Al igual que su nieta, Cornelius MacDermott había pasado la noche en vela. El martes no acudió a la oficina hasta casi el mediodía, y cuando llegó, Liz Hanley se quedó asombrada al ver que su tez rubicunda se había desteñido en una especie de gris ceniciento.
Enseguida le aclaró los motivos de unas señales tan evidentes de estrés. A pesar de lo convincente de sus razonamientos, por los que su nieta parecía estar al borde de perjudicar de manera irreparable cualquier opción de presentarse a las elecciones; no fue más que la preocupación de Liz por su salud lo que la, convenció para seguir con el plan de Mac. Quería demostrar que la célebre médium Bonnie Wilson no era otra cosa que una charlatana.
—Llama para concertar una cita —le dijo—. Utiliza el nombre de tu hermana, pues a Gert quizá se le ocurrió mencionar el tuyo a la tal Wilson. No creo en ella y quiero que me confirme personalmente qué intenciones tiene esa mujer.
Su voz era tensa, inhabitual en el tono de Mac.
—Si llamo desde aquí y tiene identificador de llamadas, sabrá perfectamente quién soy —apuntó Liz.
—Bien pensado. Tu hermana vive en Beekman Place, ¿verdad?
—Sí.
—Hazle una visita y llama desde allí. Esto es muy importan Liz regresó a la oficina a las tres de la tarde.
—Yo, bajo mi nueva personalidad de Moira Callahan, tengo una cita con Bonnie Wilson mañana a las tres —anunció.
—Bien. Si por alguna razón tuvieras que hablar con Nell o con Gert…
—Mac, no irás a advertirme para que no les soltara lo que estoy haciendo, ¿no?
—Supongo que no —dijo algo cohibido—. Gracias, Liz. Sabía que podía contar contigo.