Capítulo 31

—No puedes quedarte aquí —dijo suavemente Luke a Dom, que estaba sentado sobre su mochila al lado de la tienda derrumbada—. Si coordinamos los esfuerzos, esa rodilla te concederá unas horas de tregua esta mañana que podemos aprovechar para intentar salir de aquí. Seguiremos hacia el sur. No hay alternativa. Hay que partir ya. Debemos ir en línea recta siempre que podamos.

Dom dejó que la cabeza le colgara entre las rodillas flexionadas. Todavía no habían dado un paso y ya se lamentaba en silencio.

Luke dio una calada profunda a su cigarrillo y habló a través del velo de humo azulado que flotaba frente a su rostro:

—Tienes la rodilla hecha polvo. Se te agarrotará antes del mediodía. Hutch y yo… —hizo una pausa y tragó saliva—… hablamos anoche. Esperábamos que pudierais descansar un par de días aquí mientras yo buscaba una ruta de salida e iba en busca de ayuda. Hutch quería que tu rodilla mejorase un poco y dar tiempo a Phil para que recobrara la energía. Hay agua suficiente para un par de días, y sabemos dónde encontrar más en el caso de que no recibamos ayuda para entonces. Pero ahora todo ha cambiado. No podemos… no podemos pasar otra noche en este lugar. Fin de la historia.

—No —dijo Dom como toda respuesta, con los codos apoyados en las rodillas, sosteniendo el rostro amoratado e hinchado sobre las manos. Miraba a Luke como si quisiera evitar todo lo que pudiera recordarle lo que había ocurrido durante la noche.

Luke sacudió una mano, como si quisiera espantar un insecto.

—He estado buscando… —Se aclaró la garganta—. Se lo llevaron por ahí. —Luke señaló una brecha diminuta en el muro de maleza que tenía a la derecha—. El sendero abierto acaba a unos seis metros. Y la sangre.

—Ni se te ocurra dejarnos aquí. A partir de ahora nos mantendremos juntos en todo momento —espetó de repente Phil desde el borde del claro, donde permanecía con la mirada fija en la negritud húmeda.

Luke asintió.

—Por supuesto. Eso se sobreentiende.

Dom se volvió a él.

—No tienes ni puta idea de dónde estamos, ¿verdad?

—Tengo una ligera idea.

Dom rompió a reír con amargura.

—Una ligera idea. Una ligera idea. Ya hemos tenido suficientes ligeras ideas, ¿no os parece? Es decir, la culpa de que ahora estemos aquí sentados alrededor de una tienda de campaña llena de sangre es de una ligera idea. Más ligeras ideas de la ruta que debemos seguir solo harán que acabemos todos muertos.

Phil tomó aire.

Luke examinó el perfil del rostro de Dom, de nuevo reprimiendo el impulso, que le subió por la garganta como en un ataque de pánico, de largarse por su cuenta. Se tomó unos segundos para poner orden en su cabeza.

—Las posibilidades de volver sobre nuestros pasos para salir de aquí hace tiempo que son nulas. Así que no tenemos más alternativa que enfilar hacia el sur. Hemos de mantener la esperanza de que podremos salir del bosque por el borde más próximo. Esa era la intención de Hutch.

—Hay que hacerlo —dijo Phil volviéndose a Dom—. Yo no pienso quedarme aquí esperando a que alguien acuda en nuestra ayuda.

Luke miró el reloj.

—Hoy deberíamos haber llegado a Porjus. En teoría, mañana por la noche íbamos a regresar a Estocolmo y al día siguiente íbamos a llegar a casa temprano por la mañana. —Miró a los otros dos y reparó en la nota de esperanza que adquiría el tono de su voz cuando añadió—: ¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que a alguien se le ocurra la posibilidad de que estemos en apuros y dé la voz de alarma? ¿Cuándo esperan una llamada vuestra en casa? ¿Esta noche? ¿Mañana?

Ni Phil ni Dom lo miraron a los ojos. Ambos mantenían la mirada clavada en el suelo en un gesto de incomodidad que no tenía nada que ver con el cansancio, el frío ni la falta de sueño. Era como si de pronto hubieran comprendido las consecuencias de una noticia inoportuna.

