Capítulo 59

—A lo mejor ahora ya nos tomarás en serio, ¿no?

La figura de Loki se cernía sobre Luke y movía la cabeza con un gesto de decepción.

Desde el cajón de la cama, Luke levantó la vista del único ojo que tenía abierto. Dentro de la boca notaba partículas sueltas de los dientes, como arenilla, que eran consecuencia de su caída de bruces. Sin embargo, curiosamente, no sentía dolor de encías.

Loki había echado fuera a Fenris para que se tranquilizara. Le había gritado cuando habían bajado del desván, incluso le había pegado fuerte al otro lado de la puerta de la habitación y luego lo había empujado escalera abajo. Surtr había seguido dócilmente al irascible Fenris hasta el pequeño claro que había frente a la entrada de la casa. Ahora Luke la oía a través de la ventana, continuando con las reprimendas que había iniciado Loki al desobediente y malhumorado Fenris.

El gigantón se inclinó sobre el cajón de la cama, hasta donde Luke había regresado arrastrándose después de la caída, y volvió a atarle los tobillos con una tira de nailon. Luke no opuso resistencia; ya estaba más que servido de puñetazos, patadas, empujones y tirones. No obstante, se preguntó si habrían encontrado las bridas allí, en la casa, o si las habrían traído con ellos y las habrían utilizado con otras muñecas y tobillos durante su viaje hacia el norte. Esa idea avivó la sensación de mareo y la angustia, y Luke temió sufrir una hiperventilación.

Una ligera mejoría en las horribles náuseas que le provocaba la herida de la cabeza era la única noticia positiva que encontró en su mermado y deteriorado estado.

Loki se sentó a los pies de la cama. Respiraba agitadamente y hablaba con dificultad, como anheloso; sonaba como si tuviera asma, como Phil. El pobre Phil.

—Ahora ya lo sabes, Luke de Londres. Sabes que no eres nada. Un gusano comparado con lo que hay aquí.

Señaló al techo con un largo dedo. Luego se volvió a la ventanita y miró el reloj con la esfera encajada entre dos brazaletes tachonados que le envolvían el antebrazo. Se volvió de nuevo a Luke. Sus glaciares ojos azules refulgían hundidos en sus órbitas oculares negras.

—Ella puede convocarlo, ¿sabes? Sabemos que puede. Y ella sabe que vamos en serio. Y ha prometido convocarlo para nosotros. Y para ti, Luke. Así que esta noche volveremos a intentarlo.

Loki arrugó el rostro para componer una mueca demoníaca y sacó la lengua.

—Eres un hombre afortunado —continuó, sonriente—. Esta noche conocerás a un dios y descubrirás el auténtico significado del frenesí sangriento, Luke. Me has causado muchos problemas. Pero pronto todos seremos más felices. Reconcíliate con tu dios muerto. Tal vez pronto te reúnas con tus amigos, ¿de acuerdo?

Loki se marchó y lo dejó solo.

Luke continuó con la mirada perdida durante un rato largo, incapaz de fijar los ojos en nada de lo que tenía alrededor. Encima de él, en el desván, oía alguna que otra vez los piececitos ruidosos de la anciana moviéndose de un lado a otro. La mujer todavía no había bajado del desván desde la discusión; debía de sentir devoción por aquel lugar. Luke, sin embargo, no tenía ninguna duda de que prefería morir antes que volver a verlo.

Al cabo de un rato la oyó llorar. Entre sollozo y sollozo se dirigía en su vieja lengua melodiosa a los muertos que la rodeaban en la oscuridad polvorienta. Y Luke no supo por qué, pero sintió una compasión tremenda por ella. Muy pronto sus propias lágrimas le recorrerían las mejillas.

El viento sacudió su diminuta ventana y las nubes obstruyeron la débil luz blanca del sol. Mientras la penumbra invadía la habitación, también la mente de Luke atenuaba su propia claridad. Empezó a llorar por él, por sus amigos, y las lágrimas de su corazón parecieron fluir con la inmensa tristeza que se propagaba por el mundo y contaminaba a quienes lo habitaban.

Durante unos instantes de tiempo, metido en aquella cama pestilente, le pareció que tal vez algunas personas estaban exentas de la tragedia y del dolor. Pero esas treguas eran fugaces; en la estructura de la vida y en la extensión de la eternidad, las treguas eran meras anomalías en el flujo implacable de la desesperación y del dolor, de la tristeza y del horror que finalmente arrasaría con todo lo demás.

Y por primera vez desde que había salido del colegio, Luke rezó. La magnitud de lo que existía en aquel lugar le había hecho pensar en esos términos; en los términos épicos de dioses y demonios, y en los términos de la magia y de la época incomprensible y extraordinaria que había barrido aquel lugar y había dejado vestigios tan terribles. Le fue bien rezar, y también llorar y frotarse el rostro herido y abultado con las lágrimas saladas para desprenderse de una parte de esa desesperación que le helaba el corazón.

