En su conversación con Dan Minor, Cornelius MacDermott no le dijo que una de las llamadas efectuadas por Liz para tratar de averiguar el paradero de su madre, la había realizado a la Oficina Forense de Nueva York.
Liz supo a través de aquella llamada que, sólo en el último año, habían sido enterrados cincuenta cadáveres en la fosa común: treinta y dos varones y dieciocho mujeres.
A petición del encargado de la oficina, Liz mandó por fax la foto digitalizada de Quinny que Dan le había entregado, así como sus datos personales.
A media tarde, recibió una llamada de la morgue.
—Quizá tengamos a quien busca —expresó la lacónica voz del empleado.