—Luke. Estoy pasándolas canutas para mantenerte vivo.
Los ojos azules de Loki exhibían un brillo pícaro a la luz polvorienta que entraba por la diminuta ventana. Loki parecía tener ganas de jugar; estaba de buen humor. Sonriente, sacudió la melena negra y se la puso por encima de un hombro. No parecía tan adusto, tan extremadamente serio como hacía un rato; era como si la llegada del amigo destripado de Luke hubiera rebajado la tensión que había estado flotando en el aire. Además, estaba borracho. Había dejado el rifle apoyado contra la pared junto a la puerta.
Luke había permanecido tumbado inmóvil durante horas antes de la aparición de Loki. No podía respirar por la nariz, que notaba hinchada como si tuviera cuatro veces su tamaño normal, y tenía la cabeza abierta como una sandía partida en dos. Tenía los ojos hinchados; uno de ellos estaba casi completamente cerrado. Todo su cuerpo estaba cubierto por las marcas de un rojo intenso de las chinches que le habían picado sin sentido en su espantosa cama. Docenas de cortes y rasguños le recorrían los tobillos y los antebrazos, y no se había lavado en una semana. Apestaba. Estaba sediento. Y hambriento. Y destrozado. Se dio cuenta de que ya no le importaba nada.
Y se odiaba por sentirse aliviado porque el gigantón estuviera de buen humor. Y también se daba asco por sentir una especie de gratitud hacia Loki, pues ellos lo habían rescatado del bosque y ahora él lo había salvado de su par de amigos dos veces.
«¿Por qué me habrá salvado?».
Estaba harto de su impotencia. Harto de estar harto de aquella habitación, y del pestilente cajón de la cama, que nunca se secaba y que ahora apestaba a sus propias secreciones. Ya había acabado agotado de su miedo, de los dolores y de su propia miseria antes incluso de que lo encontraran, y ahora, la débil, incansable, pero en última instancia vana esperanza que lo había sustentado desde que se había despertado en aquel lugar resultaba agotadora; la esperanza de que aquellos chavales reconocieran de algún modo el rasgo de humanidad que compartían con el hombre herido del bosque, y que después de constatar que se trataba de una buena persona lo dejaran marchar. Del mismo modo, la patética y pueril esperanza a la que se aferraba de que de repente apareciera ayuda del mundo exterior también resultaba agotadora. Ahora la esperanza parecía lo más agotador del mundo. Sus continuos altibajos por los terribles dolores que le asolaban la cabeza, y su irrupción y desaparición mientras él saltaba de la consciencia a la inconsciencia, mientras se sumía dormido en un mundo desconocido para despertar en otro lugar más atroz aún, eran más dolorosos y más odiosos de sobrellevar que el sadismo de aquellos matones adolescentes.
Imaginó que su final estaba más cerca.
«Por fin». Así por lo menos podría dejar las preocupaciones de lado. Y antes de que pudiera dar vueltas en la cabeza a lo que se perdería y a las personas que echaría de menos, decidió con toda la calma del mundo que lo único que quería era que su vida terminara de una vez. Cuanto antes. Tal vez incluso él mismo podría acelerar su final. Se sonrió con los labios partidos.
—Tus tatuajes son una maldita contradicción, Loki.
Su voz sonó firme, irreconocible. La sangre se le acumuló en la garganta procedente de la nariz, tosió y se la vertió en el pecho. Se incorporó y escupió todo lo que tenía en la boca. Miró a Loki y de repente sintió un odio tan intenso y desesperado hacia él que cuando su aversión amainó, su mente había recuperado la claridad.
El gigantón desbarató su amplia sonrisa y su rechoncho rostro blanqueado se sacudió con una mueca de sorpresa.
—Despreciáis el cristianismo, ¿verdad? —continuó Luke—. Habéis quemado esas viejas stavkirke porque odiáis a Dios. Llevas una estrella de cinco puntas en el pecho, otra en un hombro y un crucifijo invertido en la barriga. ¿Crees que se necesitan más pruebas para demostrar que eres un capullo hijo de puta adorador del diablo?
