El lunes por la mañana, Adam llamo al Wayside Inn, averiguó que una camarera llamada Tina tenía que trabajar allí aquel día y luego llamó a Scott Covey y quedó con él en el restaurante.
Menley había llamado a Amy para que vigilase a Hannah mientras ella estudiaba los archivos de Phoebe Sprague, lo cual le apetecía mucho.
—Así que no me echarás de menos —dijo Adam—. Pones la misma cara que un pirata que persigue un barco lleno de oro.
—Estar en esta casa es muy útil para captar el ambiente de aquella época —dijo Menley, entusiasmada—. ¿Sabías que la puerta del salón principal es tan grande porque la hicieron para que por ella pudiera pasar un ataúd?
—Qué macabro —dijo Adam—. Mi abuela solía contarme historias de la casa en que vivía, pero se me han olvidado. —Hizo una pausa y con expresión nostálgica, agregó—: Bueno, me voy, que tengo que empezar a preparar la defensa de mi nuevo cliente. —Menley estaba dando una papilla de cereales a Hannah. Adam besó a Menley en la cabeza y acarició el pie de su hija—. Estás demasiado sucia para darte un beso, tesoro —le dijo.
Vaciló tratando de decidir si debía o no comentar que pensaba pasar por la agencia de Elaine y conversar con ella si estaba allí. Pero pensó que lo mejor era no decir nada. No quería que Menley conociera el motivo de esa visita.
Adam llegó al Wayside Inn quince minutos antes de la hora acordada con Covey. Le resultó fácil reconocer a Tina basándose en la descripción que Henry Sprague le había dado. Cuando entró él, estaba recogiendo una mesa pequeña que había junto a la ventana. Le pidió a una camarera si se podía sentar allí.
«Muy atractiva de una manera llamativa», pensó mientras cogía el menú que la camarera le ofrecía. Tina tenía el cabello oscuro y brillante, los ojos pardos y vivarachos, la piel rosada y una sonrisa radiante que dejaba al descubierto unos dientes perfectos. Un uniforme innecesariamente ceñido resaltaba cada una de las curvas de su torneada figura. «Se acerca a los treinta —pensó—. Y ha vivido lo suyo».
A su alegre «Buenos días, señor» siguió una mirada de franca admiración. A la mente de Adam acudió un verso de la canción Muñeca de papel, que solía cantar su madre: «Ojos conquistadores…». Evidentemente, Tina tenía unos ojos conquistadores.
—De momento, un café. Estoy esperando a una persona.
Scott Covey llegó a las nueve en punto. Desde el otro extremo de la sala Adam vio cómo cambiaba la expresión de su rostro cuando se dio cuenta de que iba a servirles Tina. Pero cuando se sentó y ella se acercó con la carta, la aceptó sin dar señales de que la conociera, y tampoco ella dejó entrever que no era un desconocido, sino que se limitó a decir:
—Buenos días, señor.
Los dos pidieron un zumo, café y una pasta.
—No tengo mucho apetito últimamente —dijo Covey en voz baja.
—Y todavía tendrás menos si no dejas de jugar conmigo —le advirtió Adam.
Covey se sobresaltó.
—¿Qué quieres decir con eso?
Tina estaba recogiendo una mesa próxima y Adam la señaló con un gesto de la cabeza.
—Quiere decir que la policía sabe que te encontraste con esa bella señorita en el Cheshire Pub antes de que muriera tu mujer y que es posible que incluso estuviera en tu casa.
—Henry Sprague —dijo Covey; parecía contrariado.
—Henry Sprague se dio cuenta de que no te encontraste con ella en el bar por casualidad. Pero si no le hubieras contado esa patraña de que era de la compañía del teatro Cape, no le habría dicho nada al detective. ¿De qué conoce a Tina la señora Sprague?
—No la conoce.
—Phoebe la conoce lo suficiente como para llamarla por su nombre. ¿Cuántas veces ha estado Tina en tu casa?
