A las diez, Jake estaba de nuevo en el cuarto oscuro de la escuela, revelando su última serie de fotografías. Las de la parte posterior de la casa de Mountain Road no aportaban nada a su historia, pensó. Incluso la puerta, con su rejilla decorativa, tenía un aire dejado. La fotografía de la cocina no estaba mal, pero ¿a quién le interesaba mirar unas encimeras desnudas?
Aquella mañana había sido básicamente una pérdida de tiempo, decidió. No tendría que haberme molestado en faltar a la segunda clase. Cuando la instantánea de la fachada empezó a dibujarse, vio que estaba algo desenfocada. Podía tirarla a la papelera. De todos modos no la iba a utilizar en el artículo.
Oyó que afuera alguien lo llamaba. Era Jill Ferris, y parecía preocupada. No creo que esté enfadada conmigo, la clase que me he saltado no era la suya.
—Salgo enseguida, señorita Ferris —exclamó.
En cuanto abrió la puerta, Jake se dio cuenta de que la profesora estaba muy alterada. Ni siquiera se molestó en decirle «hola».
—Jake, ya imaginaba que estarías ahí dentro —dijo—. Entrevistaste a Robby Brent, ¿verdad?
—Sí. Una buena entrevista, y no es porque la haya hecho yo. —No estará pensando cargársela, ¿no? El viejo Downes seguramente quiere olvidarse de que Robby Brent y Laura Wilcox han estado alguna vez en Stonecroft.
—Jake, acaban de decirlo en las noticias. Han encontrado el cadáver de Robby Brent en el maletero de un coche sumergido cerca de Cornwall Landing.
¡Robby Brent muerto! Jake echó mano de su cámara. Aún me queda bastante carrete.
—Gracias, Jill —gritó cuando salía como un rayo por la puerta.