El miércoles por la mañana, los detectives Simon Benet y Rita Rodriguez repasaban en su oficina las novedades del caso, cada vez más complicado, del asesinato del profesor Jonathan Lyons.
Habían llevado a cabo una revisión de los antecedentes de la desaparecida Rory Steiger. Para su sorpresa, descubrieron que su nombre auténtico era Victoria Parker, y que había cumplido una condena de siete años de cárcel por robar dinero a una anciana que había contratado sus servicios como cuidadora.
—Bueno, nuestra Rory no solo ha desaparecido ahora, sino que también lo hizo hace tres años, cuando violó la condicional —comentó Rita, con una nota de satisfacción en la voz—. Robó cuando trabajó como cuidadora en el pasado, y puede que siga siendo una delincuente. Es probable que oyera al profesor Lyons hablando por teléfono sobre el pergamino. Y desde luego sabía lo fácil que resultaría tenderle una trampa a Kathleen.
—Eso no exime de culpa a Kathleen Lyons —respondió Simon con rotundidad—. Estoy de acuerdo en que Rory, o Victoria, o como quiera llamarse, pudo haber robado el pergamino. Sin duda es lo bastante lista para saber que la investigaríamos como parte del caso, y ha sido lo bastante espabilada para escapar.
—También ha sido lo bastante lista para deshacerse de su teléfono móvil —señaló Rita—. La compañía telefónica nos ha informado de que no emite ninguna señal, por lo que no podemos localizarlo. Está claro que sabe cómo desaparecer. Y si se llevó el pergamino, puede que las conversaciones mantenidas durante las cenas en esa casa le proporcionaran suficiente información para saber cómo venderlo en el mercado negro. —Vaciló y acto seguido agregó—: Simon, sé que no te hizo gracia que lo comentara el otro día, pero ahora en particular, con la nueva información que tenemos sobre Rory y su desaparición, me inquieta mucho que Kathleen Lyons pueda ser inocente.
Durante unos segundos, Rita no se atrevió a mirar a Simon, convencida de que estaría a punto de estallar. Pero no lo hizo. En lugar de eso, respondió:
—Veámoslo de este modo. Si Rory se llevó el pergamino, es posible que ya haya encontrado un comprador. El padre Aiden dijo que Jonathan Lyons estaba preocupado porque un experto con quien había hablado estaba interesado en él tan solo por su valor económico. No me creo en absoluto que esos cuatro tipos que estaban en la casa ayer por la noche no sepan nada más. Me muero de ganas de hablar con ellos por separado esta tarde.
—Creo que deberíamos presentar una solicitud ante el juez hoy mismo para obtener los registros de sus llamadas telefónicas durante el último mes —dijo Rita—. La oportuna amnesia de Lillian sobre los números de esos móviles de prepago nos impide hacer cualquier comprobación. Pero, Simon, debemos tener en cuenta otra posibilidad. Si alguien pagó a Rory para que robara el pergamino y después se lo entregó a esa persona, no solo habrá dejado de ser una pieza útil, sino que se habrá convertido en una amenaza. Tal vez ese alguien se haya librado de ella. En su apartamento había muchos objetos personales que podría haberse llevado fácilmente si se hubiera marchado sola. Y no olvides que su coche sigue en el garaje.
Rita empezó a hablar con mayor rapidez.
—Y su amiga Rose dijo que Rory la había invitado a celebrar algo, pero no nos comentó qué. Rory le dijo que quería sorprenderla. Tal vez quisiera celebrar que le habían pagado por robar el pergamino. Aunque no creo que le dijera eso a Rose. Es probable que tuviera intención de decirle algo como que le habían ofrecido un empleo muy bien pagado en algún otro lugar. Mi instinto me dice que Rose no nos mintió cuando nos dijo que no sabía por qué Rory no había acudido a la cita.
—¿Quién sabe? Tal vez Rory advirtió que estaba en peligro, se puso nerviosa y decidió largarse. —Simon tamborileó con los dedos sobre el escritorio, señal de que intentaba tomar una decisión—. Estoy muy lejos de creer que Kathleen Lyons sea inocente. No olvidemos que la última vez que cenaron todos juntos, la mujer despotricó sobre su marido y su amante, y al cabo de unas horas él apareció muerto. Y no olvidemos que Kathleen sabía disparar una arma. Pero creo que deberíamos reunirnos con el fiscal Jones y ponerlo al corriente de todo esto.
Rita Rodriguez asintió con la cabeza, con la precaución de no demostrar su satisfacción por el hecho de que Simon estuviera cambiando claramente su opinión inicial, según la cual no había ninguna duda de que Kathleen había asesinado a su marido.