Nadie abrió la boca cuando Luke apareció sin su mochila. Había regresado apresuradamente y sin tomar demasiadas precauciones en su busca, y en la mejilla izquierda exhibía un rasguño profundo y con los bordes inflamados. La sangre se había deslizado por su mandíbula y se había coagulado. Luke no se había dado cuenta de que la rama que le había fustigado la boca le había hecho un corte en el labio superior y le había teñido los dientes de color escarlata. Dom y Hutch se quedaron mirando a Luke, sus ojos desorbitados y su rostro mojado y rasguñado, que intentaba hablar al tiempo que recuperaba el aliento.
Durante su carrera de regreso desde el cementerio se había apoderado de él una urgencia que había hecho brotar en su interior un frenesí, un ímpetu y una ira desbordantes. Había apartado a puñetazos las ramas que se interponían en su camino; incluso se había parado para pisotear y hacer trizas un puñado de hongos, puesto que volver junto a sus compañeros estaba siendo más difícil de lo que lo había sido separarse de ellos, como si el bosque se hubiera propuesto impedírselo. Le asaltó el recuerdo del sueño de la noche anterior y recibió con malestar las imágenes que le aparecieron en la cabeza. Se había detenido una docena de veces para extraer las puntas afiladas de las ramas rotas que se le habían clavado en la chaqueta, que ahora presentaba un desgarrón bajo una de las axilas. No recordaba que la vegetación hubiera sido tan hostil durante el camino de ida. Las enganchadas y los obstáculos constantes en la maleza y sus zancadas tambaleantes y descoordinadas lo encrespaban de una manera que le resultaba familiar y que en ningún caso era sana. Había maldecido al bosque, a Hutch y a Dom; había maldecido este mundo y su papel insignificante en él. Le hervía la sangre. Y a cada metro que había avanzado de regreso junto a los demás, sus pensamientos, cuyo centro ocupaba la imagen de la iglesia decrépita y semiderruida en aquel inhóspito mundo bañado por la lluvia, habían ido adquiriendo un tono cada vez más funesto.
Y cuando por fin se reunió con sus amigos, no podía creer la lentitud con la que caminaban, la escasa distancia que habían recorrido desde que los había dejado, y tuvo la sensación de que había vuelto sobre sus pasos hasta el lugar exacto donde los había dejado.
Luke se puso derecho después de recuperar el aliento.
—Creía que os había perdido.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Hutch.
—¿Eh?
—¿Y tus cosas? ¿Dónde están?
—Me deshice de ellas. Me retrasaban.
Dom se volvió a Hutch con el ceño fruncido, como si ese acto de locura confirmara una sospecha respecto a Luke que albergaba desde hacía mucho tiempo.
—¿Y dónde cojones piensas dormir ahora?
—Ya las recuperaré. Solo he dejado la mochila para alcanzaros antes.
—¿Por qué? —inquirió Hutch, con una indiferencia que crispó a Luke—. ¿Has encontrado algo?
—Pues…
—¿Pues qué? —insistió Dom.
¿Qué demonios les pasaba? ¿A qué venía ese paso de tortuga? Dom y Hutch estaban riéndose por algo cuando Luke había aparecido; incluso le había parecido oír sus carcajadas desde la distancia.
—¿Os estáis tomando esto en serio o qué? —les soltó de pronto, e inmediatamente, al ver los gestos de sorpresa de Dom y Hutch, se arrepintió de haberlo hecho.
Phil se mantenía detrás de ellos. Sus mejillas habían recuperado algo de color, pero miraba a Luke con una mezcla de decepción y cautela. Solo llevaba media cabeza cubierta por la capucha, lo que le daba un aspecto ridículo.
—¡Por supuesto, idiota! —bramó Dom—. ¿Te crees que estoy pasándolo bien?
—Dom… —dijo Hutch en un tono apaciguador.
Pero hubo algo en esa reprimenda de Dom, en su rostro chato, imperturbable y con el gesto torcido, y en la media sonrisa cómplice de Hutch que pareció inundar de luz la visión de Luke, como si la presión incontenible de la ira que de repente volvía a colmarlo le hubiera quitado una venda de los ojos. Una sensación de ingravidez se apoderó de él, y no oía más que las pulsaciones abrasadoras en sus oídos. Su voz pareció brotar de algún lugar ajeno a su cabeza, y ni siquiera la reconoció, como si se tratara de una grabación anterior que le obligaran a escuchar de nuevo para dejarlo en evidencia:
—Vuelve a insultarme y te corto las piernas.
Luke tuvo la sensación de estar viéndose desde fuera, como si hubiera abandonado su cuerpo, cuando dio tres pasos en dirección a Dom, cuyo rostro palideció y se quedó rígido, como si estuvieran obligándolo a presenciar una escena horripilante.
