictaminará que hay pruebas de negligencia criminal o proceder desleal y podremos convocar el jurado de acusación. —Se desperezó—. Caballeros, hagamos una votación informal. Olvídense de lo que un jurado de acusación consideraría admisible o no. Si tuvieran que votar culpable o inocente, ¿qué votarían?
Recorrió el contorno de la mesa con la mirada. Uno a uno, los presentes fueron respondiendo con voz grave:
—Culpable…
—Culpable. —Coincidió Shore con tono decidido—. Hay unanimidad. No podemos demostrarlo todavía, pero todos creemos que Scott Covey es un asesino.