Capítulo 28

La luna se exhibe hinchada y brillante. ¿Es posible que se haya acercado tanto a la Tierra? ¿Que surque el cielo nocturno desde un extremo del horizonte hasta el otro?

Una luz plateada baña las copas de los árboles que se extienden en todas las direcciones hasta el infinito. Cerca del suelo, la mezcla de la luz de la luna con el frío hace que el aire flote azulado y neblinoso, y el bosque parece la superficie erizada de un ejército pertrechado con lanzas y estandartes y formado por soldados de anchas espaldas protegidas con armaduras; un contingente que se extiende como una masa oscura en pleno avance brioso que ha quedado congelada en el tiempo, como si hubiera recibido la orden súbita de suspender una marcha terrible o una retirada. Sin embargo, esa masa se escinde alrededor de su campamento; lo evita. Los gruesos troncos de árboles milenarios y las murallas de los helechos fustigadores retroceden alrededor del minúsculo claro, rodeando de un modo inquietante las tiendas de campaña medio caídas, ajadas y sucias.

¿Y qué es eso que cuelga de los árboles más próximos? Algo revolotea desplegado a lo largo del borde oscuro del bosque como ropa tendida que ha sido arrancada de la cuerda por el viento y ha quedado enganchada a las altas hileras de ramas y hojas. Podrían ser camisas, agujereadas y hechas jirones; ropa abandonada con las mangas desgarradas. Hay tres, a juego con tres leotardos deshilachados, estrechos como unos calzoncillos largos. Y todo ello manchado de herrumbre.

Pellejos. Arrancados de animales muertos. Desollados y arrojados a lo alto de los árboles para que cuelguen de ellos como estandartes alrededor del lugar que has buscado para refugiarte.

Y ahora hay algo moviéndose ahí fuera, por los espacios angostos y penumbrosos más allá de la línea de árboles. Oyes el crujido de las ramas y de las hojas a su paso. Pero está fuera del alcance de tu vista.

Deambula por el claro bordeado de maleza y empieza a anunciar su presencia sin reparos emitiendo un ruido estridente, que de vez en cuando alcanza el grado de rugido y se eleva hacia la claridad gélida del oscuro cielo añil. Es un alarido conocido en aquel paraje desde mucho tiempo antes de que tú aparecieras allí, temblando y solo.

Intenta decirte algo.

Quiere que sepas que puedes esperarlo donde estás y verlo aparecer como un rayo desde los árboles, o tratar de salir corriendo con tus piernas lentas y débiles. Huir de allí a través del bosque virgen, plagado de espinas y trampas, y adentrarte en el nutrido ejército, que no te facilitará el paso entre sus filas y columnas.

Debe de ser de gran estatura, ya que justo delante de ti se empiezan a agitar unas ramas a mucha altura del suelo. Algunas se doblan hacia atrás y luego recuperan su posición con un latigazo para continuar vibrando unos segundos. Y de entre las hojas plateadas llegan unos gruñidos guturales graves; casi una voz, aunque sin llegar a ser inteligible, preñada de aullidos caninos, resoplidos bovinos y gruñidos de chacal. Su respiración aparece como una niebla entre las hojas, y tú solo alcanzas a vislumbrar un cuerpo alargado y negro moviéndose velozmente entre los arbustos y troncos.

El cuerpo se encoge y se pega al suelo presto para hacer su aparición.

Entonces empiezan a oírse chillidos procedentes de todas partes, pero Luke se da cuenta de que no penetran en el espacio frío donde él se encuentra. Algo aún peor está sucediendo en el mundo ajeno a su pesadilla.