Hutch le había contado que ambos se habían separado, pero Luke se preguntaba qué querría decir eso en realidad. ¿Mantendrían un contacto diario con sus esposas a causa de los niños? ¿Se esperaba de ellos que aparecieran físicamente y cumplieran con sus obligaciones como padres a una hora determinada? De él nadie estaba esperando una llamada. Solo llevaba un mes saliendo con Charlotte, nada serio. En cuanto a su jefe en el trabajo, lo llamaría al móvil cuando no apareciera el lunes, y para que eso ocurriera todavía faltaban cuatro días. Además, ausentarse del trabajo y estar ilocalizable un par de días no animaría a sus compañeros de trabajo a ponerse en contacto con las autoridades. Dudaba que su jefe hiciera otra cosa que no fuera contratar a otra persona para ocupar su puesto cuando pasara una semana sin fichar. Sus padres tal vez empezarían a preocuparse al cabo de un par de meses sin tener noticias de él. Y su puñado de amigos en Londres quizá se preguntarían por qué se había escondido, pero le costaba imaginárselos realizando un esfuerzo sincero para dar con él. A menudo pasaban meses sin verse. Todos estaban demasiado ocupados con sus vidas y residían en diferentes zonas de la ciudad. Además, si era sincero consigo mismo, tenía que reconocer que ya no mantenía una relación estrecha con ninguno de ellos. Su única esperanza era su compañera de piso; tenían poco en común, y Luke solo llevaba seis meses viviendo en el piso, pero ella se había comprometido a cuidar de su perro mientras estuviera en Suecia. Sin duda, ella sería la primera que intentaría averiguar su paradero, quizá cuando pasara una semana desde la fecha fijada para su regreso. Pero ¿a quién llamaría? Le dejaría mensajes en el buzón de voz y tal vez luego probaría suerte en la tienda de discos, si es que conseguía recordar su nombre. Y, probablemente, todo eso solo sucedería porque se habría hartado de sacar a pasear el perro dos veces al día.

Estos pensamientos entristecieron primero a Luke y luego le hicieron enojarse consigo mismo. Alguien que a su edad no tenía pareja ni una carrera laboral estable no le importaba una mierda a nadie. Después de todo, ese era el objetivo: rechazar cualquier responsabilidad para hacer lo que le viniera en gana. Bueno, pues no cabía duda de que ahora estaba disfrutando de las ventajas. Luke se echó a reír a mandíbula batiente.

—¿Qué pasa? —preguntó Dom—. ¿Qué? —Su voz delataba una curiosidad insana por oír lo que rumiaba Luke.

Luke arrojó su cigarrillo a los arbustos.

—Acabo de repasar mentalmente una lista. En realidad, podrían pasar meses hasta que mi familia y amigos denunciaran mi desaparición. Calculo que mi máxima esperanza es mi compañera de piso, con quien no mantengo demasiada relación. O… espera… tal vez la compañía aérea. Pero ¡mierda!, la gente pierde vuelos continuamente. No llaman a las unidades de búsqueda y rescate. Y ya hemos pagado los pasajes, así que tienen nuestro dinero, de modo que ¿por qué iban a preocuparse? —Luke se imaginó oyendo su nombre por el sistema de megafonía del aeropuerto de Estocolmo, pronunciado por una empleada de la compañía aérea sueca. Probablemente sería la última vez que dijeran su nombre fuera de ese bosque durante algún tiempo.

—Yo calculo que en mi caso pasarán cuatro o cinco días —dijo Dom.

Debía de estar refiriéndose a su familia, lo que incrementó el temor de Luke. Cuatro días eran demasiados.

—¿Y tú, Phillers? —preguntó Dom.

Phil ni siquiera se volvió y continuó con la mirada fija en la masa de árboles, paseando la luz de la linterna por ella como si estuviera haciendo guardia.

—¿Qué?

—¿Cuánto tiempo?

—¿Eh?

—¿Cuánto tiempo pasará hasta que alguien se preocupe porque no has aparecido por casa?

—A Michelle no le importará una… —No acabó la frase—. Tal vez en el trabajo. El lunes tengo una reunión en el banco. Tal vez… —Phil parecía estar bregando con sus pensamientos, cualesquiera que fueran.

Dom suspiró exasperado y de repente levantó las manos al cielo.

—¡El albergue! ¡El albergue donde deberíamos pasar esta noche! Hutch hizo la reserva. Y también les informó de la ruta que seguiríamos para llegar a él.

—Es cierto —dijo Luke sin entusiasmo—. A lo mejor le llaman al móvil cuando no nos presentemos. Si es que hay cobertura en este sitio. Pero la gente debe de dejar colgados a los albergues sin avisar continuamente, ya sea porque cambie de planes, porque encuentre una oferta mejor… puede haber mil motivos.

—¿Y los guardas forestales?

—Hutch no llamó a la sede de Porjus. Decía que solo era necesario cuando se hacían excursiones en invierno.

—¡Mierda! —Dom lanzó una patada con su pierna buena contra el suelo.

Phil continuaba examinando el bosque con su linterna.

Luke se encendió el cuarto cigarrillo de tabaco de liar desde que se había despertado y le entró humo en los ojos.

—La parienta de Hutch —sugirió Luke, entornando los ojos—. Angie debe de estar esperando que la llame en cuanto tenga cobertura. Es nuestra máxima esperanza.

—Tiene sentido —repuso Dom con el ceño arrugado—. Tendremos que contarle lo ocurrido. Dios mío.

—Vamos. No penséis más en ello. Tenemos que ponernos en marcha. Ya. Hay que caminar como si nuestras vidas dependieran de ello. Porque así es.