Capítulo 15

Encontraron a Phil en el cuartucho, de pie pero encogido, desnudo en un rincón de la diminuta y mugrienta estancia. Su cuerpo orondo casi brillaba en la oscuridad. Había retrocedido al percatarse de la presencia de los demás en la puerta. Mantenía la mirada fija en algo invisible, en algo que parecía estar detrás de sus amigos y ligeramente por encima de ellos; sin embargo, la rigidez de su expresión mostraba tal intensidad que todos sintieron la tentación de levantar la mirada. Phil tenía los brazos levantados; no obstante, había algo de irresolución en la posición de sus manos, como si las hubiera alzado para protegerse de algo y sus extremidades hubieran perdido las fuerzas al comprender que era inútil tratar de defenderse.

—Phil. Tío, vamos. No puedes estar así.

Hutch se había recuperado lo suficiente del aturdimiento que él mismo había experimentado en el piso superior como para acercarse a Phil, con decisión, aunque no sin cierta cautela y lentamente.

A Phil le temblaban los labios como a un niño asustado, y hablaba en una voz tan baja que no se le oía. Cuando Hutch le rozó los dedos de una mano, Phil gimoteó y hundió la cabeza entre sus hombros en tensión.

—No pasa nada, grandullón —le tranquilizó Hutch, cogiéndole de la mano y tirando delicadamente de él para sacarlo de la habitación contigua al salón.

Junto a él salió la peste a orines y a madera podrida.

Dom lo envolvió con su chaqueta impermeable azul mientras Hutch lo sacaba abrazado a él de la casucha a la débil luz de aluminio del alba.

El bosque que rodeaba el claro silvestre parecía exhausto tras la tormenta, incluso aliviado. La hierba alta y húmeda y el aire fresco resucitaron a Phil, cuya conciencia regresó junto con sus amigos, al mundo real, con tres poderosos gimoteos que sonaron raros, insólitos, como ningún sonido que hubieran oído proferir jamás a Phil. Y así permaneció frente a ellos, parpadeando en silencio, únicamente con la mitad superior de su dignidad tapada. Sus ojos afligidos interrogaron uno a uno a sus amigos, pero no hallaron respuesta ni comprensión. Los tres amigos se limitaron a observarlo invadidos por una sensación de incomodidad y perplejidad, y aun así fueron incapaces de mantenerle la mirada demasiado tiempo.

—Vamos. Recojamos las cosas —dijo Hutch, volviéndose hacia la casucha.

—Así sea —repuso Luke, adelantándose a su amigo.

—Esperad —dijo Dom—. ¿Qué cojones ha pasado?

—Ya os dije que era una mala idea —respondió Luke, sacudiendo la cabeza hacia la casa—. Quién sabe lo que hemos despertado con nuestra presencia.

Luke estuvo a punto de explayarse en sus palabras, pero cambió de opinión. Phil y Dom lo miraban fijamente, con una expresión de desesperación por comprender lo que acababa de insinuar.

Hutch se detuvo en el hueco de la puerta y echó un vistazo por encima del hombro con la cara tiznada y sucia por el humo y la mugre. Sus ojos parecían excesivamente grandes para el tamaño de su rostro sucio.

—Ya habrá tiempo para hablar sobre el tema cuando nos larguemos cagando leches de aquí.