Sam había preferido volver al Glen-Ridge, en lugar de ir a su oficina en Goshen, porque empezaba a tener la seguridad de que uno de los homenajeados, o quizá Jack Emerson o Joel Nieman, era el responsable de las amenazas a Lily. Todos habían trabajado en el edificio donde estaba la consulta del doctor Connors. En algún momento del fin de semana, uno de ellos había mencionado que Jean era paciente del médico, pero aún no había podido determinar quién.
Fleischman había insistido en que se lo había oído decir a alguno de los otros hombres. Evidentemente, podía estar mintiendo. Stewart negaba haber oído nada semejante. Y también podía ser que mintiera. En cualquier caso, en el Glen-Ridge al menos podía tener vigilados a Fleischman y Gordon Amory, que seguían hospedándose allí. La desaparición de Jean sería anunciada por los medios de comunicación, y Sam estaba seguro de que entonces también Emerson acudiría al hotel.
Ya había pedido a Rich Stevens que pusiera vigilancia a los tres. Pronto la tendrían.
Diez minutos después de las doce recibió la llamada que esperaba de los técnicos.
—Sam, tenemos localizado el móvil de Jean Sheridan.
—¿Dónde está?
—En un coche en movimiento.
—¿Puedes decirme dónde está ese coche?
—Cerca de Storm King. Se dirige a la zona de Cornwall.
—Viene de West Point —dijo Sam—. Tiene a la cadete. No lo perdáis. No lo perdáis.
—No pensamos hacerlo.