Capítulo 52

El retumbo de unos pasos subiendo una escalera al otro lado de las paredes de su habitación despertó a Luke, que se incorporó y emitió un débil gemido. Los pasos continuaron resonando por el pasillo que se extendía fuera.

Luke permaneció quieto en la cama y entornó los ojos con la esperanza de que ese gesto pudiera impedir una nueva visita.

Sin embargo, no fue así.

Fenris apareció por la puerta, pero esta vez la dejó abierta de par en par a su espalda; de la cerradura sobresalía una larga llave de hierro. El chico portaba algo en las manos.

—¡Luke, despierta! Ya has dormido bastante, amigo. ¡Estás perdiéndote la fiesta! ¡Mira! Mira lo que traigo.

El edredón se hundió violentamente cerca de sus pies. El impacto de la espalda de Fenris aterrizando en la cama lanzó a Luke contra una pared lateral del cajón.

—¡Ten cuidado! —espetó, agarrándose la cabeza. La fuerza de su voz lo sorprendió.

—Perdona —se disculpó inmediatamente Fenris—. Lo siento.

—Creo que tengo el cráneo fracturado.

—Mira.

Fenris alargó una mano en la que aferraba un puñado de fotografías en blanco y negro. Le apestaba el aliento, como a leche agria y a vómito. Luke se estremeció y se distanció un poco de la figura borracha y tambaleante con la cara pintada y sudada.

—Las náuseas y los dolores de cabeza me llevan a pensar que puedo tener una fractura —dijo a sabiendas de que estaba malgastando saliva.

Fenris tuvo que hacer un esfuerzo para fijar la mirada en él.

—¡Frenesí Sangriento! —exclamó en un chillido, imitando la voz estridente del disco que seguía retumbando fuera.

Luke se estremeció. Su grito le taladró los oídos y la cabeza. Intentó entonces fingir que no se había dado cuenta de que Fenris se había dejado la puerta abierta, a pesar de que le parecía oírla llamándolo. Sus pensamientos se acumulaban uno encima de otro: ¿Habría un pueblo cerca? ¿Qué distancia sería capaz de cubrir caminando? ¿No sería una locura escapar por la noche tan cerca del bosque? ¿Sería acaso el mismo bosque en el que se habían perdido y en el que habían muerto sus amigos?

—¡Mira!

Fenris estaba empezando a molestarse por su falta de interés en las fotografías. Luke las cogió y las sostuvo en el aire.

Se trataba de fotos de promoción de Fenris, Loki y otro chico con una melena rubia platino extraordinariamente larga. Posaban blandiendo espadas, con el torso desnudo y las caras pintadas, y haciendo muecas a la cámara. Algunas habían sido hechas en la nieve, de modo que los árboles invernales y negros formaban un escuálido telón de fondo para sus poses. En esas fotos invernales, el trío sostenía sus instrumentos. Loki tocaba la guitarra, que entre los largos dedos de sus manotas parecía más bien un banjo. Fenris sujetaba las baquetas de la batería. A Luke le pareció acertado su papel dentro de la banda, ya que la batería debía de ser lo único capaz de contener su hiperactividad y su energía, además de que era un instrumento que producía un ruido tremendo.

Al tercer miembro del grupo no lo había visto en la casa. Era un tipo delgado, alto y de una belleza juvenil a pesar de la pintura blanca que le cubría el rostro, a su vez adornado con unas delgadas estrías negras. Su melena era lustrosa, femenina, y su porte en general desentonaba con los otros dos. Parecía poseer una calma que en sus compañeros solo parecía fingida. ¿Sería él quien había ido en busca de ayuda?

Los tres iban vestidos con pantalones de cuero, grandes botas y cinturones tachonados. Les gustaban las balas, los tatuajes y las cruces invertidas. Había más de una docena de fotografías, y en todas salían los tres intentando parecer todo lo inquietantes, malvados, espantosos, dementes o tiránicos que les permitían los torsos desnudos y las caras pintarrajeadas. Luke había visto cosas parecidas en Kerrang! y en Metal Hammer, las revistas que vendían en la tienda. Siempre las hojeaba, aunque no fuera el estilo que le iba. Él escuchaba y coleccionaba compulsivamente discos de rock clásico, blues, outlaw country, folk y americana. De toda la vida. A pesar de que nunca había tenido demasiado interés en el extravagante estilo del heavy metal, sabía que el black metal era un fenómeno genuinamente escandinavo. Habían quemado algunas iglesias en los noventa, creía recordar. Eran satánicos; una tribu clandestina y contraria a la autoridad. Poco más sabía sobre el tema, pero no tenía ninguna duda de que su ignorancia sería rápidamente subsanada por Fenris. Esa idea consumió sus fuerzas de un modo que nunca había imaginado posible. Y el porqué de que proliferara ese tipo de música en la península escandinava era un enigma para él. Tal vez era una manera de protestar por ser el pueblo más malcriado de Europa; un acto de rebeldía contra el hecho de tenerlo todo.

