—Si no le importa, preferiríamos que se marchase por la puerta posterior —dijo la enfermera—. Frente a la principal, hay mucho hielo y los obreros están intentando limpiarla. Allí le esperará un taxi.
—No me importa salir a través de una ventana, siempre y cuando llegue a mi casa —dijo, nerviosa, Katie—. Lo peor es que tendré que volver el viernes. El sábado, me van a hacer una intervención quirúrgica menor.
—¡Oh!
La enfermera miró el parte médico.
—¿Qué le sucede? —preguntó.
—Me parece que he heredado un problema que mi madre solía tener: cada mes, durante el período, casi me voy en hemorragias.
—Entonces, ésa debe de ser la razón por la que tenía tan poca sangre cuando entró. No se preocupe por ello. Una operación D y C no es grave. ¿Cuál es su médico?
—El doctor Highley.
—¡Oh, es el mejor! Pero usted estará en el ala oeste. Allí van todos sus pacientes. Aquello es como un hotel de lujo. Ya sabe que es el médico más importante que tenemos.
La enfermera seguía mirando el parte médico.
—No ha dormido mucho, ¿verdad?
—Lo cierto es que no.
Katie engurruñó la nariz mientras se abotonaba la blusa. Estaba salpicada de sangre. Dejó que la mano izquierda le colgase sin cerrarla sobre el brazo vendado. La enfermera la ayudó a ponerse el abrigo.
La mañana estaba cubierta y hacía muchísimo frío. Katie llegó a la conclusión de que febrero tenía todas las opciones de ser el mes que más aborrecía. Tembló al salir del aparcamiento y acordarse de su pesadilla. Ésta era la zona que había visto desde su habitación. El taxi se detuvo. Agradecida, se encaminó hacia él, pestañeando por culpa del dolor que sentía en las rodillas. La enfermera la ayudó a subir, le dijo adiós y cerró la puerta. Mientras apretaba el acelerador, el taxista le preguntó:
—¿Adónde vamos, señora?
Desde la ventana de la habitación del segundo piso que Katie acababa de abandonar, un hombre observaba su partida. El parte médico, que la enfermera acababa de dejar en la mesa, estaba entre sus manos: «Kathleen N. DeMaio, 10 Woodfield Way, Abbington. Lugar de trabajo: Fiscalía del condado Valley».
Un temblor de miedo le recorrió. Katie DeMaio.
El parte médico decía que le habían dado una píldora muy fuerte para dormir.
De acuerdo con el historial médico de la paciente, ésta no solía tomar medicación, lo que indicaba que no tomaba píldoras para dormir ni sedantes. Ello quería decir que no tendría tolerancia a los mismos y que se sentiría muy mareada con lo que le habían dado.
Había una nota en el parte médico que decía que la enfermera de turno la había encontrado en el borde de su cama a las 2.08 de la madrugada, presa de gran agitación y quejándose de tener pesadillas.
Pero la persiana de la habitación estaba subida, lo cual quería decir que ella había estado levantada. ¿Qué habría visto? Y si observó algo, aunque pensara que se trataba de una pesadilla, su sentido profesional, sin duda, haría que le picase la curiosidad. Aquella mujer era un riesgo inaceptable.