En una parte remota de su interior, Luke conservaba la conciencia de lo que estaba haciendo el grueso de su ser al dejarse llevar por su instinto. Lo guiaba la ira que había ido acumulando mientras atravesaba el bosque para reunirse con ellos; un bosque húmedo e interminable que nunca les permitiría salir de su interior. Y esa realidad le exigía que explotara de una vez.
—¿Me has oído, capullo? —espetó a Dom en la cara, y vio cómo una gotita de saliva que había salido despedida de su boca aterrizaba en el pómulo de su compañero.
—¡Luke! —rugió Hutch a su lado—. ¡Oye!
Pero Luke no se veía capaz de salir de aquel lugar horroroso y delirante hasta que diera rienda suelta a lo que alojaba en su interior, y empujó fuerte a Dom con ambas manos. Este perdió el equilibrio y apoyó todo el peso de su cuerpo sobre su pierna maltrecha antes de caer de costado sobre la maleza. Luke oyó un frufrú a su espalda y sintió que unos dedos le apresaban con firmeza el brazo y tiraban de él hacia atrás para alejarlo de Dom, y sus pies retrocedieron tambaleantes por el suelo. Sintió que las fuerzas lo abandonaban por un momento y escarbó en el suelo con los pies para no perder el equilibrio cuando Hutch lo soltó un par de metros más allá, todavía en el sendero.
—¡Que te jodan! —espetó Dom mientras trataba de levantarse con su culo rechoncho, con la camisa por fuera de los pantalones y agitando las extremidades con movimientos rígidos y torpes.
Entonces Dom salió disparado hacia él con una agilidad inusitada y apartó de su camino a Hutch de un empujón. Se le empezaron a inyectar de sangre los ojos. Sus nudillos pecosos se movieron lentamente y soltaron un chasquido al impactar contra la boca de Luke, que sintió el golpe más como un empujón que como un puñetazo, si bien se le durmió el labio superior al instante. «¿Esto es todo? —se preguntó Luke—. ¿Esto es lo que se siente al recibir un puñetazo?».
Se miraron durante lo que pareció una eternidad, hasta que la conciencia de que acababa de ser golpeado empezó a mezclarse con el pensamiento secundario de que aquel puñetazo determinaba que debería seguir aceptando las burlas, las críticas, las peroratas obstinadas y el desprecio de Dom por todo lo que Luke había dicho desde que se habían reunido la víspera del viaje. Pero no estaba dispuesto a seguir aceptando ese papel que le había sido asignado dentro de la jerarquía del escueto grupo.
Lanzó hacia atrás el puño izquierdo hasta que sintió tirantes los músculos de la espalda, lo sostuvo un momento en el aire y lo descargó como si fuera un resorte. Dom no levantó el brazo con la presteza suficiente para detener el golpe, y los nudillos de Luke impactaron debajo de su ojo derecho con un crujido estruendoso.
La cabeza de Dom salió disparada hacia atrás con una mueca de perplejidad y contrariedad en el rostro. Luke le atizó un segundo puñetazo desde el otro flanco, sin perder de vista en ningún momento su propio brazo, enfundado en una manga mojada de color caqui, mientras este cortaba el aire para asestar un nuevo golpe a Dom, esta vez en la mandíbula, justo donde había apuntado.
Dom se desplomó al instante, sin tiempo para amortiguar la caída con los brazos, ya que todavía estaba protegiéndose la cara con las manos.
Hutch y Phil retrocedieron para alejarse de Luke, casi encogidos del miedo. Lo miraban como si tuvieran frente a sí a un desconocido peligroso. Estaban perplejos. Lo temían. Luke, por su parte, no había saciado su sed de pelea y se lamentó de que Dom hubiera besado el suelo tan pronto. Y entonces revivió una y otra vez la satisfacción de golpearle el rostro, fuerte de verdad, con los puños apretados.
No notaba dolor alguno en las manos, y la súbita descarga de energía, a la que se sumó la caída de Dom, le proporcionó una repentina y delirante sensación de euforia. Sintió que su cuerpo se recomponía y que todas sus piezas encajaban para formar una estructura estable y definida; su visión deslumbrada remitía, y volvía a distinguir los colores. Sus oídos recuperaron su agudeza, como si hubieran estado taponados por una masa de agua caliente que ahora desapareciera por un sumidero. Se dio cuenta de que estaba respirando con tanta dificultad que había empezado a resollar.
Dom se incorporó con las piernas separadas y la cabeza hundida sobre el pecho. Se sujetaba la boca con ambas manos. No se le veía el rostro.
Dom estaba llorando. Era tanta la ira que sentía que solo podía expresarla mediante el llanto.
