A las cuatro de la mañana, Richard abandonó la idea de poder quedarse dormido; se levantó e hizo café. Ya había llamado a Scott a su casa para comentarle la muerte de Emmet Salem. Y el fiscal alertó inmediatamente a la policía de Nueva York, y le dijo que la fiscalía quería colaborar en la investigación. Hubiera sido imposible lograr algo más. Mrs. Salem no estaba en su casa, en Minneapolis. El servicio telefónico que se ocupaba de recoger las llamadas del doctor, sólo podía proporcionar el número del médico en lo relativo a su trabajo, e ignoraba cómo podía uno ponerse en contacto con su enfermera.
Richard empezó a tomar notas:
1. ¿Por qué el doctor Salem llamó a nuestro despacho?
2. ¿Por qué Vangie concertó una cita con él?
3. El bebé de los Berkeley.
El bebé de los Berkeley era la clave. ¿Era el concepto de maternidad Westlake tan bueno como se decía? ¿No sería una tapadera para las adopciones por parte de mujeres que o bien no podían concebir o bien no podían conservar el feto en su vientre hasta el momento de dar a luz?
¿Acaso el hecho de que se las internase en el hospital dos meses antes del supuesto alumbramiento, no sería una manera de ocultar que no estaban embarazadas?
Era muy difícil adoptar niños. Liz Berkeley admitió abiertamente que ella y su marido lo habían intentado. Pero, por qué no suponer que Edgar Highley les habría dicho lo siguiente:
—Nunca tendréis hijos. Yo os puedo conseguir un niño. Os costará dinero, pero tendrá que ser algo totalmente confidencial.
Ambos cónyuges lo habrían aceptado. Richard estaba tan seguro de ello que se hubiese jugado la vida.
Pero Vangie Lewis había estado embarazada. Y, por tanto, no se adaptaba a esta pauta de adopción. De acuerdo en que estaba desesperada por tener un hijo… Pero, ¿cómo diablos se las iba a arreglar ante su marido para hacerle pasar como hijo suyo a un bebé con rasgos orientales? ¿Habría alguna probabilidad de que hubiese sangre oriental en alguna de las dos familias? A Richard no se le había ocurrido pensar en ello.
Las acusaciones de mal ejercicio de la medicina. Tenía que averiguar qué motivos habían tenido aquellas personas para acusar a Highley. Y Emmet Salem había sido médico de Vangie. En su oficina tenía que estar su historial médico. Aquél sería un buen lugar para iniciar la investigación.
El cadáver de Vangie había regresado en el avión que Chris Lewis no tomó. Ahora, estaba en el laboratorio. Lo primero que haría aquella mañana sería revisar los resultados de la autopsia. Volvería a examinar el cuerpo. Había algo… que antes no le pareció importante, había pasado por encima de ello sin fijarse mucho; le habían preocupado muchísimo más el feto y las quemaduras de cianuro. ¿Acaso Vangie se habría derramado sencillamente el cianuro por encima? A lo mejor, en aquel momento estaba sumamente nerviosa. Pero, entonces, en el vaso habría habido más huellas dactilares, pues lo habría cogido y llenado de nuevo; tenía que haber algo, un sobre, un vial, donde ella guardara una mayor cantidad de cianuro. No había sucedido así como así.
A las cinco y media, Richard apagó la luz y puso el despertador para que sonase a las siete. Por fin llegó el sueño. Soñó con Katie: ésta se hallaba en la parte posterior del apartamento de Edna Burns. Miraba por la ventana, mientras el doctor Edgar Highley la observaba, oculto.