En la parte inferior de todas las fotos aparecía impreso el logotipo de Frenesí Sangriento, así como el de de Nordland Panzergrenadier Records, junto con un apartado postal de Oslo.

Fenris le tiró el CD en el regazo y luego se incorporó, cruzó los brazos y alzó la barbilla con su horrorosa cara fruncida.

—¿Lo tenéis en la tienda?

El paisaje invernal escandinavo de la imagen de la portada del CD estaba tan oscuro que apenas se distinguía lo que aparecía. En la esquina inferior izquierda había una masa de agua sobre la que flotaba lo que parecía una bruma blancuzca o un rayo de luz. ¿Era una foto o una pintura? El logotipo de la banda aparecía en rojo y con una tipografía que imitaba la forma de los rayos en la parte superior de la portada.

Luke giró la caja del CD y en la contracubierta descubrió una de las fotografías de promoción. En ella aparecían tres figuras con sables posando en la nieve en actitud guerrera. El listado de canciones estaba escrito con grafía germánica en el lado izquierdo. Luke no tenía fuerzas para leer el título de las canciones, y tampoco tenía el más mínimo interés. Estaba tan rabioso, dolorido y exhausto que simplemente se encogió de hombros y arrojó la caja del CD de vuelta a Fenris.

—¡No sabes nada! —le espetó Fenris, descargándole una bofetada en la cara.

Luke dio un respingo hacia atrás y se apretó contra el borde de la cama como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Ambos se miraron fijamente. Fenris había entornado sus ojos azules, que ahora despedían una mirada furiosa. Parecía un psicópata. Luke tragó saliva. Y de pronto, el muchacho esbozó de nuevo una sonrisa, como complacido por la reacción de Luke.

No era más que un matón. Un renacuajo tocahuevos.

—No vuelvas a ponerme la puta mano encima.

Fenris exageró su cara de miedo.

—¿Qué me harás si lo hago, Luke de Londres? ¿Eh? ¿Tú que trabajas en una tienda de discos y no conoces a la banda más diabólica del mundo? Debe de ser una tienda para maricones que vende música para nenazas. —Su propia ocurrencia lo hizo reír estridentemente.

Luke se planteó golpearle en la cara con el talón, en toda la boca. Sin embargo, el dolor punzante que le atacaba entre los oídos y que, además, le provocaba vértigo le sugirió que a lo mejor no era el momento idóneo para hacerlo. No obstante, recibió de buen grado la ira que volvía a acumularse en su interior. Estaba harto de todo aquello.

—Lo que pasa es que no hay demasiada demanda de la boñiga que hacen los adoradores del diablo.

A Fenris se le cortó la risa de golpe. Se puso derecho como un rayo y la energía que desprendía su cuerpo cambió. Se levantó lentamente de la cama sin apartar en ningún momento la mirada fulminante de Luke. El gesto confundido del muchacho parecía echar humo bajo de la pintura blanca. Fenris estaba tan furioso que apenas si podía respirar.

—¿Diablo? ¿Del diablo? —dijo cuando por fin fue capaz de hablar, en voz baja y con resentimiento—. ¿Eso piensas? ¿Que adoramos al diablo? ¡No sabes nada! Utilizamos al diablo solo porque odiamos a los cristianos. Nosotros somos hijos de Odín. Para nosotros solo existe Odín. —Se estrujó los puños, cerró los ojos y apretó los dientes hasta que se le escapó un gruñido entre ellos—. ¡Los cristianos nos envenenan! Solo podemos llamar a las cosas por su nombre. Es Odín, el gran Wotan, quien nos habla desde la sangre que corre por nuestras venas. Lo que los cristianos tildan de diabólico es nuestra religión. ¡Somos guerreros! ¡Salvajes! ¡Entérate! Formamos parte de la naturaleza. ¡No tenemos clemencia!

—Sí, claro. —Luke no sabía qué más decir. Tenía todos los músculos del cuerpo en tensión. Miró a su alrededor buscando el trofeo al más estúpido.

Y entonces Fenris se lo entregó, hablando de un modo tan atropellado que Luke solo captaba fragmentos de lo que farfullaba el adolescente borracho. Todo aquello le habría parecido ridículo si sus tres amigos no hubieran muerto asesinados en el bosque.

—No tuvimos clemencia con tus amigos. Murieron porque eran débiles. Fin de la historia. ¡Los dioses antiguos exigen sacrificios sangrientos! Son… ¿cómo lo decís vosotros…? —Hizo una pausa, mirándolo con desdén mientras escogía la palabra—. ¡Despiadados! Eso es. ¡Son despiadados!

Luke fue retrocediendo poco a poco en la cama. Fenris había perdido el juicio, estaba poniéndose histérico, el alcohol lo había transformado en un maníaco y le temblaba todo el cuerpo.

El joven se volvió hacia él y siguió a Luke por la cama, mirándolo con los gélidos ojos azules en su rostro pintarrajeado.