Loki se puso a reír, dándose palmadas en los muslos, y luego tomó un trago del cuerno que utilizaba como vaso.
Luke no estaba dispuesto a estarse callado.
—Lo que implica que hubo un tiempo en el que creías en el diablo. En Satán, Loki. Sin embargo, también tienes tatuajes paganos. Runas paganas y chorradas así. Llevas los nudillos cubiertos de antiguas runas nórdicas, Loki. Desde aquí veo el martillo de Tor. Previas al cristianismo. Un sistema de creencias distinto. Y supongo que Fenris y tú ahora adoráis a Odín, ¿no? Eso quiere decir que ya no crees en el Dios cristiano ni en el diablo. De modo que arrasar esas iglesias ha sido una pérdida de tiempo, ¿no te parece? Lugares erigidos hace siglos por la fuerza de una creencia de una profundidad que dudo que alguna vez empieces siquiera a entender, Loki. Las vi en Noruega con mi amigo Hutch, que fue asesinado por esa atrocidad que tú adoras. Esas iglesias son hermosas; símbolos de una devoción más perenne que tus manías y tus modas, colega. Ahora a ti te van otras cosas, ¿no? Sin embargo, esos lugares proporcionaron consuelo a la gente sencilla. Forman parte de la cultura de tu país, de tu propia historia. Siento hablarte como si fuera la zorra de tu madre, Loki, pero no eres más que un gamberro. Un gilipollas.
—Luke, déjame decirte…
—Dime, ¿en qué cojones crees? ¿Cuál es tu verdadera meta? ¿Qué hago yo aquí? Porque yo ya me he cansado de intentar averiguarlo. Ya no tengo ningún interés en tratar de entender nada que tenga que ver con vosotros, imbéciles tarados. Yo creo que no tenéis ninguna meta, Loki. Solo sois una pandilla de mierdecillas que habéis traspasado muchos límites. Y ahora estáis tan heridos que ni siquiera os comprendéis entre vosotros. Así que vamos, supéralo de una vez, cabrón gilipollas.
Loki alzó su cara alargada para mirar el techo y sonrió mientras asentía.
—Me referiré solo a tu actitud, Luke. Está metiéndote en líos. Pero ¿sabes?, me gusta tu estilo. En serio. No estás… eh… comprendiendo mis creencias. Lo que no me parece mal, pues probablemente seas una oveja ciega, como muchos otros. De modo que seré indulgente contigo. Porque estás dormido. Pero creo que muy pronto despertarás.
Loki apoyó su larga melena negra contra la pared sucia. En sus labios apareció una sonrisa nostálgica que inmediatamente desentonó con la mueca pintada de su cara. Suspiró.
—¿Sabes una cosa, Luke? Hecho de menos combatir contra la Iglesia. Contra los cristianos. Por lo menos, los auténticos cristianos tienen los cojones de juzgarme. O estás con nosotros o estás condenado. Eso lo aprendimos de ellos. Y es cierto. Hay que ser extremista. Totalitario. Me gusta su estilo. —Alzó sus descomunales manos y sacudió la cabeza como si de repente hubiera recibido una revelación—. Y en algunas cosas tienes razón. Cuando pienso en que quemamos iglesias antiguas… Intento no hacer nada de lo que pueda arrepentirme, Luke, pero esa es una de las cosas que lamento haber hecho. Tendría que haber quemado algo de esa basura americana nueva, ¿eh? De la cienciología y ese tipo de cosas. Es un lavado de cerebro aún peor para gente muy ingenua. Pero hay lugares donde existe una devoción auténtica mucho más antigua, Luke. Como este.
Loki se sentó en el suelo y repitió su sonrisa nostálgica.
—Toda la vida lo supe, ¿sabes? Yo nací cerca de este lugar. Un poco más al sur, en Noruega, pero cerca. Esta sigue siendo mi verdadera tierra. Y regreso del mundo para estar aquí. Para huir, ¿entiendes? Vengo aquí porque no hay cristianos de mierda, ni reglas, ni socialdemócratas ni cabrones humanistas.
