El avión daba vueltas sobre Newark. El descenso era un poco difícil. Chris miró a Joan. Esta le oprimía con fuerza una mano, aunque sabía que aquel gesto no tenía nada que ver con el hecho de volar. Joan no tenía ni pizca de miedo cuando estaba en el avión. Él la había oído discutir con las personas a las que no les gustaba volar.
—Estadísticamente, uno está más seguro en el avión que en un coche, en un tren, en una motocicleta o en la bañera.
Tenía el rostro impasible. Había insistido en que bebiesen algo cuando sirvieron los cócteles. Ninguno de los dos cenó, pero ambos tomaron café. La expresión del rostro de Joan era seria, pero inmutable. Joan le había dicho:
—Lo soporto todo menos pensar que Vangie se suicidó por mi culpa, Chris. No te preocupes porque yo me vea arrastrada a esto. Tú limítate a decir la verdad, cuando te la pregunten. No ocultes nada.
Joan. Si alguna vez salían de este problema, gozarían de la vida juntos. Era una mujer de cuerpo entero. Él aún tenía que aprender muchas cosas de ella. Aún no se había dado cuenta de que podía confiarle la sencilla verdad. Quizá él se había acostumbrado demasiado a disimular ante Vangie, intentando evitar así las discusiones. Y no sólo tenía que aprender mucho sobre Joan, sino también sobre sí mismo. El aterrizaje fue terrible. Algunos pasajeros gritaron cuando el avión tocó tierra. Chris sabía que el piloto había hecho una buena labor, pues soplaba un terrible viento bajo; y si éste se mantenía, era probable que cerrasen el aeropuerto.
Joan le sonrió.
—Por lo menos, la azafata debió habernos avisado. —Se trataba de una vieja broma de la profesión.
—O quizá intentaba entretenernos de alguna manera.
Permanecieron callados, mientras el avión se dirigía hacia la puerta de desembarque. Los que esperaban a los pasajeros tenían que quedarse detrás de la puerta de seguridad.
Pero a Chris no le sorprendió ver a los dos detectives que habían estado en su casa, en cuanto él hubo descubierto el cadáver de Vangie.
Los detectives le esperaban.
—¿Capitán Lewis? ¿Mrs. Moore?
—Sí.
—Les ruego que nos acompañen.
La voz de Ed sonaba muy seria.
—Es mi deber poner en su conocimiento que se le tiene por sospechoso de la muerte de su esposa, Vangie Lewis, así como de otros posibles homicidios. Todo cuanto diga podríamos usarlo en contra suya. No tiene por qué contestar a ninguna pregunta y está en el derecho de pedir la ayuda de un abogado.
Joan contestó por él:
—Chris no necesita un abogado. Les dirá todo lo que sabe.