—¡No pienso pasar un segundo más con ese cabrón!
Luke oyó la voz de Dom desde el tronco caído donde estaba sentado. Sus palabras, proferidas en un tono estridente y chillón, atravesaban el macizo de árboles.
—¡Puede largarse en la otra dirección! […] ¡Te aseguro que yo no voy! […] ¡No eres tú quien ha recibido una paliza de ese cabrón! […] ¡Ese fracasado está como una cabra! Siempre lo ha estado. Por eso no le duran los trabajos ni cinco minutos. ¿Por qué crees que sigue soltero si no? Todo encaja, ¿no? Está tarado. A mí ya no me queda paciencia para seguir aguantándolo. ¡Pero si no lo aguanta nadie! ¡Lo que tiene que hacer es madurar de una puta vez! Yo no puedo seguir perdiendo el tiempo con ese cabrón imbécil.
Luke se sintió de nuevo dominado por la furia que bullía en su interior y salió disparado hacia Dom, a quien Hutch y Phil ayudaban a mantenerse en pie en algún lugar todavía fuera de su vista. Apretaba con tanta fuerza los dientes que recuperó lo suficiente la conciencia para comprender que podía saltársele una pieza de la dentadura en cualquier momento y visualizar el dolor que sentiría, de modo que relajó la mandíbula.
—¡No te vayas al suelo, gordo cabrón! —espetó cuando apareció frente a ellos y vio que Phil y Hutch se apartaban desmañadamente.
—¡Que te jodan! —replicó Dom con las manos levantadas.
Esta vez descargó los puños entre las palmas abiertas de las manos de Dom con tal frenesí que en seguida sintió un tirón en la base del cuello, seguido por un agarrotamiento y un calor repentino. Descargó tres puñetazos en la cara de Dom y entonces sintió que la nariz de su compañero se torcía bajo sus nudillos y a continuación crujía como la espoleta del asado dominical. Los dos golpes que le asestó después impactaron, respectivamente, en la parte superior de la cabeza y en la nuca de su víctima, que se derrumbó sobre la maleza y se encogió hecha un ovillo, protegiéndose la cabeza con los brazos. En el último puñetazo, Luke se hizo daño en el dedo meñique, en el nudillo y en el hueso debajo del nudillo. Sepultó la mano dolorida debajo de la axila y se alejó de Dom.
—Otra palabra… Otra palabra… —Pero Luke respiraba con tanta dificultad que le resultaba imposible hablar y su voz brotaba temblorosa de su boca por la agitación.
—¡Dios mío! ¡Dios mío, tranquilízate! ¡Mierda! —exclamó Hutch atropelladamente, agarrando a Luke de los hombros con manos de hierro y llevándoselo lejos.
—Si vuelvo a oír una palabra suya, me lo cargo. Lo juro.
Hutch y Luke se alejaron de los demás. Hutch lo llevaba aferrado del codo. Dom seguía encogido en el suelo. Phil le hablaba en voz baja agachado a su lado, y Luke no oía lo que estaba diciéndole.
—Por Dios, Luke. Escúchate. Hablas como un chulo, como un adolescente malcriado. Tú no eres así. ¿Qué demonios te pasa?
Luke se sentó en el mismo tronco caído donde lo había hecho unos minutos antes. Le temblaban tanto las manos que Hutch tuvo que arrebatarle el paquete de tabaco y encender los dos cigarrillos; uno para cada uno.
—Tranquilízate. Respira hondo. Relájate. Cálmate, hombre. Pero ¿qué te ha dado?
Luke se mantuvo callado, dando rápidas caladas al cigarrillo hasta que sintió náuseas. A su estómago vacío había ido a parar tal cantidad de cortisona y adrenalina junto con la flema y el alquitrán del tabaco que pensó que iba a vomitar. Se bajó la cremallera de la chaqueta hasta la cintura y se inclinó hacia delante. Se llenó los pulmones del aire húmedo y frío con grandes bocanadas. No se había sentido tan exhausto en toda la vida. Empezó a temblar.
—Bueno, supongo que esto supone el final oficial de las vacaciones —señaló Hutch tras unos minutos de silencio.
Una sonrisa empezó a asomar a los labios de Luke, que primero se sintió avergonzado y después se puso a reír en silencio. Hutch también sonreía, aunque su sonrisa estaba enmarcada en la expresión fúnebre y afligida de su rostro.
Hutch meneó la cabeza.
—No sabía que te sentías así, jefe. Solo Dios sabe la de veces que se me ha pasado por la cabeza a lo largo de todos estos años patearle el culo a Dom, pero la gente como nosotros no hace ese tipo de cosas. ¿En qué estabas pensando?