Escupió y dio otro trago al cuerno. A pesar de la gran cantidad de olores que flotaban en la habitación compitiendo entre sí y del estado de su nariz, Luke advertía la desagradable emanación del aliento de Loki que apestaba a levadura, incluso sepultado en el cajón de la cama.
—Nosotros hemos despertado, Luke. Y también queremos que nuestros colegas vikingos despierten, ¿sabes? Nosotros les enseñamos cómo hacerlo. Aquí mismo. Con nuestra música. Será especial, Luke. Estamos trabajando en algo muy intenso, amigo. Contendrá la voz de los dioses ancestrales. «Levantaos», dirá. «Levantaos». —Apuntó a Luke con el cuerno—. Auténtica magia, ¿sabes? Por eso he venido. He decidido enseñar a los demás lo que es la auténtica magia. Solo he traído a los que considero más aptos, ¿entiendes? Los que me han demostrado su valía. Los que han demostrado ser lo suficientemente malvados… intransigentes: una palabra que me gustó cuando la aprendí. Han demostrado que son capaces de matar y quemar. Son sangre y tierra.
Loki se echó a reír de repente.
—Tal vez demasiado, ¿eh? —apostilló—. ¡Fenris! No es muy listo, ¿no crees? Ya mataba animales cuando lo conocí en Oslo, ¿sabes? No quería animales domésticos en su ciudad, ¡ja! Si le digo «Profana esa tumba», lo hace. Así de fácil. ¿Iglesias? —Loki hizo un ruido como imitando una explosión y representó las llamas agitándose en el aire con sus manazas—. Una vez que estábamos borrachos le pedí que matara a un sacerdote. —Loki asintió con la cabeza, sonriendo, como si estuviera explicando una mera hazaña absurda y trivial de rebeldía—. Y ya lo creo que lo hizo.
Tensó los músculos de la cara y adoptó una postura más autoritaria.
—Para ser un vikingo hay que aprender a ser realmente malo, Luke. Debes demostrar tu valía en un frenesí sangriento. ¿Sabes? Tienes mucha suerte. Y si te lo digo es porque eres la primera persona que sabe todo esto de nosotros y que continúa vivo. ¿Me has entendido? De acuerdo, no respondas si no quieres. Pero te convenceré.
»Hemos matado a nueve personas. Entre las que se incluyen dos sacerdotes. —Loki esbozó una sonrisa y dio otro trago a su cuerno—. No está mal, ¿eh? Los asesinos en serie más sanguinarios de la historia de Noruega, y ni siquiera lo saben todavía. Eso es lo mejor de todo. No esperan que suceda en Noruega, aunque somos uno de los primeros pueblos en despertar, ¿sabes? Varg y Bard Faust fueron asesinos del black metal. Revolucionarios. Ellos nos alumbraron el camino que debíamos seguir. Pero nosotros hemos llegado mucho más lejos.
»Y Odín está al llegar, amigo. No te quepa la menor duda. Habrá asesinatos. Habrá sacrificios sangrientos. Nos cobraremos nuestra venganza. Ya verás. Ya verás.
Loki tomó otro trago. En algún momento durante su confesión, Luke había perdido lo que había sido un deseo ardiente de discutir con él. En realidad no tenía muy claro lo que pensaba de aquellos jóvenes; ni siquiera sabía ya lo que era verdad o no. Sin embargo, no tenía ninguna duda de que Loki no le mentía sobre las actividades cometidas por el grupo antes de llegar allí.
Luke se echó a reír. Algo tenía que hacer, y la risa lo ayudaba con el miedo. Estar asustado no lo ayudaba; eso ya había quedado demostrado. Ya no había tiempo para el miedo.
El miedo no le servía para nada; solo era una manifestación repetitiva de su instinto de supervivencia cuando la supervivencia ya no se contaba entre sus posibilidades. Había llegado el momento de algo totalmente diferente.
Loki lo fulminó con la mirada. Luke se dio cuenta de que su reacción no era la que él esperaba ni deseaba de él. Su grupo y él querían inspirar terror, y ser venerados, como sucede con todos los adolescentes tarados.
—¿Qué ocurrió, eh, Loki? ¿Qué le pasó a ese niño dulce y rubito que sé que fuiste? Apuesto a que también tuviste uno de esos peleles con dibujitos, con renos pintados delante.
