En silencio, Katie bajó las escaleras hasta llegar al principal. Desesperada, agarró el pomo de la puerta e intentó abrirla; pero la puerta no cedía, estaba cerrada con llave. Más arriba, se detuvieron las pisadas. Él intentaba abrir la puerta del segundo piso para asegurarse de que Katie no había escapado. Las pisadas sonaron de nuevo, descendían. Nadie la oiría aunque gritase. Aquellas pesadas puertas estaban construidas a prueba de fuego. Allí no llegaba ningún sonido del hospital, aunque al otro lado de la puerta había gente: visitantes, pacientes, enfermeras. Estaban a menos de quince centímetros de distancia, pero no podrían oírla.
Él se acercaba, la alcanzaría, la mataría. Katie se sintió abotagada, con un dolor sordo en la zona pélvica. Tenía una hemorragia muy abundante. El medicamento que le había dado, había hecho que su sangre empezase a fluir. Se sentía mareada, pero tenía que irse de allí. Él había hecho que la muerte de Vangie pareciese un suicidio y hasta era probable que se saliese con la suya. Enloquecida, siguió bajando la escalera: aún quedaba otro piso. Probablemente llevaba al sótano del hospital. Él tendría que explicar el cómo y el por qué Katie había llegado hasta allí. Cuanto más lejos llegara ella, más preguntas le harían a él. Tropezó en el último escalón. «No te caigas, no hagas que esto parezca un accidente». Edna se había caído. ¿O no? ¿Habría matado también a Edna?
Allí le atraparía. Otra puerta. También estaría cerrada con llave. Experimentando una sensación de inutilidad, hizo girar el pomo. Él estaba en el rellano situado entre el primer piso y el sótano. A pesar de la oscuridad reinante, Katie pudo ver el movimiento, una sombra que corría hacia ella.
La puerta se abrió, el pasillo estaba muy mal iluminado. Katie se encontraba en el sótano. Vio habitaciones en el corredor. Silencio, todo estaba tan callado… La puerta se cerró de golpe tras ella. ¿Podría esconderse en algún sitio? ¡Ayudadme, ayudadme! Vio un interruptor en la pared y lo apretó, ensuciándolo con la sangre que manaba de uno de sus dedos. El pasillo desapareció en la oscuridad, mientras, a unos metros detrás de ella, la puerta que daba a la escalera se abría de golpe.