Con frecuencia me preguntan si, cuanto más escribo, más fácil me resulta. Ojalá fuera así. Cada historia presenta nuevos desafíos, es un nuevo paisaje que debo poblar de personajes y sucesos. Por eso estoy tan agradecida a las personas que están siempre a mi lado, sobre todo cuando empiezo a preguntarme si realmente puedo contar cada historia como yo quiero.
A Michael Korda, mi editor desde que escribí mi primera novela de suspense hace treinta años. Él ha sido mi amigo, mentor y editor por excelencia durante tres décadas. El editor jefe, Chuck Adams, también forma parte del equipo desde hace doce años. Les doy las gracias a los dos por todo lo que han hecho para enseñarle el camino a esta escritora.
A mis agentes literarios, Eugene Winick y Sam Pinkus, que han sido verdaderos amigos, buenos críticos y una verdadera fuente de apoyo. Les quiero. A la doctora Ina Winick, que ha puesto a mi disposición su experiencia como psicóloga para ayudarme a comprender cómo funciona la mente humana.
A Lisl Cade, mi publicista y amiga del alma, que siempre está cuando la necesito.
Muchas gracias a don Michael Goldstein y a don Meyer Last por su valiosa ayuda al contestar a mis dudas sobre las cuestiones legales y procedimientos necesarios para la adopción.
Como siempre, me quito el sombrero ante la directora asociada de Copyediting, Gypsy da Silva, y su equipo: Rose Ann Ferrick, Anthony Newfield, Bill Molesky y Joshua Cohen, y ante el agente Richard Murphy y el sargento retirado Steven Marron, por su apoyo y orientación.
A Agnes Newton, Nadine Petry e Irene Clark, que siempre me acompañan en mis viajes literarios.
La mayor alegría es que, una vez que he terminado la historia, lo celebro con aquellos que me son más allegados y queridos, mis hijos, mis nietos y, por supuesto, él, mi maravilloso marido, John Conheeney.
Y ahora espero que vosotros, mis apreciados lectores, disfrutéis de los sucesos de una mortífera reunión de viejos compañeros de clase en el hermoso valle del Hudson.
La definición de búho siempre le había gustado: «Ave nocturna de presa… con garras afiladas y un plumaje suave que le permite un vuelo silencioso… En sentido figurado, persona de hábitos nocturnos». «Soy el Búho —susurraba para sí cuando elegía una presa— y la noche es mi momento».