—Más te vale no cachondearte demasiado, Luke. Ya estás moviéndote por un terreno resbaladizo, amigo mío.
—Fuiste un niño sano y educado de clase media, Loki. Tu país es la envidia del mundo entero por vuestra calidad de vida. ¿Cuál es tu excusa? Te aburriste de ser un niño malcriado y te enfadaste. Y has ido demasiado lejos. Mírate. Te has convertido en un jodido pirómano, un gamberro, un secuestrador, un asesino, y quién sabe qué más.
—Luke. Luke. Luke. Sigues siendo la oveja. Sigues dormido.
—Y tu novia está trastornada desde antes de que la conocieras. Necesita medicación, Loki. Está majareta, colega. Pensaba que yo había salido con chifladas caprichosas, pero esa zorra gorda juega en otra liga. Y quizá Fenris ya estaba como una cabra cuando lo conociste. Sí, creo que sí. Eran un par de inadaptados sociales que te consideran una especie de mesías. Difícilmente pueden ser candidatos para encabezar la revolución. Qué triste e inútil me parece en el fondo todo esto.
Loki negó con la cabeza decepcionado.
—Luke, estás hablando en sueños.
—Porque no soy capaz de ver vuestros planes en conjunto, Loki. Porque tú y Beavis y Buttmunch os habéis entregado al sadismo y a los asesinatos despiadados de gente inocente. Y yo soy una oveja dormida porque no soy capaz de ver lo importante que es eso. No soy capaz de entender el significado de vuestras acciones. Y nunca lo seré, Loki. Cuando al final me matéis, yo… bueno, yo estaré muerto y vosotros seréis unos asesinos. Así de claro. No admite discusión. No tiene nada de mágico ni de especial. Simplemente es sórdido, asqueroso, está jodido, como tú y esos mamarrachos que te siguen a todas partes con las caras pintadas como si fueran fantasmas.
—¡Exacto! ¡Ahora has dado en el clavo!
Loki sonrió. Se levantó y se acercó a la cama. Luke no pudo evitar estremecerse, aunque se odió por hacerlo.
Loki inclinó el cuerno y vertió un chorro del líquido pestilente en la boca de Luke. Sabía a zumo de naranja y a algo como alcohol blanco, o etanol. Luke empezó a ahogarse.
Loki regresó a su sitio sentado en el suelo polvoriento.
—Está bueno, ¿eh? A mí me lo parece. Ahora, escucha. Estás cerca de entender que todo forma parte de lo mismo. Da igual si odiamos a los cristianos, a los inmigrantes o a los maricones. Eso demuestra que vamos en serio. Pero tienes que escarbar un poco más, amigo. Wotan se ha despertado en nuestro interior. Y nosotros hemos respondido a su llamada. Pero al principio éramos como… eh… sí, como niños que quieren hacer algo pero que no saben cómo, de modo que intentan otra cosa, ¿lo entiendes?
—No.
Loki levantó las manos, frustrado por sus limitaciones con su segunda lengua.
—El diablo es un buen punto de partida, Luke. Es el comienzo para ser verdaderamente malo. Para decir: «¡A la mierda con la moral!». Yo soy malo. Soy satánico. Profano tumbas. Quemo iglesias. Mato. Todo ello para separarnos de los demás, de las ovejas. Entonces comprendo que es Odín agitándose en nuestro interior. El gran Wotan. Sangre ancestral bulle en nuestras venas. Creíamos que era el diablo, pero estábamos equivocados. Era Odín, que quería que destruyéramos la maldita religión judaica y todas las tonterías cristianas que no son propias de nuestro pueblo. ¿Qué tiene que ver Oriente Medio con Noruega? ¿O con Europa? Así que, ¡a la mierda! ¡Que se jodan los musulmanes! ¡Que se jodan los cristianos! También deberíamos haber quemado mezquitas. Pero ya llegará, te lo aseguro. ¡Somos vikingos! Nos han engañado para que permanezcamos dormidos en nuestra patria ancestral. Pero ahora estamos despertando. Nos comportamos como salvajes por Odín. Quemamos y matamos para despertarnos. ¿Ves? Despertamos. Así abrimos un… eh… camino. Una entrada al pasado sepultado. Para instaurar un nuevo orden. Para señalizar otros actos salvajes. El Ragnarok está cerca, Luke. Muy cerca. Así que tenemos que empezar a profanar el mundo.