Fuera, debajo de su ventanita, la música empezó a rugir por los altavoces del viejo reproductor de CD y ya no pudo oír a la anciana en el desván. De vez en cuando, Fenris y Loki se desgañitaban intentando reproducir las voces del cantante de black metal. Estaban bebiendo otra vez; los delataba la estúpida risita de chacal que producía Fenris cuando le daba al alcohol destilado ilegalmente. Y así continuaron; eran tan previsibles que resultaban aburridos. La maldad era, concluyó Luke, inevitable, implacable y predecible. Imaginativa, sí, de acuerdo, pero carecía de alma.

Se dio unos toquecitos delicados en los orificios de la nariz con el dorso de una mano mugrienta. Era inútil; ni siquiera podía limpiarse la nariz. Por ella le chorreaba una mezcla de mocos y sangre. Dejó caer de nuevo la cabeza sobre la almohada sucia y cerró el ojo bueno; el otro permanecía cerrado por voluntad propia. Se quedó tumbado en silencio sobre las pestilentes pieles de borrego y esperó a que la luz desapareciera por completo y el cielo se oscureciera. «Para que esto acabe de una vez».

Y durante las largas horas que esperó en soledad con sus pensamientos, se torturó brevemente repasando sus intentos de fuga. Sumido en sus recuerdos, se decía que después de haber golpeado a Fenris con la jarra debería haberse quitado de encima a Surtr antes de que ella le diera en la herida de la cabeza. Tendría que haber actuado con más velocidad y contundencia contra ella. Se imaginó repitiendo la escena, pero esta vez con un final feliz, y luego corriendo escalera abajo, donde había encontrado un cuchillo, o el rifle.

O quizá debería haber salido corriendo directamente hacia el bosque después de que le enseñaran el cadáver del pobre Dom; no tenía que haber enfilado hacia el camino que discurría en paralelo al huerto. ¿En qué había estado pensando? Si se hubiera internado en el bosque, tal vez podría haberse escondido y más tarde haber huido. Y la oportunidad de taladrar la pared ya se había esfumado; se había quedado dormido y había soñado con su muerte, y ahora tenía las muñecas y los tobillos atados. Tenía la impresión de que toda esa situación formaba parte de una especie de destino terrible; como el destino que lo había llevado hasta allí para que fuera sacrificado. Tal como Loki había dicho.

—Que te jodan —masculló para sí.

Pero incluso aunque hubiera escapado de la casa y huido al bosque… ¿después qué?

Se maldijo y se sorbió la nariz. Se estremeció.

Así estaban ahora las cosas. La sensación de derrota cayó sobre él como un peso muerto, pero por lo menos la aceptación de su destino llegaba acompañada por el consuelo que conlleva el reconocimiento definitivo de una verdad dolorosa y decisiva. Cuando las aspiraciones, las pretensiones y el arrojo por fin pueden desecharse como el despilfarro de esfuerzo mental que suelen ser. Se acabaron los anhelos, las ansias y las preocupaciones. Todo habría terminado muy pronto.

Simplemente había quedado atrapado en las garras del mundo, en uno de sus márgenes dementes, tal vez; aun así se había visto arrastrado por la auténtica y profunda resaca de la tragedia. Aquí el final de un hombre simplemente era más extremo; esa era la única diferencia con la sensación de hundimiento y derrota causada por los incrementos en el otro mundo, donde él había fracasado y del que se había despedido para siempre. Las posibles opciones de destrucción aquí no diferían demasiado de las de cualquier otro lugar; simplemente adoptaban distintas formas. Tampoco el propósito de la violencia era diferente aquí; en todos los lugares donde había vivido era igual. Ni siquiera el ensimismamiento, la ambición patológica, el rencor y el placer por las desgracias del prójimo… Todo eso también existía en su mundo. Y al final, precisamente esas cosas habían acabado conduciéndolo allí. Los cimientos estaban en todas partes. Se llevaba en la sangre. Un puñado de desastres naturales, o personas inapropiadas subiendo al poder, o una guerra que se vaya de las manos y cambie el color del cielo, o que la tierra se contamine irremediablemente y se agoten los alimentos y el agua… y otra vez se aplastarían cráneos. La historia se repite. El Ragnarok. Ese era el caos que Loki deseaba; y mejor antes que después, aun si en su inicio solo se manifestara en las cosas que lo rodeaban, en su existencia deprimente, insensata y obsesiva.

Y pensar que también él había defendido siempre la marginalidad… Había abrazado la inadaptación, el desamparo. Era la última persona con la que aquellos chicos debían haber acabado. Pero los fracasados solo quieren cambiarse por cualquiera que esté por encima de ellos en la jerarquía. Esa conclusión hizo que su vida le pareciera más miserable.

—¡Joder!

Su propia debilidad, sus errores y sus defectos le parecían aún más lamentables que los de los Frenesí Sangriento. Ni siquiera se le daba bien ser malo. Al menos aquellos chavales se habían lanzado de cabeza a por su sueño. Sintió ganas de reír, pero también reconoció que probablemente había perdido la cordura. «Por fin. Ya era hora». ¿De qué le había servido a fin de cuentas?

Quizás era cierto que un terrible karma lo había conducido hasta allí con el propósito de que comprendiera todo eso por las malas. Se sonrió y le mostró los dientes ensangrentados al techo sucio.

