—Esto es todo un acontecimiento, ¿verdad, Jeannie? —le preguntó Gordon Amory.
Estaba sentado a su derecha, en la segunda fila del estrado donde se había instalado a los homenajeados. Debajo, el congresista local, el alcalde de Cornwall-on-Hudson, los patrocinadores del evento, el director de Stonecroft y varios miembros del consejo de administración observaban con satisfacción el salón atestado.
—Sí, lo es.
—¿No se te ha ocurrido invitar a tus padres a un acto tan importante?
De no haber notado el tonillo irónico de la voz de Gordon, Jean se hubiera sentido furiosa, pero lo notó, así que contestó con voz amable:
—Pues no. Y tú, ¿tampoco has invitado a los tuyos?
—Por supuesto que no. En realidad, como habrás notado, ninguno de los homenajeados ha traído a sus sonrientes papas para que compartan con ellos este momento de gloria.
—Por lo que veo, los padres de la mayoría de nosotros ya no viven aquí. Los míos se fueron el año que me gradué en Stonecroft. Se fueron y se separaron. Supongo que ya lo sabías —añadió Jean.
—Igual que los míos. Cuando pienso en las seis personas que estamos sentadas a esta mesa, en teoría el orgullo de nuestra promoción, creo que seguramente solo Laura lo pasó bien mientras vivió aquí. Me parece que tú eras bastante desgraciada, igual que yo, que Robby, Mark y Carter. Robby era un alumno mediocre en una familia de intelectuales y siempre le estaban amenazando con retirarle la beca de Stonecroft. El humor se convirtió en su armadura y su refugio. Los padres de Mark proclamaron a los cuatro vientos que hubieran preferido que muriera Mark en lugar de su hermano. Su respuesta fue convertirse en psiquiatra especializado en adolescentes. Me pregunto si alguna vez ha intentado tratar al adolescente que lleva dentro.
Un médico que necesita curarse a sí mismo, pensó Jean. Sospechaba que Gordon tenía razón.
—El padre de Howie, o Carter, como insiste en que lo llamemos, siempre estaba dándoles palizas a él y a su madre —continuó Gordon—. Howie procuraba estar lejos de su casa siempre que podía. Ya sabrás que lo cogieron varias veces espiando por las ventanas del vecindario. ¿Qué pretendía? ¿Ver cómo era la vida de la gente normal? ¿No crees que esa podría ser la razón de que sus obras sean tan negras?
Jean decidió eludir aquella pregunta.
—Ahora quedamos tú y yo —dijo muy tranquila.
—Mi madre era una mujer descuidada. Seguro que recuerdas lo que se decía por el pueblo cuando nuestra casa se incendió: que era la única forma de que quedara limpia. Ahora tengo tres casas y confieso que estoy sanamente obsesionado con la limpieza, que es la razón por la que mi matrimonio ha fracasado. En fin, eso fue un error desde el principio.
—Y mi madre y mi padre discutían en público. ¿No es eso lo que recuerdas de mí, Gordon? —Sabía que eso era exactamente lo que estaba pensando.
—Estaba pensando en lo fácil que es que un niño se sienta avergonzado y que, con la excepción de Laura, que siempre fue la niña bonita de nuestro curso, tú, Carter, Robby, Mark y yo siempre lo tuvimos muy difícil. Desde luego, lo que menos falta nos hacía era que nuestros padres nos pusieran las cosas más difíciles, pero de un modo u otro lo hicieron. Mira, yo deseaba tanto cambiar que me he hecho la cara nueva, pero a veces me despierto y descubro que sigo siendo Gordie, el muermo con cara de tonto de quien todos se burlaban. Tú te has labrado un nombre y has publicado un libro que no solo ha sido aclamado por la crítica, sino que se ha convertido en un best seller. Pero ¿quién eres por dentro?
Sí, ¿quién? Por dentro, con demasiada frecuencia sigo siendo la niña marginada y necesitada, pensó Jean, pero no tuvo que contestar porque de pronto Gordon sonrió como un crío y agregó:
—Me parece que no es bueno ponerse tan filosófico cuando uno está cenando. Quizá me sentiré diferente cuando me pongan esa medalla. ¿Tú qué opinas, Laura?
Gordon empezó a hablar con Laura, y Jean se volvió hacia Jack Emerson, a quien tenía a su izquierda.
—Parece que Gordon y tú teníais una conversación muy seria —comentó él.
Jean notó la expresión de curiosidad de su rostro. Lo último que quería era continuar con él la conversación que había mantenido con Gordon.
—Oh, estábamos hablando de lo que significó criarnos aquí, Jack —dijo con naturalidad.
Me sentía muy insegura, pensó. Era muy delgada y torpe… Con mi pelo basto. Siempre con el miedo de que mis padres empezaran a gritarse. Me sentía muy culpable cuando me decían que la única razón de que siguieran juntos era yo… Lo único que quería era crecer de una vez y marcharme muy lejos. Y lo hice.
—Cornwall es un sitio estupendo para criarse —dijo Jack con tono cordial—. Nunca he entendido por qué la mayoría de vosotros os marchasteis; al menos podríais haber comprado una segunda residencia, ahora que todo os va tan bien. Por cierto, Jeannie, si alguna vez decides comprar, tengo algunas propiedades en cartera que son auténticas joyas.
Jean recordó que Alice Sommers le había dicho que corría el rumor de que Jack Emerson era el nuevo propietario de su antigua casa.
—¿Hay algo en mi antiguo barrio? —preguntó.
Él negó con la cabeza.
—No. Yo me refería a sitios con vistas espectaculares al río. ¿Cuándo quieres que te lleve a verlas?
Nunca, pensó Jean. No pienso volver aquí. Lo único que quiero es marcharme. Pero primero tengo que averiguar quién me ha mandado esas notas sobre Lily. Solo es una intuición, pero apostaría mi vida a que esa persona está sentada en la sala en estos momentos. Quiero que esta cena se acabe de una vez para poder reunirme con Alice y el policía que ha traído esta noche. Necesito creer que puede ayudarme a encontrar a Lily y eliminar cualquier posible amenaza que haya sobre su vida. Y, cuando esté segura de que se encuentra bien y es feliz, volveré a mi vida. Las veinticuatro horas que llevo aquí han hecho que comprenda que, para bien o para mal, lo que soy ahora es consecuencia de lo que viví en este lugar, y tengo que aceptarlo.
—Oh, creo que no me interesa comprar una casa en Cornwall —le dijo a Jack Emerson.
—Quizá ahora no, Jeannie —repuso él con los ojos haciéndole chiribitas—, pero apuesto a que algún día no muy lejano encontraré un lugar para ti. Estoy completamente seguro.