—Eso son chorradas, Loki.
Durante unos segundos desconcertantes, Loki permaneció en silencio, con la mirada fija en la ventana. Cuando volvió a hablar, el zoquete borracho había dado un paso atrás para ceder el protagonismo al Loki más reflexivo.
—Algo me atrajo aquí, Luke. Como a vosotros. Por un motivo muy especial. Eso no puedes negarlo. Fue el destino.
—¡Estábamos de vacaciones, Loki! No tiene que ver una mierda con Wotan ni con Odín.
—No. Te equivocas. —Loki se volvió a Luke—. Fuisteis atraídos al interior del bosque a la vez que nosotros. Vinisteis para la terrible experiencia. Simplemente no lo sabíais. Pero todos estamos aquí para la cacería salvaje. La verdadera. La más antigua. Necesita testigos. Y sacrificios, Luke. De modo que pone en juego su poder de atracción. Como ya hizo en el pasado. De todos los caminos que podíais seguir, elegisteis este. Craso error, amigo.
»En el pasado, los cristianos pusieron fin a los sacrificios y las atrocidades que se cometían aquí. Hace mucho tiempo. Pero las atrocidades nunca acabaron realmente. Lo que una vez se ofrendaba aquí, hace mucho tiempo, debía ser tomado de algún otro modo, ¿entiendes? Y las cacerías solían realizarse en el Yuletide, pero este año se ha adelantado. Lo que ha sido fatal para ti y tus amigos, supongo.
Loki se aporreó el pecho.
—Hemos venido aquí porque se han visto cacerías salvajes. Auténtica magia, ¿sabes? Conozco las historias desde que era niño. Aquí adoran algo que habitaba este bosque desde antes de Cristo. —Se volvió de nuevo para mirar fijamente a Luke—. No tenemos adónde ir. Hemos quemado los puentes, Luke. Gente muy enfadada está buscándonos. Pero es el destino. El destino nos ha traído a casa. El destino nos ha privado de poder elegir otra cosa que no fuera venir aquí. Esa es la verdad.
Luke soltó un gruñido y se estremeció al sentir una punzada en la parte posterior de los ojos. Se limpió las lágrimas de los ojos hinchados y sensibles.
—No es el destino. Estáis huyendo. Y os atraparán. Al final. Y, sí, mis amigos fueron asesinados por… algo sobrenatural, en eso estoy contigo; pero no por un dios.
—Te equivocas, amigo —dijo Loki señalando el suelo—. Ella lo sabía. Nos dijo que la cacería salvaje se había adelantado. Así que salimos a contemplarla. Nos dejó salir para contemplar algo tan antiguo que cuesta de creer: el regreso de un dios. Entonces te encontramos. Ya no queda nadie en este lugar para realizar sacrificios, Luke. Así que ahora se coge lo que se necesita, ¿entiendes? Simplemente se coge, ¿sí? Como a tus amigos. Tú y tus amigos la adelantasteis, pero los ritos deben realizarse siguiendo las tradiciones del pasado. Ella nos lo dijo. Hay que hacer una ofrenda, Luke. Otra vez. A un dios verdadero del norte. Así era en el pasado y así será ahora que estamos nosotros. ¿Entiendes? Ella es muy vieja, amigo. Y ahí es donde entramos nosotros: para hacer la ofrenda. Tal como otros ofrendaron en el pasado. Para formar parte de una verdad; ancestral, especial. Para hacer una ofrenda y acercarnos a un dios. El único que merece nuestra lealtad. Lo que cuenta es el… eh… gesto. Como en la Navidad; se trata de dar.
Loki soltó una carcajada para celebrar su propia ocurrencia. Luke permaneció callado.