—Una vez. Pasó cuando el cuerpo de Viv aún no había aparecido. La señora Sprague no sabe lo que dice. Da bastante miedo verla mirar por la ventana o descubrir que ha abierto la puerta y ha entrado en tu casa. Desde que se ha puesto tan mal confunde las casas. Debía de estar por ahí el día que vino Tina. No olvides, Adam, que estas últimas semanas ha pasado mucha gente por mi casa.
—¿Qué tipo de relación tenías con Tina antes de que muriera tu mujer?
—Ninguna desde que conocí a Viv. Antes sí. El año pasado, cuando trabajaba en el despacho del teatro, salía con ella.
—¿Salías? —preguntó Adam arqueando una ceja.
—Tenía relaciones con ella. —Scott Covey parecía angustiado—. Era soltero, Adam. Ella también lo era. Mírala, Tina es una chica marchosa. Los dos sabíamos que la cosa no iba a llegar a nada, que cuando acabara la temporada teatral me iría de aquí. Antes trabajaba en el Daniel Webster Inn de Sandwich. Ha sido mala suerte que viniera a trabajar aquí y que Viv y yo nos la encontráramos. Me llamó aquella vez para que quedáramos a tomar algo. Y vino a casa para decirme que lamentaba lo de Viv.
Tina se dirigía hacia ellos con la cafetera.
—¿Otra taza, señor? —le preguntó a Scott.
—Tina, éste es mi abogado, Adam Nichols —dijo Scott—. Me va a representar. Ya has oído los rumores que corren. —La joven parecía desconcertada y no dijo nada—. Tranquila, Tina —le dijo Scott—. El señor Nichols sabe que somos viejos amigos, que salimos durante un tiempo y que pasaste por casa para darme el pésame.
—¿Para qué querías ver a Scott en el Cheshire Pub aquel día que estaba con Henry Sprague? —preguntó Adam.
—Cuando Scott se marchó de Cape Cod el año pasado, después del verano, no volví a saber de él —respondió Tina mirando directamente a Adam—. Luego cuando entró aquí con su mujer me puse furiosa. Pensé que había salido con ella a la vez que salía conmigo, pero no fue así. La conoció al final del verano, eso era todo lo que quería saber.
—Sugiero que le cuentes la misma historia a la policía —dijo Adam—, porque te van a interrogar. ¿Me traes otro café y la cuenta, por favor? —Cuando Tina se hubo alejado, Adam se inclinó hacia Scott—. Escúchame bien. He accedido a representarte, pero tengo que decirte que se está juntando un montón de factores negativos. Con cargo a tu cuenta, voy a contratar a un investigador.
—¿A un investigador? ¿Para qué?
—Para que investigue exactamente lo mismo que está investigando la policía de Chatham. Si tenemos que someternos a un juicio con jurado de acusación no podemos permitirnos que se descuelguen con alguna sorpresa. Tenemos que ver las fotos de la autopsia, el equipo que llevaba puesto tu mujer, saber qué corrientes había aquel día, buscar a la gente de otros barcos para que testifique que estuvieron a punto de zozobrar por la rapidez con que se presentó el temporal. —Hizo una pausa cuando Tina se acercó con la cuenta y continuó una vez que se hubo marchado—. Necesitamos encontrar más testigos como Elaine que declaren lo bien que iba tu matrimonio. Y, por último, mi investigador te va a investigar a ti igual que está haciendo la policía. Si tienes alguna mancha en el pasado, tengo que conocerla para poder justificarla.
Echó una rápida mirada a la cuenta y sacó la cartera.
—Permíteme —dijo Scott alargando el brazo.
—No te preocupes, la pondré en la cuenta de gastos —repuso Adam sonriendo. Justo en el momento en que salían del restaurante, frente a la puerta se detenía el Chevy azul que había visto salir de casa de los Sprague—. Tina tiene visita —comentó lacónicamente mientras el detective Coogan salía del automóvil y entraba en el local.