—Marchamos con Odín. Él nos guía. Él nos lidera. Nos lidera a través de la sangre. Nunca creerías lo que hay en este lugar. Lo que lo habita. Nunca lo creerías.

—Te sorprendería saber las cosas que ahora soy capaz de creer. Pero tranquilízate, ¿eh?

Fenris estaba lejos de tranquilizarse.

—Si nuestra sangre nos pide en un susurro que quememos una iglesia, nosotros la quemamos. Si nos pide que matemos a un maricón… a un… a un inmigrante… a un camello, ¡lo matamos! Nuestra sangre nos pide que volvamos a casa. Estás preparado para conocer al patriarca del bosque. Al dios de… de… de nuestro pueblo. Ven a casa. ¡Estás preparado porque has demostrado ser un auténtico Oskerai! Que vivirá salvaje hasta el advenimiento del Ragnarok. ¡No son cosas del diablo! ¡Todo eso es mierda cristiana! ¡Son los dioses ancestrales los que nos hablan!

Fenris cerró la mano alrededor de la empuñadura del cuchillo que llevaba en el cinturón.

Luke levantó ambas manos con las palmas hacia el chico.

—Sí, claro. Ya lo pillo. Pero estoy cansado. Me duele todo. Cálmate un poco, por favor.

Pero el joven continuó acercándose a él tambaleándose, con los ojos azules a punto de salírsele de las órbitas en su rostro blanco y agrietado.

—Somos vikingos. Y ahora nos alzamos. Con la fuerza de nuestra sangre y de la tierra del bosque, que nos habla. Lo mismo ocurrió cuando los nazis. Wotan volvió con ellos. Incluso Jung lo demostró.

Con el rostro desencajado e inmerso en un delirio de pasión adolescente por su estúpida teoría, Fenris sacó el cuchillo. Luke se sentía como si le hubieran desaparecido las piernas, así que sacudió los pies descalzos para constatar que los conservaba.

—¡Hacemos algo que nadie más ha hecho en toda la historia! —Fenris soltó un gruñido y sacudió el cuchillo que blandía con la hoja curva y de un color negro acerado hacia la ventana diminuta de la habitación—. ¡Nos cagamos en los altares cristianos! Perfecto. Y luego matamos a maricones como tú. Perfecto. Pero eso no es nuevo. Es divertidísimo, te lo aseguro. Pero eso no es… no es… ¡Joder! ¡Las palabras, las palabras! No es algo original. Pero seremos los primeros líderes del black metal en convocar a un verdadero dios ancestral. Al que probablemente ya hayas visto con tus propios ojos y que volverás a ver, muy pronto. Nos hemos preparado para reunirnos con un dios. Más te vale hacer lo mismo, amigo.

Luke retrocedió de la figura tambaleante, pero en seguida notó en la espalda el pinchazo de la esquina de la mesita.

Fenris tenía problemas para enfocar la mirada.

—¡En este bosque habita un auténtico dios! No una chorrada cristiana ni un jodido demonio. Este lugar es sagrado. Aquí existe la verdadera resurrección. Los Frenesí Sangriento tocamos la música de los dioses.

Cuando tuvo la punta del cuchillo a una treintena de centímetros de sus ojos, Luke levantó la jarra, trazando un arco por encima de la cabeza con una velocidad que a él mismo le sorprendió, y descargó su sólida base de madera en la cabeza de Fenris.

El rostro del joven adquirió un fugaz gesto de sorpresa, y un terrible ruido hueco retumbó por toda la habitación. El chaval soltó el cuchillo y retrocedió un par de pasos con los ojos cerrados. De repente parecía un niño a punto de echarse a llorar.

Luke le propinó otro golpe con la jarra en la cabeza. El recipiente no se rompió, pero vibró y salió rebotado de la cabeza de Fenris, que se derrumbó de lado y cayó sobre las rodillas. Luke levantó la jarra por tercera vez.

Pero antes de que pudiera volver a descargarla, una mole gorda y desnuda entró como un rayo en la habitación. Luke giró una pizca la cabeza y contuvo la respiración.

El rostro demente de la liebre veteada lo embistió con tanta fuerza que Luke solo pudo soltar un grito ahogado. Dos puños rollizos impactaron en su cara por lo menos tres veces cada uno hasta que soltó la jarra y consiguió apresar una de las muñecas de la chica, cuya piel blancuzca quedó envuelta por la palma de su mano áspera. La liebre le soltó una patada y ambos cayeron al suelo hechos un ovillo, como un par de borrachos ejecutando una danza ridícula.

Luke chilló cuando ella le arañó las mejillas con las uñas. Le pareció sentir que se las clavaba en los ojos, y las lágrimas saladas y calientes le nublaron la visión, ¿o sería sangre?

Se produjo una larga pausa en la que no sucedió nada y durante la cual, Luke solo fue capaz de atisbar el contorno impreciso de la liebre agitándose en su visión brumosa. Hasta que un pequeño puño salió disparado hacia él y le golpeó en la herida abierta de la cabeza.