—Como tú serás dado como ofrenda. Quizás esta misma noche. Esperemos. Nos estamos acercando. Ya hemos entrado en contacto con él. Y te equivocas, nuestro dios sabe que estamos aquí y que hemos venido dispuestos a hacer las cosas tal como se hacían antaño. Solo nosotros somos capaces de eso. Nadie es tan severo. Y aquí ya no queda que pueda hacerlo. Es cosa del destino, Luke. Y lo que debíamos entregar como ofrenda también ha acudido: tú. Tú y nosotros vinimos a la vez. Es una señal.
Loki levantó las manos para abarcar la habitación, la casa y el bosque que se extendía fuera.
—Estos eran los pobladores primigenios. Las primeras personas. Pero antes que ellos había otras cosas. Y los pobladores pagaron una tasa a los ocupantes originales para poder quedarse aquí, para poder cazar y comerciar con las pieles, para vivir en el bosque. Hace mucho tiempo. Dieron de comer y de beber al dios y prosperaron. Le entregaron animales para que los destripara y el bosque creció y los protegió. Son las costumbres de nuestros antepasados. Luego fueron arrinconados, Luke. Confinados. Por los cristianos, los inmigrantes y los socialdemócratas. —Loki meneó la cabeza en un gesto de amarga desesperación y a continuación la levantó—. Se refieren a él con numerosos nombres. En mi familia, cuando yo era pequeño, lo llamaban la Cabra Negra del Yule. Aunque a mí no me parece un buen nombre. Pero en este bosque es un dios; un dios real. De eso puedes estar seguro. Los cristianos lo llaman «demonio». Pero es un dios, solo que no es su Dios. —Se encogió de hombros—. Este lugar es sagrado. Aquí existe la resurrección. Hemos venido para tocar la música de la resurrección; para realizar sacrificios y recibir bendiciones; para propagar el mensaje; para estar en presencia de un dios. Del mismo modo que en el pasado vinieron nuestros antepasados. Tú, amigo mío, eres un privilegiado. Ya lo verás.
—Ya lo he visto.
Loki asintió con la cabeza.
—Y te envidio por ello, amigo. Y también nosotros lo veremos cuando venga para tomarte. Pronto. Ahora te tenemos a ti, Luke. Tenemos algo con lo que ofrendarlo, ¿entiendes? Como debe ser. Como era. Como deseaba Odín. Y él acudirá a nosotros. Ella nos lo prometió, Luke. Ella te salvó para que fuera así. Esa es la única razón por la que tu vida se ha prolongado un poco más: para convertirte en nuestra ofrenda. Eres nuestro diezmo, Luke, nuestra introducción a las costumbres ancestrales. Eres la prueba de que somos sinceros.
—No es ningún dios, Loki. Estás equivocado. Probablemente los cristianos estuvieran más cerca de la verdad. Todo lo que has hecho ha sido en vano. Inútil. Sin sentido. He visto el templo. Está en ruinas, colega. ¿Y las piedras de tus antepasados? Invadidas por la maleza. Nadie se ocupa del cementerio. Todo eso ha caído en el olvido, Loki. Se ha acabado. Se ha extinguido. Esa anciana es todo lo que hay, y no le queda mucho tiempo, colega. Y vosotros os aburriréis; sois demasiado estúpidos y no duraréis demasiado aquí. Así que ha acabado. Se acabó la adoración de una bestia, o lo que quiera que sea, vieja, salvaje y demente. Se acabaron los sacrificios; los asesinatos. Esa cosa que tú llamas dios tiene los días contados.
Los ojos de Loki brillaban en exceso y estaban demasiado desorbitados para el tamaño de su cara. Sus labios temblaban por la sensación de impotencia agudizada por el alcohol ante la incapacidad reiterativa de Luke para entender, para asentir, para creer.
—Y a ti te meterán en la cárcel, colega —continuó Luke—. Por lo menos serás famoso. Tus ansias de atención por fin se verán recompensadas, ¿eh? Ojalá tuvierais pena de muerte en este país. En serio. Porque a vosotros tres y a esa cosa demoníaca que hay ahí fuera habría que… exterminaros. Eso merecéis.
—Te equivocas, Luke de Londres. Te lo demostraré. Te lo demostraré. Ahora ya sabes por qué has de morir aquí.