—¿Qué has encontrado, colega? —preguntó Hutch, inclinándose hacia Phil con una mano sucia apoyada en la corteza oscura del grueso tronco de un árbol.
Phil apenas había hablado con ellos desde que lo habían despertado y había despachado con un encogimiento de hombros cualquier intento de exigirle una explicación sobre cómo había acabado desnudo en el diminuto y sórdido cuartucho que todos —a excepción de Luke, que había salido de la casa— habían utilizado como urinario la noche anterior. También Luke, Hutch y Dom estaban demasiado cansados y conmocionados para entrar en detalles sobre sus propias experiencias, y parecía existir un acuerdo tácito entre ellos por el cual todos aceptaban que se trataba de la clase de vivencia sobre la que uno solo habla cuando se halla a una distancia prudencial de lo que la había originado. Sin embargo, Phil parecía más afectado por lo ocurrido durante la noche.
—Mirad. ¿Lo veis? Y está en todos los árboles de este lado.
Phil señalaba con sus dedos enrojecidos una serie de marcas o arañazos profundos, que el paso del tiempo había oscurecido pero no ocultado del todo, en las franjas de los troncos de los árboles donde se había arrancado o alisado la corteza hasta la altura de la cintura.
Hutch se inclinó un poco más y recorrió las marcas con el dedo.
—¿Qué es? —preguntó Luke.
Dom suspiró irritado y levantó la mirada al cielo.
—Runas —respondió Hutch—. ¿Os acordáis de las runas que vimos en aquellas piedras de Gammelstad? —Echó un vistazo por encima del hombro hacia Dom y Phil—. Luke y yo también vimos unas cuantas en Skansen y en Lund hace un par de años.
—¡No jodas! —exclamó Phil con el gesto consternado, como si el comentario de Hutch fuera una prueba irrefutable de que estaba ocurriendo algo mucho peor que el dilema que ya los afligía.
—Sí jodo. Bien visto, Phillers. Apuesto a que estas también se remontan a tiempos inmemoriales. Los vikingos las utilizaban hace mil años.
—No pueden ser tan viejas —repuso Luke, inclinándose junto a Hutch.
—¡Elemental, querido Luke! Alguien después de los vikingos debió de seguir utilizándolas.
Luke posó el dedo índice sobre una.
—Parece una B. ¿Qué edad alcanzan estos árboles?
—Este es un pino silvestre, bastante grande, pero más seco que una momia. Pueden llegar a vivir hasta seiscientos años.
Dom levantó los brazos al aire acompañado por el frufrú de su chaqueta.
—Vale. Vale. Entonces, ¿cuál es el plan, equipo de arqueólogos? Creo que estas putas runas en los putos árboles ocupan el último lugar de nuestra lista de prioridades, chicos.
Hutch y Luke se alejaron del árbol.
—Esto da muy mal rollo —masculló Phil para sí—. Muy mal rollo.
—¡Sí, señor! —exclamó Hutch, alzado la vista al cielo, que estaba tan pálido y lechoso que el mismo sol podría haber sido blanco. La lluvia empezó a tamborilear en sus impermeables y mochilas—. Genial.
Hutch sacó la carpeta de plástico, empapada por la condensación, del bolsillo superior de la chaqueta. Dentro guardaba el mapa. Se arrodilló, lo extrajo de la funda, lo desplegó hasta dejarlo doblado por la mitad y apoyó la brújula sobre él.
—Tíos, calculo que estamos por aquí. En algún punto en las profundidades de esta franja del bosque. Mi intención era llegar aquí ayer y continuar por el sendero de Käppoape. Media jornada de caminata por él nos llevará junto al río Stora Luleälven, y después de un par de horas más siguiendo su cauce hacia el este, en dirección a Skaite, llegaremos a las cabañas donde pasaremos la noche. Allí también hay una oficina de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente. Sin embargo, no podemos avanzar hacia el sur a través de estos matorrales. Este lugar es tan antiguo que si alguna vez hubo otro camino hacia el sur que partiera del claro, ya no queda ni rastro de él. Y si la maleza siempre es así de espesa, tardaremos prácticamente una jornada entera en atravesar el bosque.
