Con cara de palo. Carter entró en el hotel a las diez en punto. Sam, que estaba sentado en el vestíbulo, fue directo hacia él y lo alcanzó en el mostrador de recepción.
—Señor Stewart, me gustaría hablar un momento con usted.
—Enseguida, señor Deegan. —El recepcionista con el pelo de color madera estaba detrás del mostrador—. Tengo que ver al gerente y volver a entrar en la habitación del señor Brent —le indicó secamente Stewart—. La productora recibió el paquete de ayer. Al parecer falta un guión, y han vuelto a pedirme que haga esta buena obra proverbial. Dado que el guión no estaba sobre la mesa, eso significa que esta vez habrá que mirar en los cajones.
—Llamaré inmediatamente al señor Lewis, señor —dijo el recepcionista, nervioso.
Stewart se volvió hacia Sam.
—Si se niegan a dejarme rebuscar entre los papeles de Robby me da igual. Habré saldado la deuda de gratitud que mi agente insiste en decir que tengo con él. Ha reconocido que le he pagado con creces. Él aún no lo sabe, pero acaba de darme el derecho moral de despedirle, cosa que pienso hacer esta misma tarde. —Stewart se volvió hacia el recepcionista—. ¿Está aquí el gerente o ha salido a coger florecitas al campo?
Qué individuo más desagradable, pensó Sam.
—Señor Stewart —dijo con tono glacial—, tengo una pregunta y necesito conocer la respuesta. Hace unas noches, usted, el señor Amory, el señor Brent, el señor Emerson, el doctor Fleischman y el señor Nieman estuvieron bromeando sobre el trabajo de limpieza que hacían en un edificio de oficinas gestionado por el padre del señor Emerson.
—Sí, sí, algo de eso hablamos. Fue la primavera del último curso. Otro enternecedor recuerdo de mi glorioso paso por Stonecroft.
—Señor Stewart, esto es muy importante. ¿Oyó a alguien mencionar que la doctora Sheridan fue paciente del doctor Connors, que tenía la consulta en aquel edificio?
—No, no oí nada de eso. Además, ¿por qué iba a ser Jean paciente del doctor Connors? Aquel hombre era obstetra. —Stewart abrió los ojos de par en par—. Oh, señor, ¿no me diga que estamos a punto de descubrir un secreto? ¿Jeannie fue paciente del doctor Connors?
Sam le miró con desprecio. Se hubiera dado de tortas a sí mismo por haber planteado la pregunta de aquella forma, y a Stewart le hubiera asestado un buen puñetazo por aquella respuesta tan malintencionada.
—Le he preguntado si alguien lo mencionó —replicó—. No he insinuado ni por un momento que fuera cierto.
Justin Lewis, el gerente, se había acercado por detrás.
—Señor Stewart, me dicen que quiere usted entrar en la habitación del señor Brent y registrar su escritorio. Me temo que no puedo permitírselo. Ayer hablé con nuestros abogados después de dejar que se llevara usted esos guiones y les pareció muy preocupante.
—Vaya por Dios —dijo Stewart. Le dio la espalda al gerente—. Los asuntos que me retenían aquí ya están resueltos, señor Deegan. Mi director y yo hemos acabado de revisar los cambios que propone para mi obra y creo que ya he tenido bastante de hoteles. Esta misma tarde me vuelvo a Manhattan. Le deseo mucha suerte mientras espera que Laura y Robby salgan a la superficie.
Sam y el gerente le observaron hasta que salió del vestíbulo.
—Qué desagradable —comentó Justin Lewis a Sam—. Es evidente que odia al señor Brent.
—¿Por qué dice eso? —se apresuró a preguntar Sam.
—El señor Brent dejó una nota sobre su mesa en la que aludía al señor Stewart como «Howie», y parece que le llegó al alma. Por lo que dijo el señor Stewart, era la idea que tiene el señor Brent de hacer un chiste. Entonces me preguntó si conocía el dicho de que «quien ríe el último ríe mejor».
Antes de que Sam pudiera hacer ningún comentario, su móvil sonó. Era Rich Stevens.
—Sam, hemos recibido una llamada de la policía de Cornwall. Han encontrado un coche en el río Hudson. Estaba parcialmente sumergido, pero quedó atrapado entre unas rocas y por eso no se hundió más. Hay un cuerpo en el maletero. Es Robby Brent, y parece que lleva muerto un par de días. Será mejor que vengas.
—Voy ahora mismo, Rich. —Cerró el móvil de golpe. «El que ríe el último ríe mejor». «Que Laura y Robby salgan a la superficie». Como si estuvieran bajo el agua, ¿no? ¿Era Carter Stewart, otrora conocido como Howie, no solo un aclamado autor teatral sino también un psicópata asesino?