Luke miró a Hutch y vio la decepción en sus ojos, el distanciamiento insalvable entre ambos. Un acto como aquel no tenía vuelta atrás. Nada volvería a ser igual, y sabía que se había terminado la amistad con sus tres compañeros.
—Mierda —dijo meneando la cabeza.
Tuvo que tomarse un momento y tragar saliva varias veces para evitar que se le llenaran de lágrimas los ojos y ponerse a llorar. Tenía un nudo en la garganta que le impediría hablar durante un rato. Se puso en pie y se alejó del tronco caído y seco del árbol.
—¿Qué estoy haciendo aquí? —se preguntó en voz alta Luke tras recorrer varios metros del sendero.
Hutch había salido detrás de él, con la cabeza gacha y el rostro pálido y demacrado por la angustia de tener que mediar entre todos sus compañeros de excursión, con el añadido de la situación en la que se encontraban. Estaban obligándolo a asumir el papel de padre, a tomar todas las decisiones.
—Ni siquiera podía permitirme venir. Pero no consentiré que me llame fracasado.
Luke sentía una opresión en el pecho y se moría de ganas de justificar lo que acababa de hacer, de explicar cómo le habían afectado los comentarios de Dom, pero no le salían las palabras.
Hutch levantó la mirada al cielo y entornó los ojos mientras la lluvia le golpeaba la cara.
—Será mejor que regrese junto con los tullidos.
—No sabe nada de mí ni de la vida que llevo. Nada. Ninguno de vosotros sabéis nada.
—Dom no pretendía herir tus sentimientos. Ninguno de nosotros lo pretende.
—¿Estoy haciendo el gilipollas?
Hutch clavó la mirada en el suelo y suspiró.
—Tú también lo piensas, ¿no? No pasa nada. Adelante. Dilo. Ya me importa un carajo. Me alegro de largarme, Hutch.
—Controla esa lengua. Ya hemos tenido suficiente.
—Yo solo quería ir a buscar ayuda.
—Todavía no hace falta recurrir a eso. Aún disponemos de muchas otras opciones. Solo hemos sufrido un contratiempo. Lo único que os pido es que os tranquilicéis un poco. No estáis siendo de gran ayuda.
—Lo siento. Supongo que he perdido los nervios.
—¡No me digas!
Ambos se sentían incapaces de mirarse a los ojos, de modo que contemplaban el suelo, el cielo y la extensión interminable de árboles y helechos que los rodeaba y que les resultaba indiferente.
—Tío. Anduve kilómetros, Hache. Llegué al final del sendero con el cuerpo lleno de arañazos con el único objetivo de buscar una salida. Y cuando volví… Perdí la cabeza. Porque… ¡apenas habíais avanzado! Era como si no fuerais conscientes de lo desesperado de la situación.
—Eso no tiene pies ni cabeza, y lo sabes.
—Yo…
—No pueden caminar. Ambos están fundidos. Yo solo intentaba que mantuvieran la moral alta, que estuvieran entretenidos charlando para que no se comieran la cabeza con la situación.
—Y yo lo he jodido.
—Por completo.
Luke suspiró y se palpó el rostro donde Dom lo había golpeado. Ni siquiera le dolía; solo lo tenía un poco hinchado.
—Tenía tanto que contaros…
—¿Encontraste una salida? —preguntó Hutch, volviéndose hacia un lado.
Luke negó con la cabeza.
—No. Y más adelante, la cosa solo empeora. Esto es una mierda. —Propinó una patada a un arbusto.
Hutch cerró los ojos y dejó escapar un gruñido. Luego volvió a abrirlos y suspiró.
—El año que viene alquilaremos una caravana.
—Ya estaba a punto de tirar la toalla y dar media vuelta cuando encontré un cementerio. —Luke recuperó la atención de Hutch y asintió con la cabeza—. Había unos peñascos, unas piedras erguidas, como quieras llamarlas.
—Piedras rúnicas.
—Piedras rúnicas. Rodeadas de maleza. En medio de un denso sotobosque que atravesé a gatas. Al otro lado encontré una iglesia.
—Estás quedándote conmigo.
—No. Una iglesia de verdad. Antigua. Como una de esas construcciones que vimos en Skansen, en el museo de la vida tradicional sueca. Y el bosque clarea un poco a su alrededor.
A Hutch se le iluminó el rostro.
—¡Vayamos para allá!
Regresaron por el sendero para reunirse con los demás, que seguían fuera de su vista. Luke aminoró el paso.
—Yo me mantendré un poco al margen y caminaré delante.
—Buena idea. Aunque eso signifique que vuelvo a estar condenado a marchar en la retaguardia con el miedo. Gracias.
Luke estuvo a punto de reír, pero Hutch ni siquiera mostraba una sonrisa cuando dio media vuelta y se alejó.