Wally Gruber no sabía por qué el detective que le llevaba a la oficina del fiscal de New Jersey de repente pisó el acelerador y encendió la sirena.
—No tengo ninguna prisa —se quejó—. Estoy disfrutando del paseo. De hecho, no me importaría parar a tomar un café.
Estaba sentado en el asiento trasero de la furgoneta, con esposas y grilletes, y separado de la zona delantera por una rejilla. Lo escoltaban otros dos detectives, uno que ocupaba el asiento del acompañante y otro que iba sentado junto a él, en la zona de seguridad.
Ninguno de los tres hombres respondió. Wally se encogió de hombros. Hoy no están demasiado sociables, pensó. ¡Qué más da! Cerró los ojos y se concentró en el rostro que podría dejarlo en libertad mucho antes. Había apostado con algunos de sus compañeros de cárcel. En realidad, habían hecho una porra. Las apuestas iban cuatro a uno a favor de que no se estaba marcando un farol cuando aseguraba haber visto al asesino de ese profesor.
Llegaron al aparcamiento del juzgado y apenas tuvo tiempo de respirar un poco de aire fresco antes de que lo metieran en el ascensor y lo subieran a la oficina del fiscal. Lo condujeron directamente a una sala donde había un tipo sentado frente a un ordenador que se levantó en cuanto entraron.
—Señor Gruber, soy el detective Howard Washington. Trabajaré con usted para crear el retrato robot.
—Llámame Wally, Howie —respondió Gruber en tono animado.
Washington pasó por alto la invitación.
—Siéntese, por favor, señor Gruber. Le explicaré cómo lo haremos. Debe saber que el proceso será grabado. En primer lugar tomaré notas de su descripción detallada de la persona que asegura haber visto, y a continuación utilizaré el ordenador para mostrarle imágenes de distintas formas de cabeza y partes faciales, como la frente, los ojos, la nariz y el mentón, así como de pelo facial.
—No te estreses con el pelo facial, Howie. No tenía.
Wally se sentó junto a Washington y se acomodó en la silla.
—No me vendría mal una taza de café —dijo—. Sin leche. Dos de azúcar.
Simon Benet y Rita Rodriguez acababan de entrar en la sala. A Simon le hirvió la sangre al oír los comentarios despreocupados de Wally. Notó la mano de Rita en el brazo. Me encantaría tumbar de un puñetazo a este tipo, pensó.
—Empezaré con unas preguntas muy específicas acerca del aspecto de esa persona. Tomaré notas mientras habla. Comenzaré con un repaso general.
Comenzaron las preguntas.
«Hombre o mujer… color de piel… edad aproximada… altura y peso aproximados…».
Cuando el detective Washington hubo completado las preguntas preliminares, empezó a crear diversas imágenes en la pantalla.
Wally negó con la cabeza, pero entonces comentó:
—Espera. Así es como tenía el pelo cuando se bajó el pañuelo. Has dado en el clavo.
Simon Benet y Rita se miraron. Por la descripción de Wally, sabían qué rostro obtendrían. Las preguntas que los consumían a ambos eran cuándo y dónde había visto Gruber esa cara. ¿La noche en que Jonathan Lyons fue asesinado o en la fotografía del periódico, cuando Lyons ya estaba muerto?
Esperaron hasta que Wally Gruber, mirando el retrato de la pantalla, dijo al detective Washington:
—Buen trabajo, Howie. Es él.
Simon y Rita observaron la pantalla.
—Es como si Greg Pearson hubiera posado para el retrato —comentó Rita mientras Simon asentía con la cabeza.