Katie estaba en un túnel. Al final, había una luz. Había calor al final del túnel. Sería muy fácil dejarse ir hasta allí.
Pero alguien le impedía marchar. Alguien la detenía. Una voz, la voz de Richard.
—No te vayas, Katie, no te vayas.
Ella no quería volverse. Era demasiado oscuro, demasiado duro.
Sería mucho más fácil dejarse ir.
—No te vayas, Katie.
Suspirando, ella se volvió y empezó a desandar el camino.