El turno de Amy Sachs terminó a las cuatro, poco después de que Sam Deegan dejara el hotel. Ella y Jake Perkins habían quedado en encontrarse en el McDonald’s que había a un kilómetro y medio de allí. En aquellos momentos, mientras cada uno comía una hamburguesa, Amy le ponía al corriente de las actividades de Sam Deegan y la conversación que había oído entre el detective y, como ella lo describió, «ese autor teatral engreído, Carter Stewart».
—El señor Deegan vino al hotel buscando al señor Brent —le explicó—. Eddie Zarro, el otro investigador, le estaba esperando. Los dos estaban como locos. En cuanto vio que el señor Brent no contestaba al teléfono, el señor Deegan hizo que Pete, el botones, los llevara a la habitación. Llamaron a la puerta, pero Brent no contestó, y el señor Deegan le dijo a Pete que la abriera. Entonces descubrieron que el señor Brent no había dormido en su cama.
Entre bocado y bocado, Jake iba tomando notas.
—Pensaba que Carter Stewart se había ido después de la reunión —dijo—. ¿Para qué ha vuelto? ¿Había quedado con alguien?
—Stewart le dijo al señor Deegan que había accedido a revisar los guiones del nuevo programa televisivo de Robby Brent. Luego hablaron de un móvil. No entendí muy bien qué decían, porque el señor Deegan habla muy bajo. Y al señor Stewart tampoco se le oye demasiado bien, aunque tiene una voz muy clara, y eso que yo tengo muy buen oído. En realidad, dicen que con noventa años mi abuela podía oír a un gusano moverse por la hierba.
—Mi abuela siempre dice que yo farfullo —dijo Jake.
—Pues es verdad —susurró Amy Sachs—. Bueno, el caso es que el señor Deegan le preguntó al señor Stewart si creía que todo esto no era más que un montaje publicitario de Laura Wilcox y Robby Brent, y por lo visto el señor Stewart pensaba que sí. Quizá me haya perdido algo, pero ¿no recibió anoche la doctora Sheridan una llamada de Laura Wilcox?
Jake casi estaba salivando ante aquel torrente inesperado de información. Durante toda la tarde se había sentido como si estuviera viendo una película sin la voz. Había estado sentado en el vestíbulo, pero no se atrevió a acercarse al mostrador o tratar de escuchar las conversaciones de forma demasiado evidente.
—Sí, la doctora Sheridan recibió una llamada de Laura Wilcox. Dio la casualidad de que yo estaba por allí cuando lo comentaron en el salón privado.
—Jake, me parece que no he entendido muy bien de lo que hablaban. Es… no sé, oyes un trozo de una frase, parte de otra… Porque solo te puedes acercar a la gente hasta cierto punto sin que se note que estás escuchando. Pero me da la impresión de que fue ese Robby Brent quien llamó anoche y se hizo pasar por Laura Wilcox.
La mano de Jake se había quedado suspendida en el aire, sujetando con firmeza la parte de la hamburguesa que le quedaba por comer. La dejó en el plato. Era evidente que estaba analizando lo que Amy acababa de decirle.
—Robby Brent hizo la llamada y ahora no está, ¿y piensan que es un truco para promocionar una nueva serie de televisión?
Las enormes gafas de Amy se movieron sobre el puente de su nariz cuando asintió alegremente.
—Suena como un reality show, ¿verdad? ¿Crees que en el hotel habrá cámaras ocultas grabando?
—Es posible —concedió Jake—. Eres genial, Amy. Cuando tenga mi periódico, pienso hacerte redactora. ¿Alguna otra cosa?
Ella apretó los labios.
—Solo una cosa. Mark Fleischman… ya sabes, ese homenajeado tan majo que es psiquiatra…
—Sí, sé quién es. ¿Qué le pasa?
—Te juro que está colado por la doctora Sheridan. Esta mañana salió temprano, y cuando volvió lo primero que hizo fue ir corriendo a llamarla. Le oí.
—Claro —dijo Jake con una sonrisa.
—Le dije que estaba en la cafetería. Me dio las gracias, pero antes de ir hacia allí me preguntó si la doctora había recibido algún otro fax. Casi pareció decepcionado cuando le dije que no y me preguntó si estaba segura. Aunque esté enamorado de ella, es un poco descarado preguntar de esa forma por su correo, ¿no?
—Pues sí.
—Pero es un hombre amable, y le pregunté si había tenido un buen día. Él me dijo que sí, que había estado visitando a unos viejos amigos en West Point.