A las once, Amy y su padre se despedían de Elaine. La noche distaba mucho de haber sido un éxito. Elaine le había repetido a Amy que no se debía coger nada sin permiso y mucho menos dárselo a otra persona. Su padre se mostró de acuerdo, pero Elaine continuó repitiéndolo hasta que él mismo dijo:
—Ya está bien, Elaine, creo que lo ha entendido.
Cenaron tarde porque se fue la luz durante más de una hora y el asado no estaba listo. Cuando por fin estaban terminando el postre, Elaine volvió a sacar el tema de Menley Nichols.
—Adam está muy preocupado por Menley. Sufre una depresión muy grave y ver el vídeo del niño podría trastornarla mucho; además va a estar sola dos noches. Adam está muy preocupado.
—Yo no creo que sufra ninguna depresión —dijo Amy—. Estaba triste al mirar el vídeo, por supuesto, pero luego lo comentamos y dijo que hay que estar agradecido por haber tenido la oportunidad de querer a alguien maravilloso, aunque no lo tuvieras mucho tiempo. Me dijo que su madre siempre decía que prefería haber estado casada con su padre doce años que setenta con otro. —Amy miró a su padre y añadió—: Yo estoy de acuerdo con ella.
Con cierta satisfacción, vio que John se sonrojaba. Estaba dolida y enfadada con él por ponerse de parte de Elaine con tanta vehemencia en el tema de la cinta de vídeo. «Supongo que desde ahora será así», se dijo.
La conversación fue tensa durante toda la cena. Además, Elaine parecía muy nerviosa. Hasta el padre de Amy se dio cuenta y finalmente le preguntó si le pasaba algo. Entonces Elaine soltó la bomba:
—John, he estado pensando —dijo—. Creo que deberíamos retrasar la boda un tiempo. Quiero que todo sea perfecto y no puede serlo hasta que Amy no esté a favor.
«Te importa un rábano que yo esté a favor o en contra —pensó Amy—. Seguro que es otra cosa».
—Elaine, como has dicho todo el verano, dentro de unas semanas estaré en la universidad y empezaré mi propia vida. No te casas conmigo sino con mi padre. A mí lo único que me preocupa es su felicidad, y eso mismo debería preocuparte a ti.
Elaine soltó la bomba cuando ya estaban a punto de marcharse. A Amy le gustó la entereza con que su padre dijo:
—Me parece que tú y yo deberíamos hablar de esto en otro momento, Elaine. Te llamaré mañana.
Cuando Elaine abrió la puerta principal, vieron que un coche patrulla con todas las luces encendidas se acercaba a la entrada.
—¿Qué puede haber pasado? —preguntó Elaine.
Amy percibió algo extraño en su voz. Parecía tensa, como si tuviera miedo.
Nat Coogan salió del coche patrulla y se detuvo un instante para mirar a Elaine Atkins, que se encontraba de pie en la puerta. Acababa de llegar a su casa cuando lo llamaron de la comisaría. Scott Covey había ido a Morris Island y había tratado de matar a la esposa de Adam Nichols. Escapó cuando apareció Nichols, pero lo cogieron en un control de la nacional 6.
Nat Coogan se sentía sumamente complacido de ser el que iba a detener a Elaine Atkins. Sin hacer caso de la intensa lluvia, recorrió el camino de acceso y se refugió en el porche.
—Señorita Atkins —dijo—. Traigo una orden de arresto. Le voy a leer sus derechos y luego tendrá que acompañarme.
Amy y su padre se quedaron mirando a Elaine, que palideció.
—Eso es ridículo —replicó asombrada y furiosa.
Nat señaló la acera.
—Dentro de ese coche está Scott Covey. También nos lo llevamos. Estaba tan seguro de lo que hacía que le contó a Menley Nichols toda la historia de su interesante plan para quedarse con Adam. Ha tenido suerte de que Covey no llegara a ahogarla, así sólo se le acusará de intento de asesinato. Pero necesitará un buen abogado y no creo que pueda contar con que Adam Nichols la defienda.
John Nelson consiguió decir:
—Elaine, ¿qué pasa? ¿De qué habla? Nat, seguro que se…
—¡Calla, John! —le espetó Elaine mirándolo con desprecio.
Mientras se miraban se produjo un largo silencio. Luego Amy notó que su padre la cogía del brazo.
—Venga, cariño —dijo—, entremos.