—¿Y? —preguntó Dom.
Hutch entornó los ojos e hizo una mueca de dolor con los dientes apretados.
—Bueno, no podemos arriesgarnos a seguir ese camino hacia el norte.
Phil permanecía en silencio, apartado de los demás y con la mirada fija en la casa.
—Un momento. Un momento. Déjame el mapa —dijo Dom.
Hutch apartó el mapa para evitar que Dom lo agarrara.
—¿Para qué lo quieres, cerdo cojo?
—¡Quiero echarle un vistazo, ojete de Yorkshire! —Dom le arrebató el mapa de las manos y lo sostuvo frente a su cara con los brazos estirados.
Luke dejó caer la cabeza y se recorrió las mejillas con los dedos.
—Quizá deberíamos volver por donde hemos venido.
Dom negó con la cabeza.
—¡Ni hablar! Si volvemos por donde vinimos, tardaremos todo un día en regresar al lugar de donde partimos ayer al mediodía.
—Siempre y cuando no volvamos a perdernos —señaló Luke.
Nadie pareció tomar en cuenta su observación. Hutch y Dom se miraron con una expresión tensa en el rostro.
—¡Y después otra jornada para regresar a la cabaña de Turismo de Suecia de la que salimos hace dos días! —dijo Dom, a quien le temblaba la mandíbula mientras hablaba.
—Totalmente de acuerdo —aseveró Hutch dirigiéndose a Dom—. O el mismo tiempo para llegar a Porjus dado el estado de tu pierna. Creo que deberíamos ver hacia dónde continúa el camino que nos ha traído aquí y estar atentos a ver si encontramos en algún momento la manera de desviarnos hacia el sur.
Dom frunció el ceño.
—Bueno, el camino iba de oeste a este en línea recta. Si lo seguimos, estaremos avanzando hacia el oeste. ¿Qué hay en el oeste?
—Está Noruega —respondió Luke.
Dom dejó caer los brazos con el mapa, que se estrelló contra sus piernas.
—Tenemos que encontrar la manera de dirigirnos al sur, Hache. Hay que salir de este maldito bosque.
—¡No me digas! —respondió Hutch—. Pero ¿no ves que no podemos atravesar el bosque por ahí, idiota? No hay manera de ir hacia el sur directamente desde aquí. Y encima solo nos queda comida para otro día. Teniendo en cuenta las calorías que quemaremos hoy caminando por este terreno, necesitaremos hasta la última migaja de víveres. Pongamos por caso que invertimos todo el día en salir de aquí. Entonces tendremos que pasar la noche acampados junto al río, y mañana, una vez fuera del bosque, nuestro ejército marchará con el estómago vacío durante media jornada. Eso será en el peor de los casos, de modo que no hay por qué alarmarse. Pero eso sí, debemos tomar la decisión correcta. No hay lugar para la indecisión. Estoy convencido de que si desandamos el camino, este nos conducirá hasta una salida más o menos práctica del bosque. Con un poco de suerte puede ser que el camino tuerza en un momento dado hacia el sur. Skaite no puede estar tan lejos. No tardaremos más de un día o día y medio en llegar aunque caminemos a paso de tortuga.
Luke se encendió otro cigarrillo.
—No podemos… No podemos arriesgarnos a continuar perdidos en el bosque mucho más tiempo, Hache.
—Enciéndeme uno, colega —dijo Hutch.
Luke puso su cigarrillo entre los labios de Hutch y sacó otro del paquete. Hutch miró a Luke a través de la nube de humo con los ojos entornados.
