La silla a la que la había atado estaba apoyada contra la pared, junto a la ventana, de cara a la cama. Había algo en aquella habitación que le resultaba familiar. Con una sensación creciente de terror, como si estuviera en una pesadilla, Jean aguzaba el oído tratando de escuchar los desvaríos amortiguados de Laura. Su amiga no dejaba de farfullar, parecía entrar y salir continuamente del sueño, mientras trataba de hablar a pesar de la mordaza, cosa que daba a su voz un tono ronco y extraño. El resultado era un sonido que casi parecía un gruñido.
Laura nunca pronunciaba el nombre de su captor. El Búho, así era como lo llamaba. A veces recitaba la frase que él tenía que decir en la representación de segundo curso: «Soy un búho y vivo en un árbol». Entonces se sumía repentinamente en un silencio angustioso, y solo algún que otro suspiro indicaba a Jean que seguía respirando.
Lily. Laura había dicho que el Búho la iba a matar. Pero estaba a salvo. Seguro que estaba a salvo. Craig Michaelson le había prometido que Lily estaría segura. ¿Estaría desvariando Laura? Lo más probable es que lleve aquí al menos desde el sábado por la noche. No deja de decir que tiene hambre. ¿Es que no le ha dado de comer? No, seguro que ha comido algo.
Oh, Dios mío, se dijo Jean al recordar a Duke, el dependiente de la cafetería que había al pie de la colina. Le había mencionado a un hombre del grupo de ex alumnos que pasaba por allí regularmente para comprar comida para llevar… ¡le estaba hablando de él!
Movió las manos en un intento por aflojar un poco las cuerdas, pero estaban demasiado apretadas. ¿Es posible que sea él quien mató a Karen Sommers en esta misma habitación? ¿Es posible que atropellara deliberadamente a Reed en West Point? ¿Mató a Catherine, Cindy, Debra, Gloria y Alison, además de las dos mujeres que han sido asesinadas en la zona esta semana? Lo vi llegar al aparcamiento del hotel a primera hora del domingo, con las luces apagadas, recordó Jean. Quizá si se lo hubiera comentado a Sam, él lo hubiera investigado, le habría detenido.
Mi móvil está en su coche, pensó. Si lo encuentra, se deshará de él. Pero, si no lo encuentra y Sam trata de localizarlo como hizo con el móvil desde el que Laura me llamó, quizá aún haya una esperanza. Por favor, Señor, que Sam localice mi teléfono antes de que ese hombre le haga daño a Lily.
La respiración de Laura se tornó jadeante, y luego pronunció unas palabras sin apenas sentido:
—Bolsas… bolsas… no… no… no.
A pesar de que las persianas oscuras cubrían las ventanas, en la habitación se colaba un resquicio de luz. Jean veía el contorno de unas bolsas de plástico colgadas de unos ganchos que estaban colocados en el brazo de la lámpara que había junto a la cama. Y veía unas letras en la que estaba delante. ¿Qué ponía? ¿Era un nombre? ¿Era…? No acababa de distinguirlo.
Su hombro rozaba el borde de la pesada persiana. Jean empujó con todo su peso hacia el lado, hasta que la silla se desplazó unos centímetros y pudo mover la persiana con el hombro y apartarla de la ventana.
La luz le permitió ver las gruesas letras de la bolsa, escritas con rotulador negro. Ponía: LILY/MEREDITH.