Era imposible subir sigilosamente la escalera, como les habría gustado. Los listones de madera se movían bajo sus pies y crujían, e incluso retumbaban, a cada paso que avanzaban con sumo cuidado y recelo. Hutch iba a la cabeza con la linterna en una mano y la navaja en la otra. Luke lo seguía de cerca, aunque lo justo para poder dar media vuelta sin trabas y salir disparado escalera abajo en cuanto Hutch hiciera el más mínimo gesto. La diminuta empuñadura de la navaja se le clavaba en los dedos, así que aflojó una pizca su agarre.
—¿Ves algo? —inquirió Luke en un susurro, escudriñando el angosto túnel revestido de madera por el que se internaban a tientas: un pasadizo estrecho que apestaba como las viejas cabañas que había explorado de niño y que hedían a orina de gato y a basura.
—Nada —respondió Hutch con la voz tirante, como si estuviera conteniendo la respiración.
Luke sentía que se le iba a disparar el pulso que le palpitaba en los labios y en los oídos cada vez que revelaba algo nuevo alrededor de Hutch con su linterna. Las paredes umbrosas estaban atestadas de rostros alargados y barbados que no eran más que los dibujos que trazaban las vetas descoloridas de la madera avejentada: retratos antiguos y ennegrecidos que deberían haber estado enmarcados y colgados de las paredes de un museo en vez de asediarlos en la oscuridad. Luke sintió un respeto repentino por Phil por haber tenido el valor de subir solo.
La idea de que hubieran vivido personas entre aquellas paredes de madera nauseabunda y sin electricidad le arrancó el alma. Debían de haber sido gente sencilla y anciana que había buscado consuelo en la cruz. Uno de ellos habría muerto primero, y el otro habría vivido en soledad, sumido en una desesperación tal que solo pensar ahora en ella le destrozaba el corazón.
Luke trató de desterrar esa terrible sensación que pugnaba en su interior con el miedo. El instinto le decía que aquel no era un buen lugar donde estar; jamás, bajo ninguna circunstancia. Uno se sentía contaminado por el tipo de locura que llevaba a clavar calaveras a las paredes. Incluso el aire frío y negro parecía moverse a su alrededor y atravesarlos dotado de su propia resolución. Resultaba estúpido, irracional, pensar algo así, pero su imaginación sospechaba que la casa estaba habitada por un ente al que podía ver sin necesidad de recurrir a la vista. Los cuatro amigos eran unos seres insignificantes y frágiles, desamparados, cuya presencia no era bienvenida.
Hutch escudriñó el espacio que se extendía por el segundo tramo de la escalera, y Luke vio su rostro de perfil iluminado por su linterna. Nunca había visto aquella expresión en la cara de su amigo; tenía el gesto pálido y contraído, como si acabara de recibir una noticia pésima, y los ojos desorbitados y con una mirada compungida. Y bañados de lágrimas.
—Vale —musitó Hutch—. Hay un par de peldaños más y luego una estancia, una especie de desván. Desde aquí veo el techo. Hay bastante humedad.
—Ve despacio, Hache. Despacio —le advirtió Luke en un susurro.
Luke dudó fugazmente de su capacidad para subir aquel último tramo de escalones mientras la madera crujía bajo las suelas de las botas de Hutch. Contuvo la respiración y se obligó a continuar.
Hutch marchaba tres pasos por delante de él cuando se detuvo y se quedó mirando fijamente, con los hombros caídos y el cuello estirado, algo que había en la estancia de la planta superior y que quedaba fuera del campo visual de Luke, quien se había parado unos pocos escalones más abajo. Hutch tragó saliva. Acababa de verlo; tenía la mirada fija en el culpable de que Phil hubiera enloquecido.
—¿Qué es? —inquirió Luke en un hilo de voz—. Hutch, ¿qué es?
Hutch meneó la cabeza y se estremeció. Parecía a punto de romper a llorar. Volvió a menear la cabeza y suspiró.
Luke había perdido todas las ganas de ver lo que fuera con sus propios ojos, pero sus pies lo arrastraron arriba.
—¿Pasa algo? ¿Pasa algo? ¿Pasa algo? —musitó, y entonces se dio cuenta de las veces que había repetido la pregunta. Se sentía incapaz de soportar la visión de más sangre ese día.
—Es horrible —dijo Hutch con un hilo de voz.
Luke subió los últimos escalones y se detuvo al lado de su amigo sin desviar la mirada de su rostro. Luego giró todo el cuerpo para mirar de frente la estancia. Para mirar en la dirección en la que apuntaban sus linternas.