—El camino tiene que llevar a algún lado —apuntó Hutch—. Por algún motivo tuvo que abrirlo alguien en medio del bosque hace mucho tiempo. Nosotros no lo seguimos desde el principio, simplemente nos cruzamos ayer con él y lo seguimos hacia el este. En un primer momento desembocamos en él desde el lado occidental de una estrecha franja de bosque. Yo os llevé hacia el este para corregir nuestra posición. Hacia el oeste, la maraña de árboles vuelve a espesarse muchísimo, calculo que durante unos treinta kilómetros. Pero si continuamos por el camino hasta que nos hartemos, avanzaremos más rápido y evitaremos los árboles caídos y toda esa mierda que ayer hicieron a Domja refunfuñar como un niño. Si en un momento dado encontramos un desvío hacia el sur, podríamos estar fuera del bosque a última hora de la tarde.
—Pero, entonces… —Luke sostuvo la punta de la lengua entre los dientes.
Hutch se lo quedó mirando, sorprendido por que pusiera una objeción a su idea, una vez más.
—¿Qué? —inquirió Hutch, que reparó en la irritación que endurecía el tono de su voz.
—Eso en el caso de que el bosque fuera clareando al sur del camino. Además, seguir por el sendero hacia el oeste significa volver a adentrarse por terreno desconocido. Podríamos acabar en un lugar que no tiene por qué ser una salida. Ese fue precisamente el fatal error que cometimos ayer.
—¿Por qué abriría nadie un camino que simplemente diera vueltas sin fin dentro del bosque? —preguntó Hutch—. El sendero debe de ser el vestigio de una entrada. No hay otra explicación razonable, jefe.
—Yo creo que la hay. Sé que toca los huevos, pero deberíamos volver por donde vinimos y buscar el lugar donde nos desviamos de la ruta fijada. O si no, seguir ese camino hacia el norte y rezar por que nos lleve hasta la salida del bosque.
—¡Bah! ¡Vete a la mierda! —espetó Dom—. ¡Ya hemos pasado por eso! Tendríamos que pasar todo el día caminando por esas malditas rocas para llegar al punto de partida. O pasarnos otro día de marcha en sentido opuesto hasta Porjus.
—Pero al menos sabemos con seguridad que el camino por el que vinimos nos saca de aquí. Este sendero podría acabar perfectamente en las profundidades del bosque al cabo de tres kilómetros. O continuar en línea recta hasta Noruega. En cuanto pongamos el pie en él estaremos yendo en la dirección equivocada.
Hutch exhaló otro géiser de humo gris y torció el gesto.
—Dimos muchas vueltas hasta llegar aquí, tío. Sinceramente, no sé si sabremos desandar lo andado. Y a estos dos les resultará imposible atravesar otra vez esa mierda. Tenemos que mantenernos en terreno llano siempre que podamos. Phil, ¿cómo tienes los pies?
—No muy bien —respondió Phil sin volverse. Se había cubierto la cabeza con la capucha.
—Los tendrá jodidos, como yo la rodilla —espetó Dom.
—Bueno, Dom, si hubieras dedicado tiempo a ir al gimnasio tal como acordamos… —intervino Luke.
—¡Oh! ¡Escuchad a «don Tiempo Libre»! Yo tengo tres críos, colega. Intenta encontrar tiempo para ir al gimnasio trabajando sesenta horas semanales y teniendo una familia a la que mantener.
—¡Chicos! ¡Chicos! —dijo Hutch alzando las manos—. Lo único que estamos haciendo aquí es perder el tiempo y cabrearnos. Al menos en el camino estaremos haciendo algo con un propósito. Si resulta que no conduce a ningún lugar, buscaremos una alternativa, ya sea abrirnos paso hacia el sur o intentar encontrar el camino de vuelta al punto de partida de ayer como propone Luke. Pero ese debería ser el último recurso, teniendo en cuenta el estado en el que estamos algunos de nosotros y la dificultad que entraña avanzar por un terreno accidentado como el que dejamos atrás.
—Lo último que queremos es seguir aquí cuando caiga la noche —afirmó Phil al cabo, si bien siguió dando la espalda a los demás.