Laura no había tenido tiempo ni de meter la llave en la cerradura cuando el botones apareció con su equipaje: una funda especial para trajes, dos maletas grandes y un bolso de viaje. Intuyó lo que estaba pensando: «Señora, la reunión dura cuarenta y ocho horas, no dos semanas».
Pero lo que dijo fue:
—Señorita Wilcox, mi esposa y yo siempre veíamos Henderson County los martes por la noche. Estaba usted estupenda. ¿Hay alguna posibilidad de que vuelva a la serie?
Tantas como de encontrar una bola de nieve en el infierno, pensó Laura. Pero la sinceridad de aquel hombre le dio ánimos, y Dios sabía que le hacían mucha falta.
—A Henderson County no, pero he rodado un episodio piloto para Maximum Channel. Se emitirá a principios del año que viene.
No era verdad, pero casi. Maximum había dado el visto bueno al episodio piloto y anunciado que había posibilidades de que se rodara la serie. Entonces, dos días antes de morir, Alison la llamó.
—Laura, cariño, no sé cómo decírtelo, pero hay un problema. Maximum quiere a alguien más joven para el papel de Emmie.
—¿Más joven? —gritó ella—. Por el amor de Dios, Alison, tengo treinta y ocho años. La madre de la serie tiene una hija de doce. Y tengo buen aspecto. Tú lo sabes.
—No me chilles —le había gritado Alison—. Estoy haciendo lo que puedo para convencerles de que te den el papel. Y lo de que tienes buen aspecto, la verdad, con la cirugía láser, la botulina y los liftings, en este negocio todo el mundo tiene buen aspecto. Por eso es tan difícil encontrar gente que haga de abuela. Ya nadie tiene pinta de abuela.
Quedamos en venir juntas a la reunión de antiguos alumnos, pensó Laura. Alison me dijo que, de acuerdo con la lista de alumnos que habían confirmado su asistencia, Gordon Amory estaría y que al parecer acababa de convertirse en accionista de Maximum. Dijo que él tenía influencia suficiente para ayudarme a conservar el trabajo, suponiendo que lograra convencerlo.
Ella insistió e insistió en que Alison llamara a Gordie enseguida y lo persuadiera de que obligara a Maximum a darle el papel. Al final, Alison dijo:
—Para empezar, no lo llames Gordie. No soporta que le llamen así. En segundo lugar, estoy tratando de actuar con un poco de tacto, cosa que, como sabes, no suelo hacer. Te lo diré sin rodeos. Sigues siendo guapa, pero no eres muy buena actriz que digamos. Los de Maximum creen que la serie podría tener un gran éxito, pero no si sales tú. Puede que Gordon logre hacerles cambiar de opinión. Intenta seducirlo. Tú le gustabas, ¿no?
El botones había ido a traerle cubitos de hielo. En aquel momento dio unos toquecitos en la puerta y volvió a entrar. Casi sin pensar, Laura abrió su monedero y sacó un billete de veinte dólares.
—Gracias, señorita Wilcox —dijo el chico entusiasmado, y eso la hizo pestañear. Siempre haciéndose la importante. Diez dólares hubieran sido más que suficiente.
Gordie Amory era uno de los que siempre estaban colados por ella cuando estudiaban en Stonecroft. ¿Quién podía imaginar que acabaría convertido en un pez gordo? Dios, pensó mientras abría la cremallera de la funda para el vestido. Deberíamos tener todos una bola en la que pudiéramos ver el futuro.
El armario era pequeño. La habitación, pequeña. Las ventanas, pequeñas. Moqueta marrón oscuro, silla tapizada de marrón, colcha en tonos marrón y calabaza. Con impaciencia, Laura sacó los vestidos de cóctel y el traje de noche que llevaba en la funda. Ya había decidido que esa noche se pondría el traje de Channel. Iría despampanante. Los dejaría boquiabiertos. Tienes que dar una imagen de éxito, incluso si te has atrasado en el pago de los impuestos y el fisco ha emitido una orden de embargo sobre tu casa.
Alison había dicho que Gordie Amory estaba divorciado. El último consejo que le dio resonaba aún en sus oídos: «Mira, cielo, si no puedes convencerle de que te mantenga en la serie, puedes intentar que se case contigo. Tengo entendido que está imponente. Olvídate del muermo que conociste cuando estudiábamos en Stonecroft».