—¡Quería tomarme un respiro! ¡Eso era todo! —gritó Luke a Dios, a los habitantes del desván, a quien quisiera escucharlo.

Solo quería una tregua de un mundo con el que no se llevaba muy bien: su trabajo, su deprimente apartamento, la misma decepción alienante todos los días, el hecho de envejecer sumido en ese mundo. Ansiaba un cambio y se lo habían concedido.

Sonrió y se le escapó una risita. Una burbuja de sangre estalló en sus labios. Una locura repentina se apoderó de él; se sentía salvaje, libre de la carga de sí mismo.

Oyó el ruido de pasos de unos pies grandes y pesados al otro lado de la puerta: Loki. «Gracias». Loki no lo mataría todavía. Aún disfrutaría de algo más de tiempo para poner orden en su cabeza antes del final. Estaba empezando a interesarse en su propia persona; por fin estaba conforme consigo mismo.

Se abrió la puerta y entró Loki, sudando abundantemente. El maquillaje le coloreaba el sudor, que se deslizaba por la barba y la camiseta de Satyricon. Traía las manos rojas.

—Loki, se te ha corrido el rímel, tío.

La anciana entró a continuación del muchacho gigantón. Portaba una bandeja sobre la que había una jarra de madera y un cuenco también de madera que todavía humeaba. El aroma de la carne y de la salsa impactó contra la garganta de Luke, que soltó un grito ahogado.

—Algo más que rímel estará corriendo por ti muy pronto, amigo mío —respondió Loki con una sonrisa en los labios—. Estoy impaciente por verlo. Será todo un espectáculo. Tal vez incluso lo grabemos en vídeo.

—¡Provoca el Ragnarok! ¡Provócalo de una vez! Las cosas que puedes hacer en una vida, Loki. Y, sin embargo, la gente como tú se muere de ganas de volver atrás en el tiempo. Sois unos malditos salvajes. Unos bárbaros.

—Gracias, Luke. Ahora estás empezando a entender lo que la tradición vikinga reserva para todos los extranjeros que se cagan en Odín.

—¿Sabes? Estaba aquí tumbado con la cara hinchada y me he puesto a pensar en que el declive de la familia nuclear no fue algo positivo, porque de lo contrario no habría gente como tú. Los Frenesí Sangriento no existirían, ¿no crees? Creo que te llevaste una gran decepción en tu tierna infancia, ¿me equivoco?

—Señor psicólogo, pienso que está usted lleno de gilipolleces.

—No eres original, colega. El Ragnarok, ¿es lo que te va ahora? Luego lo pagas con un par de excursionistas. Y con un pobre sacerdote. Eres un pedazo de mierda, Loki.

—Luke, te recuerdo que eres un invitado en esta casa. —Loki meneó un dedo amenazante delante de la cara de Luke—. Muy pronto te entregaré a un habitante ancestral del bosque; quizá podrías explicarle tu teoría. Y entretanto te irá arrancando las vísceras y luego te arrojará a un árbol como a un animal.

Loki sonrió.

Luke se echó a reír hasta que empezó a notar dolor en la nariz, en los labios partidos, en los pómulos hinchados y en lo que fuera que tenía en la cabeza.

—La banda más maléfica del mundo, ¿eh? Los asesinos en serie que convocaron a un demonio. Eso es puro rock and roll, Loki; eso te lo concedo. Pero no vale una mierda. Solo fantaseas. Esto apesta a Dragones y Mazmorras, colega. Eres un mero topicazo.

—Y tú estás en el corredor de la muerte, Luke. O en la cama de la muerte, como prefieras.

La anciana dejó la bandeja junto a la cama. Luke empezó a salivar.

—Ahora come, Luke. Y cállate. —Loki clavó la mirada en el plato y arrugó la nariz—. Ojalá tuviera algo mejor para ti, porque esta es tu última comida, amigo.

—Todavía puedes detenerlo.

—Imposible.

—Loki, por lo menos suéltame. Dame la oportunidad de huir.

—Come, por favor —respondió sonriendo—. No me lo pongas más difícil de lo que ya es. No soy un cabrón como Fenris. Yo no quiero… eh… mofarme de ti.

—Mis amigos tienen familias. Quiero volver a ver a mi perro. Vale. No te suplicaré.

Loki esbozó una sonrisa.

—Come. Luego te prepararemos. Ahora te dejaré solo. —Enfiló hacia la puerta, pero entonces se detuvo y se dio la vuelta—. Eh, Luke. Si de algún modo consigues levantarte de esa cama y arrastrarte escalera abajo, o cualquier estupidez por el estilo, dejaré que Surtr cumpla sus deseos y te raje. Está a un paso de dar rienda suelta a su frenesí sangriento contigo, Luke. Así que he hecho un trato con ella. Le he dicho: «Si Luke vuelve a huir antes de que llegue su hora, puedes cortarle todos los dedos de los pies. Puedes destriparlo». ¿Y sabes qué, Luke? ¿Luke?

—¿Qué?

—Que no bromeo.

Loki lo dejó a solas con la anciana.