Phil Cunningham y Charley Nugent observaban de mal humor a los últimos y desorientados viajeros que entraban en la sala de espera, a través de la puerta número once del aeropuerto de Newark. La expresión perpetuamente doliente de Charley se hizo más honda.
—Se acabó —dijo encogiéndose de hombros—. Lewis debe de haber supuesto que estaríamos esperándole. Larguémonos.
Se dirigió a la cabina telefónica más cercana y llamó a Scott.
—Jefe, puede largarse a casa. El capitán no tuvo ganas de volar esta noche —dijo.
—Pero ¿no estaba a bordo? ¿Y qué me dices del ataúd?
—Ese sí llegó. Los chicos de Richard se están ocupando de él. ¿Quiere que nos quedemos un rato más? Hay todavía un par de vuelos con conexión, en los que, a lo mejor, aún puede venir.
—Olvídalo. Si mañana no se pone en contacto con nosotros extenderé una orden de arresto contra él, como testigo material del caso. Lo que quiero que hagáis mañana por la mañana, antes que nada, es que vayáis los dos al apartamento de Edna Burns y lo registréis a fondo.
Charley colgó el teléfono y se volvió hacia Phil,
—Te voy a decir una cosa. Si de verdad conozco al jefe, te aseguro que, mañana por la noche, a esta hora, habrá una orden de arresto contra Lewis.
Phil asintió.
—Y cuando hayamos cogido a Lewis, espero que podamos echarle el guante a ese chino. Si es que fue él quien embarazó a esa pobre chica.
Ambos hombres se encaminaron cansinamente hacia las escaleras de la salida.
Pasaron por la zona de recogida de equipajes e hicieron caso omiso de la gente que se arremolinaba alrededor de las plataformas movibles a la espera de sus maletas. Unos minutos después, la zona quedó desierta. Sólo una maleta que nadie había recogido, daba vueltas monótonamente en la rampa. Una gran maleta negra donde cabía de todo, y que, de acuerdo con las instrucciones de las líneas de aviación, llevaba una etiqueta en la que constaban el nombre y la dirección:
CAPITÁN CHRISTOPHER LEWIS.
4, WINDING BROOK LANE, CHAPÍN RIVER, N. J.
Dentro de ésta, tras meterla en el último minuto, iba la foto que los padres de Vangie habían obligado a Chris que aceptase.
En la foto, tomada en una sala de fiestas, se veía a una pareja de jóvenes. Y había la siguiente dedicatoria: «Recuerdo de mi primera cita con Vangie, la chica que cambiará mi vida. Con cariño, Chris».